Proyecto Zarza Academia Nacional Zarzuela Por Rosario de la Guía
Nadie puede negar que lo que se vivió ayer sobre las tablas del Teatro de la Zarzuela en esta última función de El sobre verde fueron toneladas de entusiasmo, entrega y voluntad de agradar. Familiares, amigos y demás asistentes disfrutaron del espectáculo y abrazaron con calurosos aplausos a los artistas que lo habían hecho posible. Sin embargo, a veces eso no es suficiente para salir del teatro con una sensación de plenitud. A pesar de las muchas bondades, “una gran carencia” se hizo presente durante toda la obra, dejándonos en el paladar un sabor agridulce. Proyecto Zarza Academia Nacional Zarzuela
Empezaré por comentar las bondades…. El maestro Guerrero, sabio ilustrador de los gustos de los años 20, caballo ganador, nos deleita con un sainete con tintes de revista repleto de sencillas y pegadizas melodías a ritmo de guajira, chotis, tango o charlestón… A la par, el brillante libreto de los señores Parada y Giménez envuelve a los personajes de casticismo, derrochando diálogos chispeantes. Por si esto fuera poco, otro de los ingredientes para hacer casi un pleno al quince de la noche fue la adaptación del título a cargo de dos mujeres, la recién estrenada como directora de escena Nuria Castejón y Cecilia Bercovich a la batuta, quienes aportaron solvencia al espectáculo.
Patinó algo la adaptación del texto debido a ciertas incoherencias, como que el personaje principal de Nicanor celebre que le han tocado “casi dos millones” cuando los niños de San Ildefonso, uno de los gags más aplaudidos de la noche, lo que habían anunciado era un premio de 15 millones de pesetas. No obstante, fueron de agradecer los pequeños momentos o pausas anunciadas donde la Fortuna se encargaba de contextualizar en términos actuales algunas de las cuestiones planteadas en la obra original.
Además, la escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda fue ágil en sus cambios y creó ambientes muy cálidos, como el cabaret o el propio Callejón del hambre, donde ondeaba en el fondo un gran dibujo del Sindicato de Golfos y Vagos, haciendo una crítica a sus huéspedes. Qué habría sido de los trabajadores de hoy sin aquellas luchas sindicales de las que ya no nos acordamos. También sumaron la efectista iluminación de Juanjo Llorens y el cuidado vestuario de Gabriela Salaverri, con la salvedad de que en el primer cuadro me pareció que los mendigos iban demasiado limpitos y repeinados para ser ciudadanos de la calle. Proyecto Zarza Academia Nacional Zarzuela
Por último, es de reconocer que el elenco vocal se entregó en cuerpo y alma, sobre todo en el baile y la actuación. El espectáculo rodó bien y fue un acierto seguir cerrando la función con ese pequeño coloquio entre público y artistas. Entrañable. Hasta aquí las bondades. Proyecto Zarza Academia Nacional Zarzuela
Sin embargo, no haríamos honor al género lírico español si no abriéramos un espacio para reflexionar sobre “la gran carencia”. A pesar de que el espectáculo iba rodando, de vez en cuando descarrilaba debido a alguna desafinación, a los cambios de registro continuos, los colores dispares en las voces… Y no es que en 5 semanas de ensayos no se pudiera hacer mucho más. Bastante demostraron los jóvenes artistas como ya he dicho. Pero la lírica en general y, sobre todo, nuestra zarzuela (también el sainete) son de una exigencia vocal altísima. Nuestro género no solo exige dotes de actuación, además demanda un gran dominio de la técnica vocal. La música es el principal pilar de la lírica y aunque los intérpretes de anoche pusieron mucho empeño, su mayor carencia, la vocal, mostraba aristas en el discurso musical.
Esto no sucedió, en cambio, en el ensemble instrumental, que ofreció una interpretación excelente, quizás porque sus integrantes son músicos profesionales cada uno de su instrumento. El noble y estimable objetivo que persigue el director artístico del Teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco, a través de este Proyecto Zarza está fuera de discusión. Se trata de acercar el género lírico español a los jóvenes con zarzuela hecha por y para jóvenes, pero cabe preguntarse si se está contando con los jóvenes apropiados.
Me pregunto: ¿Cuántos de los 800 aspirantes a formar parte del proyecto eran cantantes? ¿Cuántos jóvenes del elenco son estudiantes de canto lírico? ¿No sería más productivo y dinamizador para la profesión del cantante lírico contar con estudiantes de Grado Superior de Conservatorios o de una Escuela Superior de Canto para proyectos como éste? ¿No sería este elenco más idóneo para la interpretación de alguna de las comedias musicales que están en cartel en la Gran Vía? ¿No sería más propio reservar esta oportunidad para quien lleva formándose años en el instrumento musical de la voz? ¿No se podría ofrecer este Proyecto Zarza como una oportunidad de especialización en nuestro género, dentro de una Academia Nacional de la Zarzuela? Ahí le dejo estas cuestiones, señor Bianco, al tiempo que reconozco que es usted gran creador y amante del género, en cuyo marco está realizando valiosas aportaciones. Pero hay que recordar que los cantantes líricos pasan por una formación muy exigente y que, dadas las escasas oportunidades laborales con las que cuentan, de mucho les valdría para su despegue y formación este proyecto.
Si esta carencia se hubiera subsanado ya, todos sin excepción, nos habríamos ido del Teatro de la Zarzuela con la sensación de haber ganado el premio «Gordo».
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