GIUSEPPE VERDI: “Giovanna d’Arco”. Anna Netrebko, Francesco Meli, Carlos Álvarez, Dmitry Beloselskiy, Michele Mauro. Coro y Orquesta del Teatro alla Scala. Dirección musical: Riccardo Chailly. Dirección escénica: Moshe Leiser & Patrice Caurier. Decorados: Christian Fenouillat. Vestuario: Agostino Cavalca. Iluminación: Christophe Forey. Vídeo: Étienne Guiot. Coreografía: Leah Hausman. Dirección de vídeo: Patrizia Carmine. Grabación en vivo: Milán, Teatro alla Scala, 23-XII-2015. DECCA 074 3967 (1 DVD).
De entre los primeros títulos de Giuseppe Verdi, Riccardo Chailly siempre ha mostrado un especial cariño por “Giovanna d’Arco”. Ya la propuso en sus años al frente del Teatro Comunale de Bolonia, en una producción que llevaba el inconfundible sello del cineasta alemán Werner Herzog, con la efímera soprano norteamericana Susan Dunn (una estupenda voz “spinto” que duró muy poco) y un memorable Renato Bruson en una de esas figuras paternales que tan bien se le daban al compositor. El maestro milanés quiso ofrecerla también en su presentación oficial como “maestro scaligero”, para lo cual el intendente Alexander Pereira contó con sus directores de escena fetiches, Moshe Leiser & Patrice Caurier, bien conocidos por sus trabajos en Zurich y Salzburgo con Cecilia Bartoli, y que aquí firman uno de sus mejores montajes.
Claro que el personaje de la doncella guerrera que se debate entre su deber de salvar a la patria y la lucha interna que libran en su cabeza las fuerzas del bien y el mal, las llamadas místicas de las voces angelicales y unos diablillos que más que miedo dan risa, es muy agradecido. Como la idea de que todo (incluso las batallas o la coronación del rey ante la catedral de Reims) parezca un sueño de la protagonista, recluida en un sanatorio para enfermos mentales.
Apoyada en la vibrante dirección musical, Anna Netrebko logra situarse entre las grandes defensoras del papel: Renata Tebaldi, Katia Ricciarelli, Montserrat Caballé (en uno de sus más aplaudidos registros fonográficos)… La artista rusa sabe utilizar sus propias armas, como son la opulencia -y el control- de sus imponentes medios vocales, la rotundidad de los acentos y una absoluta entrega escénica. Francesco Meli, cada vez más afianzado en este repertorio, es un monarca transformado en un muñeco de purpurina, lo que le da un punto aún mayor de irrealidad. Carlos Álvarez es todo un lujo como Giacomo, convirtiendo cada una de sus intervenciones en un placer auditivo por el derroche de medios y ese poderío vocal tan inconfundible, además de su rotunda presencia.
Todos ellos contribuyeron a que esta ópera volviera a triunfar en el lugar mismo de su creación, 150 años después.
Rafael Banús Irusta