En torno a María Por Carlos Orejas
El sugerente programa traído a Madrid por Hespèrion XXI y La Capella Reial de Catalunya el pasado 16 de abril dio una pincelada de color al ciclo Universo Barroco del CNMD de la presente temporada 21/22. Ni que decir tiene que un concierto como éste queda fuera del aparente objeto de un ciclo dedicado a la música barroca, entroncando más bien con la idea de universo que con la de Barroco que el nombre sugiere. Y es que un ciclo como éste tiene como fin presentar músicas que están fuera del habitual repertorio canónico llamado “música clásica”, dedicándose a repertorios de otras épocas y a menudo encuadrándose en lugares y contextos culturales infrecuentes, como es el caso del concierto que nos ocupa. En torno a María
Jordi Savall, en las breves pero exquisitas notas al programa, nos habla de la devoción a María como vector de difusión cultural de oriente a occidente y del concepto de pervivencia a través de la transculturalidad, lo que convierte a este concierto en un acto de contemplación de algo que se encuentra fuera de nuestro tiempo y del lugar; tal como Boecio describió, la música humana e instrumental se convierte en algo que evoca la de las esferas, la de los cielos y los elementos, esa música inaudita que resuena en el universo desde el principio de los tiempos y que es reflejo de su armonía constitutiva. Al fabuloso grupo vocal de La Capella Reial de Cataluña preparados por Lluís Vilamajó, cuyo trabajo hay que destacar, se une Hespèrion XXI, ambos bajo la dirección de Jordi Savall, cuyo poder de convocatoria llenó casi por completo la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Madrid. En torno a María
Ni que decir tiene que el concierto no fue un acto de purismo: la fusión y la creación de un universo musical profundamente evocador –muy cercano a lo crossover– se abrió con una albada bereber a cargo de Savall, interpretada al rabab con un gran lirismo intimista de carácter rapsódico en lo rítmico, secundado a la percusión por el inestimable Pedro Estevan. Esta pieza creó una atmósfera hipnótica que se prolongó a lo largo del concierto. Siguió la cantiga Santa Maria, strela do dia, con una instrumentación tan rica como aventurada. El sonido de instrumentos como el kanun, las flautas, el salterio y el tintineo de las campanas nos metió de lleno en el concierto, estrenando la participación vocal de un conjunto de once hombres y mujeres, de emisión vocal colorista y evocadora, aunque no siempre de dicción clara. Las notas tenidas a modo de bordones de los cantantes, el canto antifonal a varios coros y el uso del procedimiento polifónico del discantus ayudaron a trasladarnos a otros lugares y a otra época a través de la reconstrucción de un paisaje sonoro lejano en el tiempo. Siguió una rota, interpretación instrumental de la cantiga 353 en las que sonaron las flautas siempre ágiles de Hamon, el dulcimer y el sacabuche, anacronismo que es compensado por el colorismo que aporta, ya que esta versión antigua del trombón tardará aún casi cien años en ser utilizado.
Savall ha decidido, dada la apertura interpretativa que el misterio de los códices permite, interpretar de manera totalmente instrumental algunas de las cantigas cuyo ritmo invita a ello, ya que muchas de las primeras danzas eran cantadas y se bailaba siguiendo el ritmo de la palabra. La primera de cada grupo de cuatro cantigas se hizo de manera instrumental, preludiando el ambiente de ese conjunto de piezas, permitiendo un protagonismo del fantástico grupo de instrumentistas y dando descanso a las voces. La CSM 383 O fondo do mar cerró este primer grupo de cantigas que utilizó un preludio evocador a cargo del organettista Guillermo Pérez, añadiendo posteriormente al canto polifonía inexistente en el original, que convirtió la pieza en un conductus según la costumbre de utilizar procedimientos polifónicos como un medio de amplificar el contenido expresivo de una melodía y el significado del texto. La zanfona medieval (organistrum) y un instrumentario rico que constó de salterio, kanun, ud y sacabuche crearon un rico colchón sonoro al conjunto vocal que cantó la melodía de manera antifonal, alternándose entre grupos de solistas. En torno a María
El segundo grupo de cantigas fue abierto por una ductia, versión instrumental de la 123, danza medieval en la que destacó la utilización de la chirimía, acompañada por el organetto, lira de arco, arpa y laúd morisco (ud). Rosas das rosas fue la siguiente de las cantigas, en la que comenzó en solitario Lawrence-King, con un bellísimo preludio sobre las melodía al salterio, al que posteriormente se unió Savall a la lira de arco y el resto de solistas. La tercera y cuarta cantigas se interpretaron de manera instrumental como sendas danzas (istampitta y rota), cuya interpretación viva tanto nos recordó a los actuales jigs, reels o muiñeiras, y que fueron resueltas con fuego por los instrumentistas, resultando especialmente expresivo el arco parlante de Savall y el sugerente acompañamiento, casi ambiental, de kanun, organetto, salterio, sacabuche y laúd morisco. Cerró este ciclo de piezas Pode por santa Maria, en el que destacaron los solos de salterio de Lawrence King y de las voces masculinas, que se mostraron a lo largo de la cantiga, ya sea como coro o como solistas, sonando en alternancia. Fue interesante el uso de la chirimía en algunos estribillos interpretados instrumentalmente y la pequeña escenificación que hicieron coros y solistas.En torno a María
El tercer grupo de cantigas se abrió con un Rotundellus instrumental que utilizó el rabab haciendo bordones como colchón sonoro sobre el que participaron arpa, organetto, dulcimer y chirimía. Siguió la cantiga Muito faz grand´ erro –interpretada en exclusiva por voces femeninas- , con la que el concierto alcanzó su punto culminante. La versión añadía a la melodía original otra voz mediante el organum paralelo. La instrumentación hizo un uso muy sugerente de arpa, organetto, flautas dulces y axabeba (travesera medieval) al que se añadió dulcimer, laúd morisco, lira, arpa, kanun y organetto, que en una apreciación crossover, dio unas notas ambient recordándonos músicas de autores tan distintos como Mike Oldfield o Morton Feldman por su atmósfera profundamente hipnótica. Siguieron las cantigas 77 y 119, interpretadas como un saltarello vivo en el que participó todo el ensemble instrumental. Terminó este grupo la cantiga Miragres fermosos, con un preludio de Lawrence-King acompañado por Pedro Estevan, en la que se alternaron hombres y mujeres en la interpretación del estribillo y las estrofas respectivamente.
El último grupo lo abrió un Lamento, una especie de reinterpretación instrumental como planctus o endecha de la 142, en la que cabe reseñar la interesante heterofonía de la lira de Savall y el arpa de Lawrence-KIng unidas al tintinnabulum de las campanas y al kanun. Siguió la cantiga 400, de loor a la virgen, estrófica -sin estribillo-, en la que destacaron las chirimías y la zanfona. La 400 -interpretada como ductia– dio rienda suelta a la lira de arco de Savall, que tocó a solo con gran expresividad, acompañado de kanun, salterio, organetto, dulcimer, zanfona, axabeba y pandero, intentando explotar todas las posibilidades coloristas del ensemble instrumental. La última de las cantigas del concierto, Pero que seja a gente, sacó a relucir todo el armamento expresivo del grupo tanto instrumental como vocal, con diversas agrupaciones y alternancias, esta vez para culminar con la participación de todos los músicos dando fin a un gran concierto. Como propina, Savall interpretó junto a su grupo ‘Cuncti simus concanentes’ del Llibre Vermell de Montserrat, derribando la barrera entre músicos y público al que animó -cual coro improvisado- a responder con la antífona ‘Ave Maria’. Así se despidió el concierto en el que el público colmó de ovaciones a los músicos en escena.