Por Cristina Marinero El poso coreográfico de Carlos Rodríguez en «Amores flamencos»
Teatro EDP Gran Vía. Madrid, 10 de junio. Con Amores flamencos, la joven María Cruz (Madrid, 2001), una de las finalistas del programa de televisión Got Talent, debuta sobre el escenario con solo 20 años, pero un baile tan sólido que parece toda una veterana de las tablas.
Con su coreografía y el poso que posee Amores flamencos, Carlos Rodríguez –colaborador del citado espacio televisivo- ha creado un ballet con fuertes lazos de unión al imaginario de danza española del siglo XX y, sobre todo, a la escuela estilística del que fuera dos veces director del Ballet Nacional de España, José Antonio. Rodríguez se erige en lógico eslabón que continúa la tradición coreográfica de su maestro, quien la absorbió, por su parte, del hoy centenario Antonio Ruiz Soler, si bien impulsada con su personalidad distintiva.
Aunque debe seguir puliendo la estructura de la obra, sobre todo en el tramo final, cortando minutos del solo de la veterana y poderosa Carmela Greco –única artista de la saga que continúa sobre los escenarios- y del remate de todo el grupo (en el que celebramos ver a esa bailarina ambivalente y siempre en estilo, Ana del Rey, quien también actúa con la Compañía Antonio Gades), el coreógrafo Medalla de las Artes de la Comunidad de Madrid 2006 demuestra su talento en el diseño espacial del movimiento de grupos. El leve argumento de esta creación es un bastidor sobre el que teje la danza y subraya el respeto a la madre Tierra, con su paso del testigo de la creación a las generaciones venideras. Como asesor en movimiento contemporáneo ha contado con el también coreógrafo Carmelo Segura.
No estamos ante un espectáculo en el que la sucesión de palos flamencos sea su resumen, como vemos en tantos otros. Aquí todo se envuelve de narrativa evidente o soterrada, aportando al baile un peso específico que lo distingue como medio de expresión de algo más. Nos preguntamos el alcance coreográfico de Carlos Rodríguez si tuviera compañía privada estable, sede y dedicación completa para la creación. Se palpa en su manera de conformar secuencias de baile todo lo asumido en sus décadas como bailarín y al frente del Nuevo Ballet Español, con Angel Rojas, además de sus experiencias ya independiente en diferentes estilos y medios.
Su unión con María Cruz es fructífera por esa cualidad de veterana joven antes destacada. La bailarina –porque demuestra ser bailarina de danza española, aunque su orientación y personalidad se haya enfocado más hacia el flamenco- se distingue del resto por su melena suelta y la posición destacada en varios momentos de la coreografía. Amores flamencos está creado para ella y asume en el diseño de escenas su carácter independiente en los solos que ejecuta. Sin embargo, Cruz también baila con el grupo de bailarines y como el vestuario de Rosa García Andújar no está diseñado para distinguirla absolutamente, aunque en su caso los bordados en el cuerpo del vestido apuntan hacia esa individualidad, la semejanza en color y estética beneficia al concepto de ballet y compañía de baile de Amores flamencos. Además de la citada Ana del Rey, el elenco incluye a Mónica Gómez Braojos, Marina Bravo, Rafael Ramírez, José Angel Capel, Jesús Hinojosa, Alejandro Fernández y Cayetano Laorden.
Junto al refinado diseño de sonido de Víctor Tomé y la iluminación efectista de Luis Perdiguero, en el escenario se congregó también el talento de los cantaores y músicos Noel Salazar, José del Calli, El Bandolero, José Almarcha, Daniel Jurado y Roberto Jabonero.