La ciudad de Barcelona es hoy uno de los epicentros principales de Europa en relación a albergar grandes eventos. Dispone de una gran equidad entre equipamientos culturales y de ocio, un espacio perfecto que no cesa en su empeño a la hora de abrirse a nuevos horizontes. La disparidad de eventos que se celebran destaca por su heterogeneidad, como es el caso de fenómenos deportivos, como pueden ser partidos del Barça, eventos musicales, como la ópera que alberga el Liceo, o actividades sociales como el EPT 2018, uno de los torneos de póker más famosos del panorama europeo que ha tenido la ciudad como sede.
Algunos equipamientos culturales de la ciudad destacan por su majestuosidad inherente, hablamos por ejemplo del Palau de la Música Catalana, un espacio que representa en sí mismo todo lo que se quería mostrar a través de la arquitectura de carácter modernista. Un centro simbólico que crea una simbiosis entre música y arte que no dejará a nadie indiferente. El Palau es un espacio que no se ha cerrado nunca a ningún tipo de género musical; su escenario, siempre hospitalario hacia el artista, ha visto pasar miles de personajes trascendentales. Pero para comprenderlo mejor, hay que realizar una visión retrospectiva y fijarnos dónde comenzó todo.
El arquitecto encargado de construirlo fue Lluís Domènech i Montaner, creador de varios edificios emblemáticos del Eixample de la ciudad de Barcelona. Por su trayectoria profesional, este arquitecto se convirtió en uno de los referentes principales del modernismo catalán, y una buena muestra es el propio Palau de la Música Catalana, que se construyó entre los años 1905 y 1908. Uno de los elementos que más destacan de la estructura es un pequeño mural escultórico presente en la fachada exterior que muestra una alegoría de la canción popular, obra de Miquel Blay. También podemos localizar algunas esculturas realizadas por el artista Pau Gargallo, representando diversas obras musicales trascendentales de la historia, como las Valquirias de Wagner.
Como curiosidad, el Palau de la Música se encuentra ubicado en un espacio bastante restringido a los ojos de los visitantes, cuesta identificarlo sin la ayuda de un guía o de una persona ávida en la materia. Esta finalidad responde a los deseos del Orfeó Català, que quiso ubicar la sede de su asociación en un punto cercano a donde vivían sus asociados. Un espacio que se acerque a la sociedad y no al revés. El Orfeó fue fundado en 1891, y con el paso del tiempo requirió la creación de una sede fija. Ése fue el embrión del actual Palau. La integración de una sala de conciertos ayudó también a que se pudieran realizar los ensayos y se pudiera mejorar la técnica musical en un espacio inmejorable. La simbiosis entre Cataluña y el espacio ha creado una unión casi mimética, y por su escenario han pasado la mayoría de artistas catalanes más importantes.
Uno de los elementos que más destaca del escenario, más allá de sus decoraciones inspiradas en la naturaleza, es la claraboya. Este objeto ayuda a otorgar una gran cantidad de luz en el escenario, donde podemos encontrar un busto de Ludwig Van Beethoven. Aquí podemos encontrar también el órgano, el primero que fue tocado en Barcelona fuera de un recinto eclesiástico. El aforo total del espacio es de 2049 personas, y curiosamente caben más personas en el segundo piso (910) que en la platea (688).
Más allá de los equipamientos musicales, el Palau también dispone de una biblioteca, con un gran fondo documental donde constan escritos y manuscritos que datan del siglo VI. También se encuentran muchísimas partituras que han sido interpretadas por el coro del Orfeó desde su fundación en el siglo XIX.
Por el Palau han pasado figuras trascendentales del universo operístico, como es el caso de Montserrat Caballé, mito de nuestro territorio que nos ha dejado recientemente. Como no podía ser de otra forma, este espacio rindió homenaje en honor del artista catalana.
En definitiva, un espacio ineludible para todos los visitantes de la Ciudad Condal que quieran vislumbrar una representación arquitectónica de algo tan etéreo como es la creación musical.