Bohème en el Liceu Por Félix de la Fuente
Esta Bohème en el Liceu se ubica en algún lugar entre el presente y la abstracción distópica. Se podría decir que la apuesta plástica de Alex Ollé está a medio camino entre la extrañeza y la familiaridad, y eso le permite mezclar pinceladas casi futuristas, como la propia escenografía o los cabellos verdes que uniforman a las camareras del Bar Momus, con enseres y looks cotidianos que anclan la ópera al presente. Pensemos que la tisis, una perfecta clave dramática en el XIX resulta tan lejana a día de hoy que puede llegar a conmovernos, pero no a desolarnos como sí ocurre cuando vemos a la desfallecida protagonista retirarse el gorro para desvelar los efectos de la quimioterapia… en un desaliento contemporáneo afín al desaliento original de los pulmones de Mimí.
La escenografía de Alfons Flores es una macla urbana donde entramados metálicos apilan habitaciones huecas y sin paredes con los portillos de las ventanas iluminados… no hay en este París buhardillas mansardas sino acaso una referencia a las líneas que las vigas de madera dibujan en las fachadas de las casas medievales del Barrio Latino transformadas aquí en metal, donde los muros se han disuelto para dejar ver los humildes enseres de los protagonistas. Allí, la iluminación es la encargada de dar presencia y omitir los interiores en sombra según conviene.
La joie de vivre de los dos primeros cuadros retrata la vida bohemia de los cuatro amigos, que malviven en unas frías habitaciones con ánimo de espíritu, agudeza y picaresca. Allí basta algo de comida que el espléndido Shaunard de Toni Marsol ha traído para gozar de una fiesta imaginaria, o de los tejemanejes picarones para confundir al pusilánime de su casero, a quien despachan sin cuota de alquiler y sin cartera. Las arias del encuentro de Rodolfo y Mimí merecieron sendos aplausos por parte de un Liceu con menos asientos vacíos gracias al alivio de las condiciones pandémicas. Si bien el tenor brasileño Atalla Ayan interpretó un Rodolfo de hermoso color vocal resultó por momentos apocado en proyección en relación a sus compañeros de dueto. Por su parte, la Mimí de la soprano rumana Anita Hartig lució correctamente delicada, con una mayor elocuencia lírica en los cuadros finales.
Los dos primeros cuadros comparten un primer cuerpo en torno a la fiesta y el esperpento seguido de otro donde se construye la tensión íntima entre dos enamorados. De este modo, en el segundo cuadro son las fanfarrias y el bullicio en torno a los vendedores ambulantes del top manta frente al Café Momus las que dan el tono a la Musetta de Valentina Nafortina y su interpretación del abrupto carácter de femme fatale enamorada de Marcello. Como soprano ligera encandiló con propiedad al público en el vals y el concertante mientras que la vistosidad vocal se vio inevitablemente más reducida en la tesitura más central y dramática hacia el final. En el rol de su enamorado, Roberto de Candia interpreta correctamente ese cariz de bruto bonachón que hace funcionar al personaje.
Tras el entreacto, el malvivir de los protagonistas se imbuye de realismo. El tiempo transcurrido les ha arrebatado la inmunidad a las aristas de las circunstancias, de modo que Rodolfo decide sacrificar su amor y dejar a Mimí para que ella encuentre a alguien que pueda costear el tratamiento de su enfermedad. Los sucesivos duetos que estructuran el cuadro son perfectamente equilibrados orquestalmente por Giampaolo Bisanti en ese punto que ralentiza los tiempos lentos entre la desilusión y la esperanza de los protagonistas y aplica las tensiones puntuales del tira y afloja cómico-belicoso de Musetta y Marcello. La buena labor del Coro del Liceu, ampliado con el Coro de cámara del Palau de la Música y del Coro infantil Amics de la Unió, y el discreto Colline de Goderdzi Janelidze, completaron el primer cast de esta producción.
Como decíamos, el director Àlex Ollé actualiza la ópera con una actitud que es más proclive a reflejarla en un espejo imaginativo radicado en el presente que a una pulcra recontextualización histórica y nos ubica en un París que podría ser cualquier ciudad, en una tragedia que podría ser, hoy, la de cualquiera de nosotros.
Ficha artística
La Bohème de G. Puccini. Rodolfo: Atalla Ayran. Schaunard:Toni Marsol. Benoît / Alcindoro: Roberto Accurso. Mimi: Anita Hartig. Marcello: Roberto de Candia. Colline: Goderdzi Janelidze. Musetta: Valentina Nafornita. Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu. Cor del Liceu (Dirección: Conxita Garcia). Dirección: Giampaolo Bisanti. Dirección de escena: Àlex Ollé. 21 de junio de 2021.