Rheingold Schwarz Bayreuth Por Luc Roger
Todas las infancias felices son iguales,
todas las infancias infelices son infelices a su manera.
Tolstoi
El punto de vista del director
El director austriaco Valentin Schwarz, tras asumir el reto de llevar a escena El anillo del nibelungo en Bayreuth, se propuso contar la tetralogía como si se tratase de una historia por entregas muy actual, a la manera de esas series que tanto gancho tienen en las plataformas. Según este concepto, en su Anillo se siguen las aventuras y desventuras de los miembros e invitados no deseados de una gran familia, episodio a episodio. Schwarz intenta sacar a la luz su pasado, haciendo hincapié en el tema de la infancia y, más concretamente, en los abusos coercitivos o sexuales sufridos durante esta etapa, para subrayar que (tal vez) un día u otro, la nada, el olvido, llega para todos. Contra la abundante escoria sulfurosa que deja la infancia, cada uno de los personajes intenta luchar con sus propias armas, sirviéndose del poder, las posesiones, la riqueza, la violencia, la belleza o los descendientes. Rheingold Schwarz Bayreuth
Con esta puesta en escena, Valentin Schwarz también quiere poner un espejo ante el público, con la esperanza de que tal vez éste, sintiendo empatía por cada uno de los personajes, ya sean aparentemente buenos o secretamente malos, ya sean cercanos y simpáticos o distantes y fascinantes, pueda comprender mejor al ser humano tal y como es en el siglo XXI, con sus defectos y los peligros que se crea a sí mismo. Considera que, desde el punto de vista moral, estamos compuestos por matices de gris; incluso los llamados malos tienen sus circunstancias y problemas que resolver.
Esta gran historia se presenta bajo una estética homogénea, sin querer imponer una visión del mundo cerrada, que vería los destinos como un simple drama de ideas. Al contrario, Schwarz ve el Anillo como una epopeya familiar en cuatro partes, y quiere que sigamos y observemos a los personajes, cada uno con una biografía diferente, a través del tiempo. Un mundo pasa, otro nace. El austriaco quiere que conozcamos a las personas en su tragedia y su comedia, con sus miedos y sus sueños, que se ven destrozados por la realidad.
Para más información sobre el director de escena y su punto de vista, leer aquí la entrevista que le realicé.
Mi análisis
Después de que los compases iniciales de Das rheingold sumieran la sala en la oscuridad, un vídeo de Luis August Krawen empezó a proyectarse sobre el enorme telón que ocultaba el escenario. Apareció lo que creíamos ser el destellante discurrir de las aguas de un río, en el que, sin embargo, pronto flotarían dos cordones umbilicales entrelazados y conectados a dos fetos supuestamente gemelos. Los fetos no tardaron en mostrarse violentos y vengativos, y asistimos a una pelea intrauterina en la que incluso hubo algún derramamiento de sangre. La infancia, el gran tema de la noche, ya estaba formulado: ¿pudiera ser que la rivalidad de los hermanos Wotan y Alberich, esa de la que ninguno saldrá victorioso, empezara dentro del feto materno? Rheingold Schwarz Bayreuth
El telón dio paso a una especie de piscina en la que las hijas del Rin están chapoteando. Luego Alberich hará lo mismo. Las niñas rodean el agua provistas de flotadores y balones de playa, y cerca de ellas se ve un niño solitario con ropa amarilla y un gorro. Las tres hijas del Rin parecen ser las monitoras de un campamento de vacaciones para niños y observan impasibles cómo Alberich renuncia para siempre al amor a cambio de poder y dinero. Pero en la producción de Valentin Schwarz, Alberich no se lleva el oro, sino al niño que después meterá en una jaula. Cabe señalar que, mientras que en español no se habla de «niños de oro», aunque podamos utilizar el apelativo «tesoro» para referirnos con cariño a una persona, la lengua alemana utiliza el adjetivo goldisch para designar a un niño adorable. Das Kind ist so süß, es ist so goldisch (Este niño es tan lindo, está hecho de oro).
Esta primera escena introduce de inmediato dos elementos clave de la puesta en escena que van a anular por completo la mitología wagneriana, para gran disgusto de muchos espectadores, y a subrayar el tema de la infancia. Ya no será el oro y el anillo el objeto de toda codicia, sino un «niñito de oro». Este niño, enjaulado y maltratado (¿Querrá Valentin Schwarz representar a Hagen de joven?), se venga de su destino como puede: le vemos rebelarse, destruir y vandalizar a lo largo de las escenas. Al borrar todos los elementos míticos, Valentin Schwarz insistirá en la abyección de las relaciones familiares que el mito, a través de la distancia que lleva implícita, permite revestir de un aura lejana las relaciones incestuosas presentes en el Anillo [Wotan comete incesto con su madre Erda, la madre de todos los dioses y de las valquirias, con su hermana y esposa Fricka, Siegmund y Sieglinge, hermano y hermana y amantes, Brünnhilde y Siegfried (tía y sobrino)]. Al convertir a los dioses en burgueses advenedizos y a los enanos del inframundo en simples humanos, niños obligados a trabajar, los hace cercanos a nosotros, y pone un espejo ante nuestros vicios e inmoralidades. Por ello, no es de extrañar que esta implacable lectura no sea del gusto del público. El abuso de los niños, su trabajo forzado y la pederastia son con demasiada frecuencia realidades sociales y familiares que preferimos ignorar y ocultar, y en las que la producción parece insistir.
Los decorados de Andrea Cozzi muestran el interior de una vasta y lujosa casa burguesa: paneles de madera, ricos suelos de parqué y muebles de lujo. Fafner y Fasolt son empresarios que se mueven en grandes todoterrenos y si son gigantes es gracias a sus cuentas bancarias. Alberich va vestido de rockero y no se presencia ninguna de las transformaciones o desapariciones que permiten el anillo o el mágico Tarnhelm. Los enanos de la mina son sólo niñas esclavas que se utilizan para fabricar juguetes con forma de caballo. Por eso, en la evocación musical de las escenas de la mina de oro, no se oye el estruendo de los martillos y las picas, sino el simple tintineo de los pequeños martillos utilizados por las niñas. Al final del prólogo, tampoco hay magia: el puente del arco iris y el suntuoso Walhalla son mínimamente evocados por la maqueta luminosa de una pequeña pirámide encerrada en un cubo de plexiglás. Rheingold Schwarz Bayreuth
Las numerosas personas que no están de acuerdo con los puntos de vista de esta puesta en escena sin duda encontraron consuelo en la actuación de los intérpretes.
La reacción del público
Suele ocurrir que una vez pasado el estreno, por muy tumultuoso que este haya sido, el público se calma un poco y, al no estar ya presente el director en el momento de los saludos, ya no expresa su descontento, o lo hace en menor medida. No fue el caso anoche, cuando, nada más caer el telón, se produjo otro clamor a gran escala, en el que los abucheos cubrieron rápidamente los bravos y los aplausos. Este apedreamiento acompañado de ruido y furia se dirigió principalmente contra la puesta en escena. Los cantantes fueron en su mayoría muy celebrados; ellas, sin excepción, y especialmente Elisabeth Teige (Freia), Christa Mayer (Fricka) y más si cabe Okka von der Damerau, la admirable Erda. Ellos, también, con la notable excepción de Egils Silins, que fue apreciado por unos y vilipendiado por otros, en igual combate. Daniel Kirch fue muy aplaudido, pero no tanto como el Alberich de Olafur Sigurdarson, quien se llevó una entusiasta standing ovation. La excelente orquesta no recibió el homenaje habitual, y el director Cornelius Meister no obtuvo más que una pataleta a modo de protesta. A la salida, había muchas caras de decepción y comentarios de desagrado: «¡En cuarenta años de Bayreuth, nunca he vivido una velada así!». Aunque también pude escuchar alguno apreciativo del tipo: «La verdad, esta noche me temía lo peor, pero este Rheingold me ha parecido emocionante y conmovedor… ¿Es normal?»
Anoche no hubo normalidad…. Rheingold Schwarz Bayreuth
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Festival de Bayreuth, a 10 de agosto de 2022. Das Rheingold, con música y libreto en alemán de Richard Wagner. Director musical: Cornelius Meister. Director escénico: Valentin Schwarz. Escenografía: Andrea Cozzi. Vestuario: Andy Besuch. Dramaturgia: Konrad Kuhn. Diseño iluminación: Reinhard Traub. Videoproyecciones: Luis August Krawen. Elenco. Wotan: Egils Silins. Donner: Raimund Nolte. Froh: Attilio Glaser. Logia: Daniel Kirch. Fricka: Christa Mayer. Freia: Elisabeth Teige. Erda: Okka von der Damerau. Alberich: Olafur Sigurdarson. Mimo: Arnold Bezuyen. Fasolt: Jens-Erik Aasbø. Fafner: Wilhelm Schwinghammer. Woglinde: Lea-ann Dunbar. Wellgunde: Stephanie Houtzeel. Floßhilde: Katie Stevenson.