El Palau de la Música y el Liceu han reabierto sus puertas a la temporada estival, pero lo han hecho de manera muy diferente.
Un magnífico concierto de piano del concertista y compositor Albert Guinovart, con obras de dos intérpretes-compositores del pianismo del XIX, Chopin y Granados, amén de las propias, configuró un brillante retorno a esta emblemática sala de conciertos al que siguió un brillante recital de la soprano Serena Sáenz, acompañada al piano por Ricardo Estrada. Por su parte, el Liceu prefirió para su reapertura una performance del artista “conceptual” Eugenio Ampudia con un cuarteto de cuerda para un teatro lleno de plantas.
Es curioso observar la gestión y programación de las grandes instituciones de la ciudad en esta etapa estival. Aquí hablaremos de la reapertura del Palau y de…no sé cómo calificarlo, el show publicitario del Liceu, ya que el otro buque insignia musical de la ciudad, que es el Auditori, está cerrado a cal y canto para el público y cuya propuesta son unos conciertos de la OBC a través de internet ( La OBC inicia este domingo un ciclo de conciertos de verano que emitirán TV3 y Catalunya Música ).
El Palau de la Música Catalana, como ya informamos en su día, ha organizado toda una serie de conciertos de pequeño formato que inauguraba con un concierto de Albert Guinovart. A priori el concierto resultaba interesante por varios motivos: volver a escuchar música en directo en esta sala modernista, siendo el intérprete y el compositor la misma persona y el estreno de nuevas partituras. Y por último un programa atractivo y virtuoso de esencias nacionalistas y decimonónicas.
Chopin fue el eje que abrió y cerró el concierto con sendas piezas de las llamadas estructuras libre, la Fantasía-Impromptu, Op.60 que sirvió para calentar motores y demostrar la sutileza que Guinovart lee en este compositor polaco, mezclando sutileza con virtuosismo y que siguió hacia la mitad del concierto con otras dos de las pequeñas formas tan queridas por Chopin, el nocturno n.8, Op.27 y el Vals n.8 Op.64 n.3 que sirvieron de contraste musical entre la atmósfera oscura y casi dramática del primero con la alegría llevada al frenesí al final del vals. Cerrando este ciclo Chopin nos interpretó una de las obras más conocidas del compositor polaco, su Gran Vals op.42 en el que de nuevo volvimos a ver esa lectura mediterránea de Guinovart en la libertad de los rubatos chopinianos.
Y si de Chopin pudimos gozar su vena de danza en ¾, siguieron estas danzas por antonomasia del XIX con los nueve Valses poéticos del también compositor y pianista catalán Enric Granados de los que Guinovart realizó una interpretación sin mácula, con gran cuidado de los matices dinámicos, con unos pianissimos casi rotos en el silencio y una expresividad, y grandes contrastes expresivos en cada uno de ellos destacando la fuerza apasionada del II en contraste con la tristeza del IV y el toque casi irónico del V.
Como explico Guinovart al inicio de estos valses de Granados, él compuso hace años un homenaje a los mismos con el mismo título, las mismas estructuras y tonalidades, si bien al ser un poco más largos se convirtieron en ocho. y fue un placer y un privilegio escuchar las dos series de valses ya que era la primera vez que Guinovart las interpretaba en el mismo concierto. Estos Valses poéticos (en homenaje a Granados) más allá de evocar un mismo espíritu de raíces nacionalistas, Guinovart nos regala su melodismo sensual y sus sorprendentes armonías con momentos de gran virtuosismo y arrojo. Y en la mitad del concierto pudimos ser testigos de un estreno mundial en directo, que no virtual, ya que el compositor Albert Guinovart durante el periodo de confinamiento compuso y ofreció a través de las redes sus 5 Noveletes.
Estas micro piezas de inspiración casi schumanniana es un experimento de hacer casi culinariamente la esencia de partes de una gran cantata del 1994. La primera de estas pequeñas formas nos ofrecen esa vena melódica tan de Guinovartque se va deconstruyendo acabando en un crescendo contrastante con el dramatismo de la segunda novelet que se agiganta cual fantasma en la tercera para volver a un optimismo que enlaza con la cuarta en forma de vals virtuoso que retoma el primer tema al final de un modo casi histérico. Y concluye con una quinta novelet en el va alternando un canto a la esperanza con momentos más amenazantes con un final de cadencia rota o inconclusa, como un interrogante de incertidumbre de esta situación del confinamiento en la cual se compuso.
Ante los aplausos del público asistente con sus correspondientes medidas de seguridad guinovart ofreció cuatro bises, un Vals y Estudio Revolucionario de Chopin y las Miniaturas 1 y 24 de su propia producción destacando su breve duración de no más de 1 minuto, así como un pequeño homenaje wagneriano en la miniatura 24. Un recital en definitiva de efectos y afectos bien programado y ejecutado.
Si Guinovart es un compositor e intérprete ya consolidado, la soprano catalana Serena Sáenz es una promesa de la cantera del Conservatorio del Liceu que está despegando con grandes éxitos en la ópera estudio de la Staatsoper de Berlín y que ofrecía en el Palau su primer recital como solista acompañada del siempre eficaz pianista Ricardo Estrada.
La presencia de esta joven soprano de 26 años en el Palau no es novedad ya que se educó en varios de los coros del Orfeó Català y ya ha realizado diversas partes solistas en composiciones sinfónico-corales en este mismo escenario.
El programa mezclaba el género de canción con arias de ópera de lo más selecto para su voz de soprano ligera. Valiente desde el comienzo con la interpretación de la Villanelle de la compositora belga Eva Dell’Acqua donde ya se pudo apreciar su facilidad para las coloraturas. Y como contraste la Elegía eterna de Granados, una canción compleja por su tesitura más grave que la soprano supo salvar sin ningún esfuerzo añadiendo el carácter conmovedor que haría que la repitiese en los bises.
Este recital tuvo también su componente escénico en el aria de Offenbach Les oiseaux dans la charmille donde a parte de una interpretación musical exquisita y sin problemas en los sobreagudos la soprano añadió su formación de danza clásica en una puesta en escena sencilla pero que cautivo al respetable. Otras arias operísticas se intercalaron entre un bloque de canciones rusas de Rachmaninov y Rimski-Korsakov, destacando la bella línea vocal de la nada fácil Vocalisedel primero. La primera de estas arias fue Caro Nome verdiano en el que supo imprimir un legato y una expresividad muy aceptables para acabar el concierto con la primera aria y cabaletta de Lucia de Lammermoor, resumen y culmen de un recital donde la musicalidad, la buena técnica, el fraseo fueron una constante de esta joven cantante que en la próxima temporada interpretará el rol de Zerbinetta en Ariadna auf Naxos en la Staatsoper de Berlín y en una ópera de Manuel García dentro de la temporada del Teatro de la Zarzuela.
Ojalá que no tengamos que esperar muchos años para poder verla en el Liceu en algún papel titular del gran repertorio.
Acabaremos destacando la labor absolutamente cuidada y minuciosa del pianista Ricardo Estrada, que tanto en el bloque de canciones como en el de ópera, demostró una vez más su buena reputación como acompañante y músico de cámara.
Si todo esto podemos escribir de la apertura del Palau de la Música Catalana tras el confinamiento, no podemos decir lo mismo del Gran Teatro del Liceu, en el que la nueva normalidad es solamente de puertas adentro, en el que poco a poco se restablecen ensayos de coro y orquesta, así como trabajo de técnicos. Pero para el público y música en directo, nada de nada. Solamente la posibilidad de ver el llamado “Concierto para el bioceno” que duró 9’22’’ segundos según el link ofrecido. Bastante breve para llamarlo concierto, equívoco tanto en la duración como en la forma musical al tratarse de un cuarteto y no de un concierto. Por otra parte tampoco es ninguna novedad hacer conciertos para plantas, se han hecho muchas veces con diferentes agrupaciones y estéticas musicales y no se entiende que la única propuesta del Gran Teatre del Liceu para su público sea el que ocupen sus butacas plantas cuya razón de ser iba a ser un regalo a los sanitarios de un hospital y curiosamente los documentos gráficos de la entrega son unas plantitas mucho más pequeñas que las vistas en el video.
No es la primera vez que el artista “conceptual” vallisoletano actúa en esta ciudad. Algunos recordamos otra de sus conceptos estéticos de “Donde dormir” que desarrolló durmiendo una noche sobre uno de los pianos de cola del Palau de la Música Catalana….Sin comentarios.
Mezclar las artes plásticas con la música en un teatro de ópera es muy interesante si la propuesta añade algo a la música o a la escena, pero una performance o happening como lo llaman algunas de las empresas que patrocinaron el acto atenta incluso contra las mismas plantas encerradas en un lugar cerrado y no es por lo pronto ni de cerca la definición científica de la biocenosis que exige unas condiciones ambientales para su supervivencia.
Esperemos que las siguientes iniciativas entre el Liceu y las artes visuales que quiere desarrollar el nuevo director artístico del Liceu tengan más que ver con el repertorio de un teatro lírico más allá de que el compositor fuera Puccini. Y en este tiempo en el que por desgracia la economía no va a favorecer la cultura, ni por extensión la ópera sería deseable que todos los recursos económicos, de marketing y de mecenazgo fueran para hacer una temporada de ópera interesante, más allá de títulos de repertorio ya vistos en los últimos años.
No quisiera acabar sin mencionar la buena labor musical de los miembros de la Orquesta del Liceu que interpretaron con gran sensibilidad este cuarteto. Como muchos melómanos, aplaudo que el Palau de la Música y el Liceu reabren sus puertas, aunque sea tímidamente.
Ojalá que la música con público en vivo no tenga que esperar mucho en el coliseo de Las Ramblas y no tener que escuchar a su orquesta en festivales organizados por otros gestores que no son los del mismo teatro y con programas sinfónicos y bandas sonoras.
Robert Benito