‘El ocaso de los dioses’ en el Teatro Real: manual de instrucciones para un mundo nuevo

Ocaso dioses Teatro Real Por María Pardo

El pasado miércoles 26 acudimos a la tercera jornada y cuarta entrega del ciclo épico de El anillo del Nibelungo, iniciada por el Teatro Real en la temporada 18/19 con El oro del Rin (el prólogo), de manos del combinado Heras-Casado/Carsen. Esta tercera jornada lleva por título El ocaso de los dioses, y aunque sirve de colofón a la historia, se trata curiosamente de la primera de las cuatro óperas en ser concebida por el compositor sajón.

Plano general con Elisabeth Bailey, María Miró y Marina Pinchuk (Las tres ondinas) y Andreas Schager (Siegfried)

No se puede hablar de esta obra sin tener en cuenta que Wagner utiliza el mito como expresión de la necesidad de un cambio social. Por eso utiliza el asesinato del héroe como parte de un ciclo de muerte y renovación. No contaré mucho del argumento, sino que más bien describiré su sentido metafísico, pues Wagner estaba preocupado por el futuro de la ópera y entendía que en el arte podía introducir la revolución que no había logrado alcanzar en el ámbito de la política. Y esto, querido lector, es lo que alimenta esta obra. Por este motivo tarda 26 años en completar los últimos compases de esta partitura llena de leitmotivs (él prefería llamarlos “elementos melódicos” y “motivos fundamentales” que describían ideas musicales que se asociaban con momentos significativos del drama), metáforas y simbolismos que configuran el ya mítico universo wagneriano.

El prólogo con el que comienza la obra equivale a los resúmenes que podemos ver al inicio de cualquiera de las series actuales. Las tres nornas, espíritus o diosas que representan el pasado, el presente y el futuro, tejen los hilos del destino de la vida de cada persona y hacen un repaso de lo acaecido con los dioses en las óperas anteriores que conforman la tetralogía, así refrescan la memoria del espectador o le ponen al día si no ha tenido ocasión de disfrutar las anteriores obras. Tejiendo la cuerda dorada del mundo, ésta se les rompe indicando que se acaba el mundo tal y como lo conocen. Ocaso dioses Teatro Real

El primer acto da comienzo con el momento en que, sobrino y tía, el héroe Siegfried y la valquiria Brunilda, despojada de sus poderes y convertida en humana, se despiden tras haberse jurado amor y fidelidad. Él va a partir en busca de más aventuras y ofrece a la desposada el anillo forjado con el oro que Alberich arrebató a las hijas del Rin y que hará que quien lo posea tenga poderes ilimitados. Este anillo simboliza la omnipotencia sobre el mundo. Siegfried lo consigue, junto con un yelmo que hace invisible y transforma en cualquier otra persona a quien lo lleva, matando al dragón que custodiaba el tesoro de los nibelungos. Brunilda, por su parte, le entrega su caballo Grane, que representa el espíritu guerrero de la valquiria y su equilibrio con la naturaleza. Ambos desconocen que el anillo lleva una maldición unida a él: todo aquel que lo posea, morirá.

Plano general con Stephen Milling (Hagen)

Hagen, hijo del elfo oscuro Alberich que robó el oro del Rin a las ondinas, hermanastro primogénito por parte de madre del rey de los gibichungos Gunther y su hermana Gutrune, quiere el anillo de poder (¿les suena la historia?). Para ello engaña a sus hermanastros prometiendo a Gutrune que, si da un brebaje mágico a Sigfried, éste olvidará su amor por Brunilda y se casará con ella y, en contrapartida, Gunther podrá casarse con la valquiria, la mujer más valerosa del mundo. Y aquí queda servido el resto de la trama.

Wagner nos presenta un héroe fuerte físicamente, que no conoce el miedo, quizás por la profunda ignorancia que muestra del mundo que le rodea, que toma lo que quiere pero que no se compromete en conciencia con lo obtenido, como es el caso del amor de Brunilda, su sabiduría o el equilibrio con la naturaleza. Es un héroe destinado a no formar parte del nuevo mundo que se avecina porque en él, el verdadero héroe es aquel que se compromete con el orden natural del mundo que le rodea y con sus propios talentos, poniéndolos al servicio de la naturaleza y del amor en lugar del poder y la codicia. Héroe no es el que es más fuerte en el mundo exterior, sino aquel que se mantiene fuerte en su locus interno y se implica con la virtud de la esencia humana.

Brunilda es el ángel caído cuyo pecado ha sido la compasión. Ella es la verdadera heroína y será la encargada de destruir ese mundo distópico, de amor ausente, creado por dioses egoístas entregados al gobierno arbitrario y despótico. A través de su renuncia al amor y la vida, concede la redención que acaba con la era de los dioses y da comienzo a la del hombre. La justicia ya no la imparte el universo, ahora el hombre de bien tendrá el deber de ejercerla. Ocaso dioses Teatro Real

Michaela Schuster (Waltraute) y Ricarda Merbeth (Brünnhilde)

Alberich es el alma oscura que robó el oro a las hijas del Rin por despecho, renunciando definitivamente al amor, y que cría a su hijo Hagen en el odio y la ambición de poder para que pueda vengarle. Hace de él la mano que mece la cuna en el reino de los gibichungos, pues maneja a su antojo la voluntad de su hermanastro, el rey Gunther. Este, la cabeza política visible, es un hombre de conciencia mórbida, cobarde y débil. Y por último su hermana, Gutrune, es una mujer ausente de sí misma, de voluntad secuestrada que espera conquistar su libertad a través de entregarse a la mentira de su matrimonio con Siegfried.

En resumidas cuentas, los dioses, seres con poder, han sembrado un mundo de desdicha y sin conciencia para los humanos que lo habitan –hagan ustedes las comparaciones con el momento sociopolítico actual– por lo que Brunilda, movida por su entendimiento visionario, tiene que acabar con la estructura social que ha desequilibrado las fuerzas de la naturaleza. Por ello devuelve el anillo a las hijas del Rin y encuentra el valor para inmolarse. Junto con la pira funeraria de Siegfried, incendia la casa de los gibichungos y el Valhalla (el fuego aquí simboliza la purificación), el Rin se desborda y vuelve a ocupar su lugar en la Tierra.

En lo que compete a esta producción, cabe resaltar la excelente calidad musical de la Orquesta Titular del Teatro Real conducida con precisión, sensibilidad, y una asombrosa resistencia por Pablo Heras-Casado. Al contrario de la propuesta que hace Wagner de la distribución de la orquesta en el foso, en la que los vientos ocupan la parte más baja al final de la orquesta, en esta ocasión, para mantener la distancia mínima de separación entre los músicos por el protocolo COVID, se han instalado las 6 arpas y parte de la percusión en los cuatro palcos izquierdos y parte del viento metal en los cuatro del lateral derecho. Esto hizo que en algún momento las voces de los cantantes quedaran algo tapadas, pero con todo dicha disposición daba una interesante sensación “inmersiva” al espectador. Y lo más importante: Heras-Casado consiguió hacer de la orquesta un personaje en sí mismo que daba cohesión al drama y a las motivaciones de los roles implicados. Ocaso dioses Teatro Real

Robert Carsen, que realiza un gran trabajo de dirección con los cantantes y una buena combinación conceptual con el escenógrafo y figurinista Patrick Kinmonth,  se enfrenta también a una difícil labor que incluso se le resistió al propio Wagner ­–el caballo de Brunilda, las ondinas en el Rin, la pira funeraria de Siegfried, el incendio en el hall de los gibichungos, el Rin que se desborda, el incendio en el Valhalla, los cuervos de Wotan,… Resuelve todas estas situaciones con el vacío y la ausencia y lo deja a la imaginación del espectador, lo que llevó a que la parte del público más purista, que aplaudió entusiasmado al director musical y al resto de artistas, a Carsen lo abucheara sin reparos.

Amanda Majeski (Gutrune)

El diseño de las luces está llamado a llenar parte de los vacíos que propone Carsen. En este aspecto, el trabajo del recientemente fallecido Manfred Voss es espectacular. Guido Petzold, encargado de la reposición de las luces como asistente durante muchos años de Voss ha sido el responsable de hacernos llegar una iluminación que impacta en el público como un instrumento más que hace sonar sus notas en completa armonía con la percepción visual del contexto dramático. Ocaso dioses Teatro Real

El coro titular del Teatro Real, reforzado hasta sumar 61 voces, a manos del siempre eficiente Andrés Máspero, trabajó más allá del deber proyectando sus voces por encima de la orquesta aun llevando la mascarilla reglamentaria. Curiosamente, este elemento reforzaba la visión ecologista de Carsen pareciendo que también la sombra del poder corrompe hasta el aire que respiran los humanos. Ocaso dioses Teatro Real

Andreas Schager dio vida a un Siegfried envalentonado por la ignorancia, presuntuoso y pagado de sí mismo. Lleno de fuerza y valentía, pero hueco de valores e inteligencia. No posee una hermosa voz, pero con ella dota de vida heroica a su personaje de principio a fin con una resistencia y proyección adecuadas para el rol wagneriano.

Con igual diligencia se mostró Ricarda Merbeth como Brunilda. Cantó con mucha inteligencia y sensibilidad, a veces a costa de la expresión corporal. Tuvo la difícil tarea de suplir todas las ausencias escénicas del final de la ópera, quedando su persona frente al telón, como si se tratara de un recital, con la única ayuda de la atmósfera lumínica para ayudarla a cadenciar sus últimas frases. El resultado fue, cuando volvió a subir el telón, un cuadro sobrecogedor visual y auditivo en el momento en que se fundió con la luz caminando al fondo del escenario para entregarse al final del mundo conocido.

El antagonista que justifica lo sucedido es el papel de Hagen, el malo absoluto, interpretado por Stephen Milling. Nos mostró un ser manipulador, instigador, intimidador y oscuro con gran verosimilitud. Vocalmente estuvo a la altura de su interpretación dramática, pero con momentos en la segunda mitad de la ópera en la que parecía forzar, lo cual nos llegó a hacer temer que su voz se iba a desequilibrar. No obstante, tuvo la perspicacia suficiente como para caer siempre hacia el lado en el que reforzaba la credibilidad de su personaje.

El rey de los gibichungos, Gunther, fue interpretado por el bajo barítono Lauri Vasar. Completamente entregado a la cobardía de su personaje. Estuvo a la altura vocal de sus compañeros de reparto. La soprano estadounidense Amanda Majeski encarnó a su hermana Gutrune con gran elegancia dramática y vocal. Completamente verosímil en todos los aspectos, destacó con luz propia sobre todo el elenco.

Martin Winkler fue un Alberich hecho completamente al personaje en todas sus dimensiones. Michaela Schuster, como Waltraute, fue correcta y estuvo a la altura vocal y dramática de su compañera en la escena con Brunilda. Las nornas fueron desespeñadas por Anna Lapkovskaja (que sustituyó a Claudia Huckle en el reparto) como primera norna, Kai Rüütel como segunda norna y Amanda Majeski, que dobla papel como la tercera norna. La mezzosoprano Anna Lapkovskaja destacó, sin lugar a dudas, por la belleza y el terciopelo de su timbre.

Ricarda Merbeth como Brünnhilde en la escena final de El ocaso de los dioses

Uno de los momentos más deliciosos de la noche lo llevaron a cabo las hijas del Rin, las tres ondinas representadas por Elisabeth Bailey como Woglinde, María Miró como Wellgunde y Marina Pinchuk (que sustituía también a Claudia Huckle) como Flosshilde. El empaste y la proyección de sus voces, así como su expresión corporal individual y en conjunto, conseguía un toque sobrenatural y mágico que convertía la escena en una delicia.

En definitiva, El ocaso de los dioses supone la culminación de un trabajo profundo, laborioso y exhaustivo por parte de todos los involucrados en esta titánica empresa de llevar a las tablas el universo distópico que propone Wagner. En él, la redención llega a través del cambio en nuestra forma de ver el mundo y de ser consecuentes con dicho cambio, o en otras palabras, la redención llega a través de la renuncia más que del amor. Sus personajes nos enseñan que tienen la muerte que ellos mismos se han ido preparando con las elecciones que han tomado en su vida y que la ausencia de amor y compasión conduce al oscurecimiento del alma y al final de la humanidad. Acaba el ciclo de los dioses y comienza el de los humanos, pero el resultado no será la aparición de una humanidad nueva, sino de un mundo nuevo: nuevo tablero, nuevos jugadores, nuevas normas de juego. Ocaso dioses Teatro Real

 *  *  *

Teatro Real de Madrid, 26 de enero de 2022. Götterdämmerung (El ocaso de los dioses), música y libreto de Richard Wagner (1813-1883). Producción de la Oper Köln. Director Musical, Pablo Heras-Casado. Director de Escena, Robert Carsen. Escenógrafo y figurinista, Patrick Kinmonth. Iluminador, Manfred Voss. Reposición de luces, Guido Petzold. Director del coro Andrés Máspero. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Andreas Schager como Siegfried, Lauri Vasar como Gunther, Martin Winkler como Alberich, Stephen Milling como Hagen, Ricarda Merbeth como Brünnhilde, Amanda Majeski como Gutrune y tercera norna, Michaela Schuster como Waltraute,  Anna Lapkovskaja como primera norna, Kai Rüütel como segunda norna, Elisabeth Bailey como la ondina Woglinde, María Miró como la ondina Wellgunde y Marina Pinchuk como la ondina Flosshilde. Opera World