El Teatro Real consolida su presencia en Nueva York

Por Carlos J. López Rayward

El Teatro Real de Madrid consolida su presencia en Nueva York con una gala concierto en el David Geffen Hall del Lincoln Center. Como ya hiciera el año pasado con su debut en el Carnegie Hall, la Orquesta Titular del Teatro Real congregó a la comunidad española e hispanohablante en Nueva York, en un lucido evento que celebró la influencia de la cultura española en el mundo.

El Teatro Real de Madrid en el David Geffen Hall de Nueva York. Foto: Teatro Real
El Teatro Real de Madrid en el David Geffen Hall de Nueva York. Foto: Teatro Real

Cada vez son menos los que fruncen el ceño cuando alguien asegura que el Teatro Real de Madrid es uno de los más importantes del mundo. La compañía ha sabido aprovechar la ventaja de ser uno de los pocos teatros que mantuvieron cierta actividad durante la pandemia para dar el salto definitivo a la primera división de la ópera mundial.

A ello ha contribuido la buena gestión artística y empresarial, el apoyo de los poderes públicos, pero sobretodo el público de Madrid. Fue el público el que salvó la ópera durante los años de sequía en el Teatro de la Zarzuela, y quien se organizó para dar vida al Teatro Real desde su reinauguración en 1997, a través de grupos de aficionados, algunos injustamente maltratados como la heroica asociación de Amigos de la Ópera de Madrid.

Después de décadas de asentamiento bajo la dirección artística de los recordados Emilio Sagi y Antonio Moral, la afición madrileña tuvo su terapia de choque en la etapa del director belga Gerard Mortier, donde se deshizo a marchas forzadas de sus inercias, y aprendió a confiar en sí misma sin temer a lo nuevo. Durante esta última década, Madrid ha demostrado ser un público curioso y generoso que ha sabido conversar con Joan Matabosch, actual director artístico del Real, para acompañar la programación siempre con gran interés.

Por eso deben tomarse en serio en Madrid la apelación al Teatro Real como el mejor teatro de ópera del mundo. Pues el mejor teatro requiere siempre la mejor afición.

La compañía no se conforma con el fértil suelo madrileño, y está a la búsqueda de nuevos públicos. Esa empresa le lleva a aparecer por segunda vez en el centro de la lírica de los Estados Unidos, el Lincoln Center de Nueva York, sede de la Metropolitan Ópera y la New York Symphony, entre otras.

La delegación española del Teatro Real de Madrid en el Lincoln Center. Foto: Teatro Real
La delegación española acompañó al Teatro Real de Madrid en el Lincoln Center. Foto: Teatro Real

EL Teatro Real ya no es un debutante en la Gran Manzana. La temporada pasada ya abrió brecha americana en el Carnegie Hall, y en esta ocasión regresa con más fuerza aún. Con su director general Ignacio García-Belenguer a la cabeza de la expedición, vimos a la comitiva bien arropada por el poder local madrileño, con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la delegada de Cultura Marta Rivera de la Cruz en representación del Ayuntamiento de Madrid, principal promotor del viaje.

Además, muchas de las empresas españolas más importantes con presencia en Nueva York han seguido manteniendo su apoyo a estas visitas del Teatro Real, por lo que la presencia del teatro en Manhattan, además de un acontecimiento cultural, supone también un encuentro empresarial que pone de relieve la influencia de España en los Estados Unidos. No obstante, el perfil de los asistentes al concierto de este año ha sido más cultural y menos ´ejecutivo´que el año pasado; buena señal de que el evento se empieza a tomar en serio.

El concierto incluyó en el programa oficial El amor brujo de Manuel de Falla, el Concierto para violonchelo de Antonín Dvořák, las dos suites de Daphnis et Chloé de Maurice Ravel, y la Suite Panambí de Alberto Ginastera. Junto con las propinas de Enrique Granados y Federico Chueca, la noche se alargó más de lo esperado, al punto que Juanjo Mena tuvo que cortar los aplausos finales para que diera tiempo a terminar la última propina, el Preludio de ¨El bateo¨.

Pablo Ferrández y Juanjo Mena en el David Geffen Hall de Nueva York. Foto: Teatro Real
Pablo Ferrández y Juanjo Mena en el David Geffen Hall de Nueva York. Foto: Teatro Real

Como prolija preparación para ¨El amor brujo¨, la primera parte del concierto contó con la Suite Panambí, Op1 de Alberto Ginastera, en la que encontramos a una orquesta elegante pero comedida, aún intentando ahormar la compleja acústica del David Geffen Hall.

El Concierto para violonchelo en si menor, Op.104 de Dvořák fue la excusa para presumir ante el público de Nueva York del gran intérprete madrileño Pablo Ferrández. Ferrández consiguió crear en el Geffen Hall el silencio de las ocasiones especiales. Con un Juanjo Mena por fin acomodado en el podio, la orquesta empezó a cantar empastada. Ferrández, por su parte, aún sigue perfeccionando su versión del Concierto, que presenta cada vez más con mayor calado expresivo, y una visión más decididamente personal. El madrileño no se conforma con hacer suspirar al chelo y servir las efectivas melodías de Dvořák, sino que apuesta por una poética mediterránea, y un descreimiento estilístico que rebaña los recodos de la partitura y arroja una luz nueva sobre la obra. La estusiamada respuesta del público de Nueva York estuvo, por tanto, justificada.

Esperanza Fernández y Juanjo Mena en el David Geffen Hall de Nueva York. Foto: Teatro Real
Esperanza Fernández y Juanjo Mena en el David Geffen Hall de Nueva York. Foto: Teatro Real

La inusual versión de 1915 de El amor brujo de Manuel de Falla estuvo monopolizada por una arrolladora Esperanza Fernández, algo nerviosa al principio, pero tan propositiva y auténtica que centró gran parte del interés de la pieza, si bien los músicos del Teatro Real estuvieron muy en estilo, destilando el perfume y la atmósfera que requiere la pieza del compositor gaditano. El embrujo gitano de Esperanza, descarnado y sin adornos, estuvo presente en la mirada y el gesto de la cantaora, que parecía poseída por sus antepasados, o acaso embrujada tras beber de las fuentes de Pastora Imperio, la primera intérprete de la obra. Esperanza bailó los pasajes orquestales, sin salirse nunca de los personajes, trayendo al Lincoln Center la verdad flamenca de los patios de Triana.

Siguiendo la línea exhaustiva del programa, el ballet de Maurice Ravel Daphnis et Chloé completó el concierto con las dos suites, de la que la primera, por menos frecuente y conocida, tuvo una relevancia especial. El público ya acusaba el cansancio por la larga velada, pero los músicos del Teatro Real no desaprovecharon las múltiples ocasiones de lucimiento individual que las suites ofrecen. Para entonces, Mena ya se había hecho con el nuevo auditorio, y dirigía como si lo conociera de toda la vida. Así, la sala se engolfó en la inescapable orquestación de Ravel, que Mena dosificaba sin prisas, con hipnótica cadencia.

No deja de tener su misterio cómo la Orquesta Titular del Teatro Real pudo acomodarse con tanta soltura a la traicionera acústica del Geffen Hall. En cualquier caso, ni el cambio horario ni la falta de ensayos hicieron mella en la mítica ductilidad del conjunto madrileño.

Juanjo Mena dirige a la Orquesta Titular del Teatro Real en el Lincoln Center. Foto: Teatro Real
Juanjo Mena dirige a la Orquesta Titular del Teatro Real en el Lincoln Center. Foto: Teatro Real

El Intermezzo de ¨Goyescas¨ de Enrique Granados fue la primera propina y quizá la pieza con más carne y textura del concierto. El Preludio de ¨El bateo¨ de Federico Chueca fue un festivo y caluroso cierre a una noche en la que el Teatro Real no dejó nada por decir.

El Teatro Real de Madrid vuelve a brillar en el centro musical más importante de los Estados Unidos, donde ya se espera el regreso de la compañía en los años próximos. Quizá algún día con una ópera completa.

OW


Nueva York, David Geffen Hall, Lincoln Center, a 16 de octubre de 2023. Orquesta Titular del Teatro Real de Madrid. Juanjo Mena, Director. Pablo Ferrández, violonchelo. Esperanza Fernández, cantaora.

Obras de Manuel de Falla, Antonín Dvořák, Maurice Ravel, Alberto Ginastera, Enrique Granados y Federico Chueca.