El Teatro Real ejecuta su ‘desamortierización’

Derribo en la Plaza de Oriente. Mientras Gerard Mortier recibe una sesión de quimioterapia en Alemania, la comisión ejecutiva del Teatro Real ejecuta su despido y el nombramiento de Joan Matabosch como nuevo director artístico. Aprovechando su ausencia por enfermedad, se da finiquito a una de las etapas más polémicas y más costosas de la institución con un movimiento similar al que fue contratado el director belga. En los estatutos del Teatro Real no se exige la contratación de sus cargos artísticos bajo la guía de un código de buenas prácticas, a pesar de estar gestionada por una fundación pública y de que el resto de instituciones dependientes de la Administración sí están obligadas a hacerlo.

El presidente de la Fundación teatro Real, Gregorio Marañón, atendió a este periódico y señaló que el proceso de selección empezó hace más de tres meses. Aunque no por convocatoria pública, tal y como dictan las buenas prácticas y el buen gobierno, y como se acostumbra a hacer en cualquier otra institución europea de categoría similar. “Es una selección que hace el patronato de puertas adentro. Del tema de la transparencia hablaría de dos tipos: está la de escaparate, esa que se hace para que se vea, y la otra la de hacer las cosas bien, para convencer. Todo lo que yo hago es transparente, pero no está sometido a un escaparate”, asegura Marañón.

El presidente cuenta que este proceso de eliminación y nombramiento “no puede estar sometido al escaparate”, porque algunos de los candidatos tienen otros trabajos y no desean que se sepa que están incluidos en un proceso de selección. “Este proceso lo ha dirigido el director general [Ignacio García-Belenguer] y guiado por mí mismo, junto con la comisión ejecutiva, que reunión tras reunión hemos ido eliminando candidatos”, así pasaron de ocho a quedarse con tres (dos extranjeros y Matabosch).

Mortier en la diana

Marañón asegura a El Confidencial que ha sido un proceso sin interferencias, “no ha habido la más mínima presión”. El destituido contradice las palabras del presidente: “Yo tengo todas las competencias, pero está claro que Recio [Miguel Angel, director del Inaem] y Lassalle [José María, secretario de Estado de Cultura] me detestan, y su deseo es que me vaya directamente. No estoy muerto actualmente, aunque a alguno le gustaría, y mi intención es presentar batalla», señaló Gerard Mortier a la agencia Efe.

El directo avisa que dará batalla. Dice que de ninguna manera aceptará que Lassalle y Recio le despidan. “Es siempre la misma casta. Los que tienen el poder deciden, y todos los demás por debajo. Mi problema con un hombre como Recio es que sólo quiere cortesanos. ¿Y Lassalle? ¿Quién es Lassalle? ¿Quién le conoce en el mundo de la cultura?, se preguntaba airadamente, pero no veía que esa casta es la que le nombró a él en 2010 bajo el mismo procedimiento: puñetazo en la mesa de despacho ministerial. Este periódico ha tratado de hablar con Recio, pero la Secretaria de Estado de Cultura, en su transparencia habitual, prefiere enmudecer y dejar que el tema se olvide.

La falta de transparencia y de buen gobierno vuelve a presentarse como una de las características propias de las principales instituciones culturales de este país. “La selección de Joan Matabosch pone de manifiesto, una vez más, que nuestras instituciones más importantes (Teatro Real, Museo del Prado, Museo Reina Sofía, etc.) carecen de verdaderos órganos de gobierno; que sus miembros son figuras puramente decorativas; que faltan las mínimas normas y políticas de buen gobierno; y que sus decisiones más importantes siguen estando en manos de políticos”, explica con rotundidad Javier Martín Cavanna, director de la Fundación Compromiso y Transparencia.

España no es Europa

Para este especialista el nombramiento del director artístico del Teatro Real es una de las decisiones más importantes que toma el Patronato, junto con la aprobación del presupuesto anual. En este caso llama la atención, a la luz de las prácticas de buen gobierno de una institución pública, la ausencia de una Comisión de Nombramientos.

“La relevancia de esta decisión es tan importante que los grandes teatros y auditorios musicales anglosajones la encomiendan a esta comisión especial, que propone al pleno del patronato los criterios y el proceso de selección del futuro director artístico. Esa comisión asegura la transparencia, objetividad y rigor en todo el proceso. En este caso, parece que la selección se ha realizado con una ausencia total de normas y políticas objetivas y transparentes”, aclara.

Martín Cavanna llama la atención sobre una interesante figura de la gestión cultural en el Reino Unido: el principio de Arm’s Lenght, en virtud del cual las instituciones como el Teatro Real no sufren la injerencia del poder político y gozan de plena autonomía en su gestión. “Sería absolutamente impensable que Antonio Pappano (http://www.roh.org.uk/about/the-royal-opera/antonio-pappano), director musical de la Royal Opera House (ROH) fuese nombrado por alguien de la Secretaría de Estado de Cultura del Reino Unido”, dice.

Deudas y dudas

A todo este berenjenal “marca” España hay que añadir las cuentas desastrosas del Teatro Real. La Intervención General del Estado ha dejado por escrito en el BOE que la institución no estaba haciendo lo suficiente por reducir el déficit en las cuentas de 2010 y 2011, los años Mortier. Este periódico ha publicado que diez de cada once montajes son deficitarios.

Alguno de ellos, extraordinariamente ostentoso, como el pomposo San Francisco de Asís. Marañón subraya que “hay producciones que tienen un elemento publicitario y propagandístico impagable, y por eso hay que intervenir en ellas”. “Esa es una ópera con retorno, con apariciones en medios, con proyección…”, el escaparate en este sentido sí es bueno y válido.

Marañón avanza que con el nombramiento se busca un perfil más “equilibrado” (y aclara “más tradicional”). Matabosch recuperará el belcantismo y hará más hincapié en las voces, apunta. El ex director del Liceo está curtido en estas lides, en un teatro similar al Real. “Y desde luego que conozca nuestro idioma y nuestra cultura”. ¿Y en catalán? “No me he planteado una ópera en catalán. Si hay una ópera en catalán con mucho interés, no vería ninguna razón para no programarla”.