Elektra en Munich con Evelyn Herlitzius: la Elektra definitiva

 

Elektra en Munich con Evelyn Herlitzius: la Elektra definitiva
Evelyn Herlitzius

Una representación de Elektra siempre tiene un atractivo especial y más si cuenta con un reparto y una dirección notables. No es de extrañar que la expectación fuera importante, ya que las tres protagonistas principales pueden considerarse como prácticas referencias actuales en sus respectivos roles. Me estoy refiriendo a Evelyn Herlitzius, Adrienne Pieczonka y Waltraud Meier. Bueno será recordar que este trío de excepcionales cantantes son las mismas que se pudieron ver el año pasado en el festival de Aix-en-Provence, donde obtuvieron un triunfo apoteósico. En Munich el resultado no ha sido como en la ciudad francesa, pero la causa no está en las tres mencionadas cantantes, sino en la producción y en la dirección musical. Ni Herbert Wernicke es Patrice Cherau ni Asher Fisch es Esa-Pekka Salonen. Algo parecido se podría decir de las Elektras de Dresde y Berlín en Enero de 2014, en las que el reparto era muy parecido (solo cambiaba Anne Schwanewilms por Adrienne Pieczonka), pero en la dirección musical estaba un fabuloso Christian Thielemann.

Munich ha vuelto a ofrecer la producción de la casa, que se estrenara en 1997 y que ya había tenido yo ocasión de ver en años anteriores. La producción se debe al desaparecido Herbert Wernicke y resulta poco convincente. Se podría decir que más parece una ópera en concierto que una producción escénica propiamente dicha. La escenografía ofrece un gran un plano inclinado giratorio que cierra el escenario, de modo que la acción se desarrolla siempre en corbata, excepto los dos únicos momentos

en que se abre el mencionado plano inclinado: la aparición de Klytämnestra y los acordes finales. Cuando se abre la escena aparece una escalera como único elemento decorativo. En corbata no hay sino una escalera metálica a la izquierda, unida a un palco de proscenio, por donde llega Orestes, y una especie de roca a la derecha, de donde nunca se mueve Elektra.. Vestuario bastante convencional: Elektra con túnica oscura, Chrysothemis de blanco y Klytämnestra en tonos rojos, mientras Orestes lleva un traje de tiempos actuales. La iluminación tiene cierto interés, siendo todos los aspectos mencionados (escenografía, vestuario e iluminación) del propio Herbert Wernicke. Aunque no figura en los créditos del programa, supongo que la dirección escénica habrá corrido una vez más a cargo de Bettina Göschl. Al desarrollarse prácticamente toda la acción en un espacio tan reducido, resulta muy estática.

En mi larga experiencia asistiendo a representaciones de Elektra, he llegado a la conclusión que esta ópera, como muy pocas, necesita un gran director musical. Cada vez que un director excepcional está al frente, el resultado es brillantísimo. Cada vez que dirige un maestro de menor categoría, las cosas no funcionan y asistimos a un festival de decibelios. Esto es lo que ha ocurrido en esta ocasión, en la que el director israelí Asher Fisch ha ofrecido una lectura muy alejada de las magníficas que nos ofrecieron los mencionados Thielemann y Salonen. Elektra tiene momentos de un lirismo espectacular, particularmente el reconocimiento de Orestes por Elektra, pero aquí, como tantas veces, pasó desapercibido. Huelga decir que el exceso de decibelios no aportó nada y perjudicó claramente a los cantantes, especialmente a Klytämnestra. La dirección de Asher Fisch tuvo además el inconveniente de no permitirnos disfrutar  de la estupenda Bayerisches Staaatsorchester, como lo hemos hecho en estos mismos días con Philippe Jordan.

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Evelyn Herltizius fue Elektra y nada descubro diciendo que estamos ante la protagonista definitiva del personaje. La soprano alemana no es de las que se pueden tomar por partes, ya que se le pueden poner pegas en aspectos parciales, pero su intensidad interpretativa, su poderío vocal y su capacidad de transmitir emociones al público son únicas. Una Elektra para recordar, como, por otro lado, son todas las suyas.

La soprano canadiense Adrienne Pieczonka fue una magnífica Chrysothemis tanto vocal como interpretativamente. La voz sigue siendo muy adecuada al personaje, con un centro de gran calidad, gran homogeneidad a lo largo de toda la tesitura y una gran capacidad comunicativa. Tanto Elektra como Chrysothemis dejaron el listón tan alto que será muy difícil que otras intérpretes lo superen.

Waltraud Meier fue una vez más Klytämnestra y volvió a demostrar que ella pertenece al club exclusivo de los verdaderos artistas. La pega que se le puede poner es la de siempre, es decir, que Waltraud Meier no es la contralto que pide el personaje. Evidentemente, no se puede cantar Isolde, personaje para soprano, y Klytämnestra casi seguidas una y otra. A la discutible adecuación vocal hay que añadir la tralla que salía del foso y que hacía que las notas bajas de Waltraud Meier tuvieran grandes dificultades para llegar al auditorio.

El bajo alemán Gunther Groissböck fue un notable intérprete de Orest, muy adecuado vocalmente y solemne en escena. Fue un muy buen complemento a un trío de mujeres excepcional. Cumplió bien el tenor Ulrich Ress como Egisto.

Los personajes secundarios lo hicieron francamente bien, con un grupo de Criadas excepcional, especialmetne la 4a y la 5a, interpretadas por Eri Nakamura y Golda Schultz, un auténtico lujo en ambos casos. Sus compañeras eran Okka Von Der Demerau, Rachel Wilson y Heike Grötzinger. La Jefa de las Criadas era, como es habitual aquí Irmgard Vilsmaier. Muy adecuadas también la Portadora el Manto (Anna Rajah) y la criada de Klytämnestra (Marzia Marzo). Bien también el Preceptor de Orestes (Christoph Stepheninger), así como los criados de Orestes, el joven (Kevin Conner) y el viejo (Peter Lobert).

Una vez más, lleno total en el teatro. El público dedicó una acogida triunfal a los 4 principales protagonistas, especialmente a Evelyn Herlitzius y a Adrienne Pieczonka. Asher Fisch fue recibido con aplausos y abucheos.

La representación comenzó con los consabidos 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 40 minutos, sin interrupción. Lectura algo más rápida que lo habitual. Ocho minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 132 euros, habiendo butacas de platea desde 74 euros. La localidad más barata con visibilidad plena era de 30 euros.

José M. Irurzun