El director de orquesta Francisco-Antonio Moya (Valdepeñas, 1975) se ha convertido en uno de los adalides de la música clásica en La Mancha. Fundador de la Orquesta Filarmónica de La Mancha (OFMAN) en 2007, le ha hablado a María Pardo de esta formación musical y de su trayectoria profesional en una entrevista celebrada el 15 de septiembre de 2021. Entrevista a Francisco-Antonio Moya

¿Cuáles fueron tus principales objetivos al fundar la Orquesta Filarmónica de La Mancha, hace 14 años?
Fueron varios. Te mencionaré los tres más importantes, empezando por el de dar salida e impulso a los músicos de esta región, donde ya teníamos varios conservatorios formando a jóvenes pero no había muchas opciones para trabajar en una orquesta. Gracias a este proyecto de orquesta que presentamos en 2007, los jóvenes tienen hoy más facilidad para acceder a una experiencia real y continua, para sumar repertorio y para labrarse otras posibilidades para su futuro profesional. Unido a este objetivo estaba el de ofrecer música, utilicemos el término “clásica”, a la población de esta región que siempre ha estado ahí, ávida de propuestas culturales. El objetivo era satisfacer y hacer crecer el número de aficionados. Y el tercer punto, importantísimo, era crear conciencia entre las administraciones y empresas sobre la necesidad de apoyar económicamente las iniciativas en el mundo de la música. Los tres objetivos se han cumplido y cada año vamos a más.
¿Y este proyecto se te ocurrió de la noche a la mañana?
¡No! (risas), yo estudié la carrera de dirección de orquesta en Madrid, durante cinco años y después continué preparándome con cursos en España y en el extranjero. No quería ser imprudente y lanzarme en algo para lo que todavía no estaba preparado, aunque nunca se está preparado del todo. En aquel 2007 decidí dar el paso, junto a un equipo de 4 personas, y arrancamos el proyecto de la OFMAN buscando apoyos, porque el proyecto estaba claro: tener conciertos en firme con fecha. Esa tenía que ser la razón para reunir a músicos y ensayar; una fecha del calendario con una actuación pública y remunerada. El apoyo financiero lo encontramos en la obra social de la Caja de Castilla-La Mancha, quienes confiaron en nosotros aun sin haber realizado ningún concierto, y nos dieron aquel año dos fechas. Fueron dos Conciertos de Navidad, que se saldaron con un gran éxito de público.
Como un sembrador, tú viste un campo fértil para el nacimiento de una orquesta y plantaste la semilla.
Sí, claro, algo así. Parece fácil pero, como ya te mencioné, aquel era un momento en que fue como tirarse sin paracaídas y a la espera de saber volar. Un poco de egoísmo o sana ambición hubo en ese inicio. Yo quería dirigir y sabía que no me iban a invitar a hacerlo si no tenía experiencia, por lo que decidí formar una orquesta en donde tanto se la estaba echando en falta. En esa tierra donde nací y crecí, La Mancha, pensar en una orquesta era una quimera. Y esto tiene una parte negativa y también una positiva. En el “desierto musical” de La Mancha, la orquesta se convirtió en un oasis y como la tierra, en el fondo, era fértil, es decir, había un público sediento de música en directo, los frutos se dieron y se siguen dando. Viendo en retrospectiva estos más de catorce años, los hechos son que la OFMAN nació, se ha desarrollado y crecido. Ahora, cuando llego a la sala de ensayos de la OFMAN, por ejemplo para un ensayo de Aida, con los músicos y el coro, veo 60 coches en el aparcamiento y pienso, con humildad, “esto está funcionando hoy porque yo tuve el valor de iniciarlo”. Estoy convencido de que esta experiencia podría repetirse en otros lugares de España.
¿Qué pasos siguieron para consolidar la presencia de la OFMAN?
Buscamos y conseguimos estar presentes en la programación de la red de teatros de Castilla-La Mancha, ofreciendo conciertos, y después comenzamos a recibir las llamadas de compañías privadas de ópera y zarzuela, con las que hemos colaborado y desarrollado buena parte de nuestra programación habitual. Fue muy difícil y a veces casi caímos en el desaliento. El proyecto nació coincidiendo con aquella tremenda crisis económica y de lo que más teníamos era entusiasmo y confianza en nosotros mismos… Sabíamos que nuestra propuesta cultural no es la más demandada por el público y que debíamos luchar por conseguir adeptos. En 2008 tuvimos seis conciertos y año tras año esa cifra ha ido aumentando. Este año estamos cerrando con una cifra cercana a 50 presentaciones, un volumen mayor que orquestas como la Sinfónica de la Región de Murcia o la Orquesta de Córdoba y a la par de la Orquesta Ciudad de Granada, que cuenta con un presupuesto oficial muy superior a la OFMAN. Nuestro presupuesto es nuestro trabajo, lo que conseguimos con las presentaciones es la fuente para el sostén y mantenimiento de la OFMAN.

Has dicho que había un público sediento, pero que también había que ganar nuevo público. ¿Cómo fue la programación en los inicios de la agrupación?
Saber programar al inicio de la OFMAN era crucial. Para atraer oyentes, buscamos un repertorio equilibrado de música sinfónica, que es muy amplia, porque puede ser Beethoven y también puede ser Queen. Estoy hablando de música sinfónica y no solo de la música que llamamos “clásica”. Eché mano de muchos arreglos, algunos de ellos hechos por mí mismo. En 2007, una orquesta me encargó arreglos de unas obras sinfónicas que se habían estrenado en el Auditorio Nacional de Madrid. Esos arreglos, para orquesta y cuatro solistas líricos, me sirvieron para arrancar nuestro proyecto de orquesta y de conciertos. Estoy hablando de música muy popular, como las canciones My way, Yesterday, Amapola, México lindo y querido y unas canciones napolitanas. Básicamente este fue el programa de nuestros dos primeros conciertos en 2007. A partir de eso, poco a poco, hemos ido incorporando un repertorio más “clásico”, con obras de Beethoven, De Falla, Shostakovich o Mozart, entreverado con música de cine y también mucha presencia del repertorio lírico (zarzuela, ópera, opereta). En La Mancha, la zarzuela es muy bien acogida, y también la ópera. En estos años hemos hecho más de 10 títulos de zarzuela y 20 de ópera, así como 3 musicales. El año pasado fue el año Beethoven y programamos sus sinfonías Novena y Primera. La capacidad camaleónica de la OFMAN para adaptarse a las circunstancias es parte de su éxito. Si el espacio de la sala o las condiciones económicas no hacen posible tener a una orquesta de 40 músicos, acudimos a arreglos para que con 18 músicos pueda funcionar un determinado programa. Y si alguien piensa que eso no es lo ideal, ¿acaso es ideal dejar a una población sin acceso a espectáculos líricos o a conciertos de música sinfónica? Estos terribles meses de pandemia nos han empujado a adaptarnos a las circunstancias que nos han tocado, porque la música, el arte, deben seguir latiendo. La historia de la música está plagada de estos ejemplos; compositores en momentos de abundancia hacían obras con orquestas gigantes y en períodos problemáticos reducían sus plantillas, y sus pretensiones. Puedo citar a Igor Stravinski, que compuso La consagración de la primavera, para una plantilla orquestal extensa, poco antes del desastre que fue la Gran Guerra y al final de esa terrible contienda, presentó otra obra, Histoire du soldat, para un grupo de cámara. Su música no dejó de sonar.
Entiendo que esa virtud, la flexibilidad, existe en la OFMAN porque es una virtud de su director artístico y musical.
Sí, es cierto. Hemos recibido muchas críticas porque, por ejemplo, me llaman para una función de La Bohème en Ceuta, pero el presupuesto solo permite llevar a 20 músicos. Pues hay que adaptarse y hacer funcionar esa representación con 20 músicos. Lo fácil sería decir que con menos de 52 músicos no es posible, pero de esa manera las funciones no tendrían lugar. Y repito que: ¿eso no es lo ideal? ¿Lo ideal es que una gran cantidad de población no tenga acceso a ver una función de ópera o zarzuela? La OFMAN ha sido el catalizador que ha posibilitado realizar muchas de esas representaciones líricas. Mi meta es ponerme delante de la orquesta y hacer disfrutar al público, que es consciente de que lo que estamos haciendo está hecho con amor y con vocación verdadera. Y nos sentimos privilegiados.
En tu formación como director de orquesta, ¿quién te dejó una huella profunda?
Profesionalmente hablando, tengo una sensación de estar incompleto, de que debo estar en formación constante para mejorar. Soy un apasionado del aprendizaje. Por eso me gusta ver los ensayos de otros maestros. Llevo de serie esas ganas de seguir formándome aquí o allá. Estudié la carrera de dirección aquí en España. Posteriormente estuve estudiando en el Bard College (en el estado de Nueva York) con Leo Botstein y Harold Faberman. Ambos maestros me impresionaron bastante y dejaron huella en mí. También estuve estudiando en el Royal Northern College of Music (en Manchester) con Benjamin Zander. Y en Siena (Italia) con el recientemente fallecido Gianluigi GelmettI. Además, acudí a San Petersburgo para profundizar de la mano de Ennio Nicotra en el repertorio ruso. En España también he recurrido a maestros que me parecen muy interesantes, como Enrique Asensio y Miquel Ortega, en mi opinión el mejor director de ópera en España. También he trabajado con Miguel Romea. Y de todos he aprendido mucho y algo de ellos se ha quedado en mi concepto de dirección.
¿Qué buscas en un maestro?
Yo siempre he buscado, como director, enriquecer mi lenguaje y encontrar un estilo, un gesto propio. El gesto es una de las comunicaciones no verbales más potentes que puede existir entre los seres humanos. El director musical no hace el sonido, lo comunica y según la forma en que lo comunique obtendrá una respuesta. Yo me embeleso, y aprendo mucho, viendo vídeos de grandes directores que ya no están entre nosotros. Es una gran fortuna vivir en esta época en la que podemos ver grabaciones de esos grandes maestros con un simple click. Me gusta ver una misma obra, sea sinfónica o vocal, bajo la dirección de diferentes maestros, por ejemplo a Muti, Dudamel, Giulini, Nézet-Séguin y Karajan. De todos puedes aprender algo. Yo estoy enamorado de la gestualidad y expresión de Carlos Kleiber. Entre unas cosas y otras encuentras tu estilo. La mía es una dirección sugerida. No busco imponer, sino sugerir, invitar al músico. Eso es lo que veo en Kleiber; con él se hace realidad eso de “menos es más” y es lo que yo busco al dirigir una orquesta.
¿Cómo ves el panorama de las orquestas en España?
Mucho nos quejamos de las cosas de España, pero es uno de los países europeos con una mayor red de orquestas. Alemania, Austria o Suiza están en otro nivel, pero España tiene una robusta red de orquestas profesionales. Naturalmente me encantaría que hubiera más, y más auditorios y teatros, porque una población como Ciudad Real en Alemania tendría un teatro productor de lírica y con una orquesta profesional funcionando a tope.
¿Qué aspectos mejorarías de esta red?
La itinerancia de las orquestas. Por ejemplo, que la ONE se presentara en muchas provincias españolas cada temporada. Que el público español pueda escucharles en directo. Por otro lado, me parece que habría que armonizar el número de conservatorios y de orquestas profesionales y la extensión de sus programaciones. Vuelvo al ejemplo de Ciudad Real. Tenemos un conservatorio, con más de 600 alumnos, pero apenas existe demanda de música clásica. ¿Por qué? Porque apenas hay conciertos, apenas hay espectáculos líricos. Observa la programación de las capitales provinciales de Castilla-La Mancha y lo que encontrarás son dos óperas o zarzuelas, dos conciertos sinfónicos y alguna presentación extraordinaria a lo largo del año. Se necesita más música en directo para que los egresados de estos conservatorios tengan donde trabajar. Estos nuevos músicos suelen terminar en la enseñanza, y pronto habrá excedentes de profesores de música, pues no se avanza en la difusión. Se ha creado un círculo en el que estudian para formar a otros músicos, pero no se hace música en directo. En España tenemos decenas de ciudades con una población que puede tener una orquesta propia. Los auditorios están construidos. Albacete tiene dos auditorios; Manzanares tiene un auditorio estupendo, pero ¿cuántas veces se programa música con una orquesta? La respuesta es una o dos veces al año, como mucho. La música sinfónica se programa menos que la lírica. La música sinfónica parece que está ligada a los auditorios que tienen una orquesta residente. Es decir, el Auditorio Nacional, el Palau de la Música de Valencia, el Teatro Monumental, el Auditori de Barcelona, quizá una docena de sitios en España. Hay más conservatorios que nunca, formando gente que terminará su carrera y se dará de bruces con la realidad de una pirámide invertida: todos estos conservatorios están formando “trabajadores” que no tendrán una oferta de empleo.
¿Qué aportas tú como director de orquesta y fundador de la OFMAN?
Lo que hemos venido aportando en estos 14 años ha consistido en llevar la música en directo con una orquesta a muchos sitios a los que no habría llegado de otra manera. Además, hemos dado la oportunidad a muchos músicos jóvenes de entrar en contacto real con un repertorio al que es difícil acceder, como puede ser la sinfonía No. 9 de Beethoven, la ópera Aida o la zarzuela Doña Francisquita, por poner solo tres ejemplos.
¿Cómo es tu relación con la gente con la que trabajas?
La orquesta funciona porque las relaciones humanas funcionan. Las personas se suelen mover por dos cosas: por la economía o porque les gusta mucho lo que hacen. Yo llegué a esto por mi proyecto, sin importar el dinero que pudiera obtener. Los músicos de la OFMAN vienen por lo mismo, porque hacemos las cosas con seriedad, con entusiasmo, de la mejor manera y calidad posibles y haciendo lo que nos gusta: música, música en conjunto. Por otro lado, el trabajo de músico es arduo, así que debe existir una buena empatía entre cada uno de los integrantes de la orquesta y el director para que además de arduo sea un trabajo placentero. Nosotros acudimos a lugares en donde la Orquesta Nacional no ha puesto, y quizá no ponga jamás un pie. Nosotros hacemos esa función con alegría.

¿Qué compromisos profesionales tiene la OFMAN para el próximo mes?
En octubre tenemos, el día 23 en el Teatro Calderón de Valladolid, la ópera La traviata. El 29 estaremos en el Teatro Circo de Albacete con el estreno del espectáculo Bailando con Carmen (Ópera flamenca) y el 31 en el Teatro Municipal de Tomelloso con el Requiem de Mozart.
En nombre de OW te agradecemos el tiempo que nos has dedicado y te deseamos muchos más éxitos.
Muchas gracias a Opera World, que con esta entrevista da visibilidad a la OFMAN, a mí y al trabajo que realizamos. Y un afectuoso saludo a todos sus lectores.