Aldo Ciccolini, pianista francés de origen italiano (Nápoles, 1925), ha fallecido en su casa de París durante la madrugada del pasado domingo 1 de febrero. Podemos afirmar sin ningún género de duda que ha sido uno de los más grandes pianistas de la historia, y que su aportación a la música no ha dejado indiferente a nadie. Nacido en el seno de una familia de grandes aficionados a la música, especialmente apasionados de la ópera, se ha caracterizado siempre por una gran humildad, sentido del humor y cariño hacia los que le rodeaban. El maestro Ciccolini entregó su vida y su gran talento a la música, desde su debut en su ciudad natal a la edad de 16 años, interpretando el Segundo Concierto para Piano y Orquesta en fa menor de Chopin. Pero el inicio de su estratosférica carrera, tal y como hoy la conocemos, no llegaría hasta el año 1949, cuando se proclamó ganador del concurso Margarite Long-Jacques Thibaud, premio de gran prestigio que le supuso trasladar su domicilio a la capital francesa, donde viviría el resto de su vida, obteniendo la nacionalidad gala en las postrimerías de la década de 1960. Desde 1971 hasta 1989 ocupó en París una de las cátedras de piano más prestigiosas a nivel internacional.
Se le ha considerado uno de los más importantes intérpretes de música francesa, siendo emblemáticas sus interpretaciones de autores como Debussy, Ravel, Massenet, Chabrier o Satie, al cual consideró un referente durante toda su vida. Uno de los orgullos más grandes de Ciccolini fue “redescubrir” precisamente a Satie, pues hasta que el pianista ítalo-galo no rastreó y mostró al mundo su música, era un completo desconocido. Esta labor de presentar al público obras de autores menos conocidos también la realizó con compositores como Alexis de Castillon, Valentin Alkan y Déodat de Séverac, entre otros. Merecen especial atención sus interpretaciones de la música de Franz Liszt, las cuales también han sido y serán siempre un referente para muchas generaciones de concertistas y de aficionados a la música, sobresaliendo sus grabaciones de Años de Peregrinaje y Armonías Poéticas y Religiosas, obra esta última que el maestro recuperó del olvido y devolvió al público.
Además de una profunda admiración por su figura y por su pasión por la música, Aldo Ciccolini nos deja un legado de más de un centenar de grabaciones con diferentes sellos discográficos, la mayoría de ellas realizadas para EMI-Pathé Marconi, que incluyen los ciclos completos de Sonatas de W. A. Mozart y de L. v. Beethoven, además de integrales de muchos autores. Entre ellas destaca su cuidada y antológica interpretación de la obra integral de Satie, que muestra la pasión que sentía por la escritura de este autor, al que consideraba el padre de la música moderna. Por todos estos trabajos discográficos ha recibido numerosos galardones, como el premio de la Academia del Disco Francesa, el premio de la Academia Charles Cros, o el Diapasón de Oro.
En España hemos podido disfrutar de su presencia en diversas ocasiones, en el Auditorio Nacional de Música de Madrid en los años 1989, 1990 y 2000, y en 1982 como parte del jurado del Concurso Internacional de Piano “Paloma O´Shea”.
No puedo finalizar este obituario sin citar una de las frases más recurrentes de este eminente músico y excelente persona: “El artista debe hacerse olvidar como entidad psicológica en el momento de hacer música”. Adiós, maestro Ciccolini. Gracias por enriquecer nuestras vidas con su talento y pasión por la música.
Alejandro Algarra, pianista