El Teatro de la Maestranza de Sevilla se llenó de color y alegría para recibir uno de los montajes más festivos y efectistas de los últimos tiempos: L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti en la visión escenográfica de Víctor García Sierra, con producción de Nausica Ópera Internacional. Para ello han contado con una colaboración de excepción: la del pintor colombiano Fernando Botero, en cuyos diseños de la serie “El circo” se han basado para diseñar todo un mundo de color en el que los personajes de Donizetti se desenvuelven a la perfección.
No es la primera vez que se acude a la pintura como motivo de inspiración. Sin ir más lejos, la pasada temporada pudimos ver en la Maestranza una original escenografía para Tosca de Puccini realizada por Francisco Azorín que utilizaba cuadros de Zurbarán. Sin embargo, el trabajo de Víctor García Sierra va mucho más allá, pues ha dotado de vida a los personajes de Fernando Botero, y los ha convertido en los protagonistas mismos de L’elisir d’amore. Así, la generosidad, la sensualidad y el color de los modelos boterianos cobran vida y se transforman en Adina, Nemorino y Belcore, el triángulo amoroso de esta comedia. Además, lo hace en un ambiente circense, en el que, en palabras del escenógrafo, “se nos da la posibilidad de unir todos los contrastes, desde los más sutiles hasta los mas violentos, haciéndolos parecer bellos y naturales”.
El resultado fue espléndido, y desde el primer compás los asistentes a esta particular visión de L’elisir d’amore nos vimos inmersos en un maravilloso mundo de color por el que desfilaron icónicamente los personajes de Botero para hacer las delicias del espectador, que se convierte en parte de un público que acude a la representación. Una amplia carpa ocupaba el centro del escenario, y en torno a ella los personajes iban abriendo sus corazones y mostrando sus pasiones, sus debilidades y sus miserias. Junto a los cantantes y al cuerpo coral se encontraban también figurantes, que a modo de trapecistas, malabaristas o clowns ambientaban a la perfección la acción de la ópera.
En lo musical este Elixir de amor en la Maestranza también sorprendió la velada por la calidad interpretativa a todos los niveles. Sin lugar a dudas, el nombre propio de la noche fue el de María José Moreno, que en su papel de Adina agradó por su chispeante interpretación en lo actoral y su perfección en lo vocal. Sin tener una voz de gran potencia, su voz es grande en técnica y control, cualidades que puestas al servicio de un papel tan complejo en matices como el de Adina resultaron de una efectividad sublime. Desde la cavatina “Della crudele Isotta” al aria final “Prendi, per me sei libero” la soprano María José Moreno mantuvo un alto nivel interpretativo en cada intervención, con una voz siempre equilibrada y con un desarrollo tímbrico bastante amplio, acorde con las circunstancias de cada escena.
También resultó una gran voz la de Joshua Guerrero en su realización de Nemorino. Sin duda, la famosa romanza “Una furtiva lagrima” fue el culmen de su actuación, en donde recibió bravos y aplausos; pero la bondad de este tenor reside en mantener la tensión y el carácter adecuado a cada escena en una ópera prácticamente consagrada a su papel. Los dúos con Adina “Chiedi all’aura” o “Esulti pur la barbara” fueron magníficos y cargados de emotividad, reflejando no sólo la bondad interpretativa de ambos cantantes sino también la buena química escénica que desplegaron.
Entre los demás papeles de la trama el tercero en discordia, el sargento Belcore que desea el amor de Adina a toda costa, resultó más discreto. Massimo Cavaletti defendió bien su papel, aunque su timbre seco y algo brusco ensombreció su actuación; aún así, contó con grandes momentos en los careos con Nemorino, tales como “Come Paride vezzoso”, “In guerra ed in amor” o “La donna è un animale stravagante”, en los que sin embargo adoleció de la perfección necesaria para ser un digno alter ego del protagonista. Por su parte, el Doctor Dulcamara estuvo interpretado por Kiril Manolov con altas dosis de comicidad y expresividad, si bien falto de potencia y elasticidad en algunos momentos. Por último, el discreto papel de Gianetta fue magníficamente interpretado la soprano Leonor Bonilla.
También merece una mención especial el Coro del Teatro de la Maestranza, que sin duda contribuyó con su realización musical y actoral al éxito de la producción. Siempre oportuno, y con un despliegue de vestuario acorde con el colorido de la escenografía, su presencia es crucial en varias escenas de conjunto. Junto a éste, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, bajo la dirección de Yves Abel, dio una interpretación magistral de la parte instrumental, que en esta ópera no se limita a servir de necesario sustento a las voces, sino que además ambienta las distintas acciones con aires marciales, comparsas, danzas y aires festivos.
Todos los elementos argumentales y musicales ideados por Donizetti y reinterpretados por la original visión de García Sierra dieron como resultado un verdadero espectáculo que no dejó indiferente al público asistente, que unánimemente se puso en pie para ofrecer una prolongada ovación al final de la obra, siendo éste el mejor regalo que un artista puede recibir en la noche de cierre. Enhorabuena a todos, y a la Maestranza por este éxito de público y crítica.
Gonzalo Roldán Herencia
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