Un Elixir con luces y sombras en Munich

Un Elixir con luces y sombras en Munich
Un Elixir con luces y sombras en Munich

Este viaje a Munich tiene por objetivo asistir a la nueva producción de Lady Macbeth de Mtsenk con Kirill Petrenko en el podio. A esto se une una Turandot en una producción de La Fura dels Baus, que contaba con la presencia como protagonista de Nina Stemme, aunque lamentablemente ha cancelado. Como aperitivo, un Elisir d’Amore, que ha contado con una rutinaria dirección musical, una producción divertida y ya conocida, y un reparto vocal con luces y sombras.

De todos es sabido que L’Elisir d’Amore es una ópera bufa, aunque tiene momentos de un extraordinario lirismo. Esta producción de David Bösch, estrenada hace 7 años en este teatro, intenta, y en gran parte consigue, divertir al público a base de gags, unos mejor conseguidos que otros. Bösch traslada la acción a la segunda guerra mundial en un pueblo playero del sur de Italia, que se ve alborotado por la inesperada llegada de paracaidistas americanos por tierra y aire. A partir de ahí es todo una sucesión de ocurrencias, entre las que destaca la aparición de Dulcamara en un enorme artilugio en forma de gran bomba, echando humo por todas partes, más digna de una atracción de feria que del carromato de un charlatán. El Elixir que vende Dulcamara no va en botella sino en una ducha portátil, lo que puede ser original, pero resulta bastante poco adecuado, además de crear problemas en escena. Hay un juego divertido que consiguen los miembros del coro en la fiesta de los esponsales de Adina con unos globos, y resulta divertida la despedida de Adina y Nemorino montados en lo alto de la gran bomba de Dulcamara.

La escenografía de Patrick Bannwart ofrece un escenario vacío, con unos postes de teléfono, llenándose los espacios con tarimas y el artilugio de Dulcamara. Vestuario adecuado de Falko Herold y buena la iluminación de Michael Bauer. La dirección escénica tiene sus momentos interesantes, sacando un gran partido a la figura de Giannetta, casi siempre en escena y que se gana las simpatías del respetable. Muy bien hecha la escena de la seducción de Nemorino por las chicas del pueblo. No todo funciona bien, resultando comprometido hacer cantar a Nemorino su gran aria subido a un poste de teléfono, quizá espectacular, pero no parece oportuno crear dificultades adicionales en un aria tan esperada y difícil de cantar. En mi opinión hay exceso de movimiento y bufonería en escena, especialmente por parte de Nemorino, como si el director de escena quisiera arrancar carcajadas a toda costa. Me pareció mucho más comedida y adecuada la actuación de Adina. En fin, una ópera bufa que divierte al público.

Si la parte escénica funcionó una vez más de modo satisfactorio, no diré lo mismo de la dirección musical, que estuvo encomendada al italiano Daniele Callegari. Su lectura me ha parecido no más que correcta, ya que al menos las cosas han estado controladas, pero ha faltado ligereza y alegría, habiendo sobrado en más de una ocasión volumen orquestal. La Bayerisches Staatsorchester tampoco brilló mucho. Correcto el Coro de la Bayerischen Staatsoper.

Nemorino fue interpretado por el tenor brasileño , que ganara el segundo premio en el Concurso Viñas en la edición de 2011, pasando a formar parte de la compañía de Stuttgart, donde ha venido cantando con éxito a partir de entonces. La impresión es positiva, al ofrecer una voz atractiva y homogénea de tenor lírico–ligero, que canta y se mueve bien. En su gran aria resultó un tanto monótono, al ofrecer poca variedad de colores en su canto. En conjunto, fue una buena actuación.

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Lo mejor del reparto estuvo en la Adina de la soprano sudafricana Pretty Yende, muy adecuada al personaje, con una voz de calidad, buena línea de canto, sin problemas por arriba y con buena desenvoltura escénica. Si no me equivoco, era su debut en Munich y seguro que volveremos a verla en el futuro.

El charlatán Dulcamara era el bajo-barítono uruguayo Erwin Schrott. Me adelanto a decir que concibo el personaje como para ser interpretado por un bajo bufo en la gran tradición italiana y Schrott no responde precisamente a ello, sino que su voz es más importante y resulta adecuada para otro repertorio. Había tenido ocasión de verle anteriormente en el personaje en la producción de Damiano Michieletto (Valencia y Madrid) y no me convenció, aunque su personaje me resultó más adecuado entonces, ya que Dulcamara no era sino un traficante de drogas y ahí los aires chulescos de Erwin Schrott resultaban más creíbles. Aquí Dulcamara es el puro charlatán de siempre y encontré a Schrott fuera de lugar, buscando siempre protagonismo y abriendo sonidos como para demostrar que tiene una voz importante. No es eso lo que yo espero de Dulcamara y su interpretación me resulta poco adecuada por más que el público no esté de acuerdo con mis apreciaciones.

Lo peor del reparto fue el barítono ucraniano Andrei Bondarenko como Belcore. La voz tiene amplitud y parece obsesionado con que se le oiga por toda la sala. No hubo sino decibelios y mal gusto.

La irlandesa Tara Erraught se ganó las simpatías del público con una actuación estupenda en la parte de Giannetta. Es una buena cantante y una actriz magnífica.

El Nationaltheater estaba lleno y con demanda de localidades a la entrada del teatro. El público se mostró cálido con los artistas en los saludos finales, con sonoros bravos para Pretty Yende, Erwin Schrott y Atalla Ayan.

La representación comenzó con los habituales 5 minutos de retraso en este teatro y tuvo una duración de 2 horas y 41 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 8 minutos, algo más lenta que lo habitual. Nueve minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 132 euros, habiendo butacas de platea desde 74 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 30 euros.

José M. Irurzun