Entrevista a la soprano Enivia Muré: «Una voz no se hace en unos pocos años»

Majo Pérez ha realizado una entrevista a la soprano Enivia Muré (Puebla, México, 1981) en en su reciente visita y participación en el VIII Festival Lírico de Medinaceli.

La soprano Enivia Muré © Eduardo Luna
La soprano Enivia Muré                                                                                                                         © Eduardo Luna

¿Nos podrías explicar cómo llegaste a la lírica?

De los 6 a los 14 años estudié órgano y piano, ya que mi padre tocaba estos instrumentos de manera amateur. Y a los 14, mi madre me apuntó a un coro amateur de mi ciudad de origen, Puebla. Ahí conocí a un director colombiano muy afamado, José Antonio Rincón, y a su esposa, la soprano Laura Leal, que daba clases particulares de canto a los integrantes del coro. A la segunda clase que di con ella, me dijo que veía en mí talento para el canto, cosa que también me decía su esposo. Así que me preguntaron si me gustaría dedicarme a a la ópera, pero yo en ese momento no sabía de qué me estaban hablando. Estaba familiarizada con la música orquestal y la música para piano, pero no con la ópera. Tuvieron que pasar tres meses para que se presentara en el Teatro de mi ciudad una producción de Tosca, a cargo del conservatorio. Me llevaron a verla y recuerdo que cuando Tosca se suicida y da el agudo (yo estaba en el tercer piso) su voz es como si llegara directa a mi corazón. Es ahí cuando me dije: tienen razón, esto es lo que yo quiero hacer. Un día cantaré esta ópera.

Qué importantes son los coros para fomentar el amor a la lírica, ¿verdad? No todo el mundo tiene la oportunidad de ver una ópera en directo en el lugar donde vive, pero en casi todos los pueblos hay una coral polifónica que conecta a las personas con el canto…

Así es. El papel de los directores y las directoras de coro es fundamental. Tanto José Antonio Rincón, que por cierto falleció hace poco, como Laura Leal Corona creyeron en mí, y me abrieron un mundo de posibilidades. Les llevo en mi corazón. Gracias a ellos me inscribí en el conservatorio del Estado de Puebla, donde realicé mis estudios reglados de canto. Paralelamente, estudiaba la carrera de ADE para contentar a mis padres. Finalmente, decidí entrar en el coro del Palacio de Bellas Artes, donde tenían un programa de becas gracias al cual fui completando mi formación como solista en Nueva York con Verónica Villarroel, en Florida con Virginia Zeani, en París con Isabel Garcisanz… También entré becada en la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano (SIVAM), donde daban una formación tipo ópera studio.

Y echando la vista atrás, ¿qué piensas que le falta o le sobra a los estudios de canto?

La verdad es que siempre he tenido muchas inquietudes; he sido muy curiosa. Mientras estudiaba, siempre hice formaciones complementarias, que si un curso de actuación, un curso de idiomas, de danza, un programa de verano… De ninguna institución esperaba el 100%. Y digo esto, no como una crítica, sino desde la convicción de que la  profesión de cantante de ópera es tan compleja que ninguna escuela te va a formar al 100%. Por otro lado, en el SIVAM, lo que no teníamos era la práctica en el escenario, y un artista se hace en el escenario. No vale solo con estudiar, hay que enfrentarse al público. Tu voz, tu fisicalidad, tus reacciones no son las mismas cantando en un salón de clase que en un teatro abarrotado o en una audición, donde hay tanta presión. Por eso, tuve la iniciativa de ir organizando espectáculos por mi cuenta, con otros compañeros del conservatorio. Siempre estaba metida en alguna. Además, hay que tener en cuenta que en un conservatorio se trabaja un repertorio muy estándar, de manera que subirte a un escenario para cantar en un proyecto real también te permite ir descubriendo, familiarizándote y trabajando el repertorio que sí corresponde totalmente a tu tipo de voz.

La soprano Enivia Muré en el el Festival Virginia Zeani de Targu Mures (Rumanía)                               © Ghenadie Prisacaru

Ya has mencionado algunos, pero ¿podrías citar a otros cantantes que han sido un referente para ti, los hayas conocido en persona o no?

Cuando uno llega a tantos sitios y toca a tantas puertas, conoce a muchas personas interesantes a quien consultar. Por lo tanto es difícil responder a esta pregunta sin olvidarme de alguien.

Mi maestra Virginia Zeani ha sido realmente un parteaguas en mi carrera; me ayudó mucho a encauzarla dándome seguridad en cuanto al tipo de repertorio que yo debía abordar y en cuanto a la técnica. En Barcelona, encontré al maestro Jaume Aragall y él también me ha dado mucho impulso, ha sido un apoyo enorme, gracias a que, también hay que decirlo, recibí una beca de parte de la Sociedad de Amigos de Jaume Aragall para poder estudiar con él, en su ciudad. En Italia conocí a la mezzosoprano Bruna Baglioni quien con sus masterclases ha sido fundamental para mi carrera en ese país.

Y durante mi época de estudiante en México, conocí al barítono Luis Ledesma, que vivía en Filadelfia, y fue otro gran guía para mí. Estuvimos en comunicación unos 7 años y me dio muchísima información sobre cómo moverme y, sobre todo, sobre otros países. Al igual que hizo el tenor Octavio Arévalo. Él había estado viviendo en Viena y me contactó con algunas personas.

Enivia Muré en la fachada principal del Palacio Ducal de Medinaceli                                                                   © FDoble

¿Cuál fue el primer rol protagónico que debutaste en un teatro?

El primero fue Tosca en Bellas Artes.

Se cumplía así el deseo que habías formulado cuando eras una chiquilla…

Fue un golpe de suerte porque la soprano titular se enfermó y yo era la única que tenía el rol puesto, incluso escénicamente, porque esa misma producción había girado en el interior de la República y yo había participado en ella.  De ahí, el siguiente fue Fidelia (Edgar, Puccini) en la sala Nezahualcóyotl. Se trataba de una versión de concierto y yo ya fui la titular del primer elenco. Recuerdo también que por esa época vine a España por alguna razón y conocí al maestro Raúl Jiménez, un tenor rossiniano que me recomendó aparcar por un tiempo ese repertorio tan pesado para preparar donna Elvira (Don Giovanni) y algunos roles de bel canto. “Mozart siempre te va a estar salvando”, me dijo. Gracias a estos consejos, mi voz se ha mantenido en equilibrio y sigue siendo bastante flexible. Con el paso de los años, otros personajes que he interpretado son Micaela (Carmen, Bizet), Manon (Manon Lescaut, Puccini), Nedda (Pagliacci, Leoncavallo), donna Anna (Don Giovanni), Cio-cio-san de Madame Butterfly (Puccini)…

La soprano Enivia Muré como Nedda en la ópera I Pagliacci, Palacio de Bellas Artes de México  © Compañía Nacional de Ópera de México

Y en Europa, ¿qué personajes has debutado?

En Braunschweig, fui Amelia en Simón Boccanegra (Verdi) y en Génova, la Leonora de Il trovatore (Verdi).

¿Qué rol te ha hecho disfrutar más encima de un escenario?

Uy, han sido varios. Uno de ellos, sin duda, Camelia la texana, de la ópera contemporánea Únicamente la verdad. La obra es de una compositora mexicana, Gabriela Ortiz. La hice en la Ópera de Long Beach en 2013. Fue maravilloso. Había participado en la producción de la Ciudad de México con dos de los personajes secundarios y en Estados Unidos pude hacer el protagónico. Es un rol muy retador, pues tiene un registro amplísimo, y además cantar con la compositora delante me imponía un poco, pero a pesar de todo lo disfruté muchísimo. Fue muy bonito trabajar con ese equipo tan mexicano, que yo sentía me arropaba, en otro país.

Otro rol sería la Madame Butterfly, pues tardé muchos años en poderlo cantar,  emocionalmente hablando. Lo tenía montado, pero me hacía llorar cada vez que lo abordaba. Cuando me lo ofrecían, tenía un debate conmigo misma y terminaba rechazándolo. Hasta que un día, el maestro Fernando Lozano, otro gran mentor para mí, —con él debuté la Traviata―, me dijo: “Enivia, vamos con Madame Butterfly”. Y me lo dijo con tanta firmeza, que no me quedó de otra que decir que sí. Además, Thusnelda Nieto, otra gran influencia en mi carrera, estaba también ahí para darme el pequeño empujón que me hacía falta. Afortunadamente, todo salió muy bien y gracias a ellos dos pude cumplir otro sueño.

Y hablando de Camelia la texana ―cuánto me gustaría ver esa ópera…―, ¿cómo ves el panorama operístico contemporáneo?

Me fascina. Ya cuando cantaba en coros, me interesaba mucho acercarme al lenguaje musical contemporáneo. Y cuando he tenido la oportunidad de participar en una ópera actual, ha sido fantástico moldear el personaje con la libertad, y la seguridad, de ser yo quien decidiera cómo, hasta dónde, por qué… En este caso, no hay comparaciones que valgan. Madamas Butterfly hay cien, hay cien Toscas… pero no hay cien Camelias la texana. La sensación de estar creando algo nuevo, la posibilidad de dejar tu huella en un personaje es muy estimulante. Realmente te hace sentir una artista más completa. Además, por suerte, en México hay bastante actividad en lo que se refiere a música contemporánea y a la nueva escena operística. Tenemos un centro dedicado a este tema, CEPROMUSIC. Y es una pena que las obras no se representen muy a menudo, pero, en mi opinión, hay que fomentar que los compositores y las compositoras actuales hagan ópera. Es necesario establecer nuevos referentes, en todos los países. Y obviamente hay que hacerlo sin olvidar lo de antes. Tener en cuenta las raíces es esencial, por algo ciertas obras han traspasado la barrera del tiempo. Lo único es que hay que encontrar un equilibrio entre lo nuevo y lo clásico.

La soprano Enivia Muré como Camelia la texana en Únicamente la verdad © Long Beach Opera

¿Qué personajes estás abordando en la actualidad?

Actualmente estoy muy enfocada en Leonora de Il Trovatore, en Nedda de Pagliacci, en Mimí de La Bohème, en Amelia de Un ballo in maschera… Son personajes que quiero seguir explotando. También tengo muy frescos Madame Butterfly, Suor Angélica, Manon Lescaut… Mi repertorio se centra en personajes verdianos y puccinianos de lírico spinto. [Se queda pensando]. Aunque, si me ofrecieran una Traviata, sería feliz. No todos los teatros lo piden, pero tengo el sobreagudo preparado [risas],  además de las agilidades, gracias a mi experiencia en bel canto…

¿Y estás estudiando…?

Ahorita estoy estudiando Luisa Miller y Aida, y siento que mi voz está cómoda, como muy libre y conectada ―y esto, como decía, me lo ha dado el bel canto, Donizetti, por ejemplo. Ana Bolena es una excelente escuela para dar el salto a Verdi. Y la Amelia de Simon Boccanegra, que tiene una voz muy central, también ayuda en esa transición hacia personajes más pesados. Y hay quien me ha sugerido que empiece con Nabucco, pero no sé, de momento lo dejo como futurible.

¿Actualmente recibes clases de alguien?

Hasta antes de la pandemia, he seguido clases con Jaume Aragall y reviso mi repertorio con Lucy Arner en Nueva York, ahora en línea debido a las circunstancias, y con mis pianistas de cabecera, Sergio Vázquez y Andrés Sarre. En cuanto a cuestiones vocales más técnicas, estoy en comunicación con una maestra colombiana, Camila Toro, que me ha ayudado a mantener mi voz saludable y fresca a pesar de las circunstancias de encierro y parón por la pandemia. Y hace poco, en Madrid, he visitado a la maestra Cristina Gallardo-Domâs, y espero mantener con ella una fructífera relación.

En cualquier caso, es muy importante tener unos oídos externos de confianza. Este referente es crucial porque uno va generando vicios conforme más repite un personaje. Es algo inconsciente. Pasa como cuando recibes una visita en casa y paseando por tu barrio te dice: «¡mira ahí arriba!» y te descubre algo nuevo aunque habías pasado mil veces por ahí. También es verdad que no se puede ir preguntando a cualquiera, eso es peligroso. Hay que saber a quién le confías tu tesoro, que es tu voz.

¿Crees que está garantizado el relevo generacional en los teatros líricos?

Pues en España, Italia y Latinoamérica, que son los lugares con los que estoy más en contacto ―soy miembro de Ópera Lationoamérica, me consta que hay infinidad de nuevos talentos. Jóvenes cada vez mejor preparados gracias a Internet y a un número creciente de ópera studios. El relevo generacional está garantizado. Pero pienso también que los cantantes que ya están hechos, los que están preparados para resolver con solvencia cualquier tipo de circunstancia, a veces no son tenidos suficientemente en cuenta por teatros o por agencias. Hoy en día puede más la novedad que la experiencia, aunque claro, hay excepciones. Esto lo he hablado con mis maestros, y para ellos es más evidente aún. A Virginia Zeani, por ejemplo, le preocupa mucho. Una verdadera voz no se hace en unos pocos años. En la actualidad, es cada vez más frecuente que un cantante joven con una voz impresionante truene en menos de diez años porque es la estrella del momento y le empiezan a dar papeles para los que no está listo ni física ni emocionalmente.

La soprano Enivia Muré                                                                                                               © Jorge Espinosa Asato

¿Y entre el público hay también relevo generacional?

Afortunadamente, creo que sí. Cada vez hay más gente joven a la que le interesa la ópera. En la época del autotune, escuchar una voz en vivo, una voz que no se esconde detrás de un micrófono, proporciona unas emociones al cuerpo que quien lo prueba, repite. Las nuevas generaciones no son una excepción. Los niños, por ejemplo, se quedan como impactados. Por lo tanto,  pienso que si las instituciones y los artistas ponemos un poco de nuestra parte, siempre va a haber relevo generacional.

¿Y te ves cantando zarzuela?

Pues fíjate que en el Teatro Principal de Puebla, que por cierto es el teatro más antiguo de toda América que sigue en funcionamiento, Pepita Embil y Plácido Domingo padre, realizaban temporadas larguísimas de zarzuela. Y cuando yo empezaba, mi primera participación escénica fue en una zarzuela. Fui Lota en La Corte del Faraón. Y para mí eso fue lo top de lo top. Además con esta producción y el musical Catalina, la china poblana hicimos una gira por toda la república que duró nada más y nada menos que dos años. Entonces, sí que he cantado zarzuela, también muchas romanzas sueltas en recitales, y claro que me gustaría abordar nuevos roles, porque además de cantar, me encanta actuar. De hecho, estoy preparando Luisa Fernanda y la Marola de la Tabernera del Puerto con el director de escena Federico Figueroa.

¿Próximos compromisos profesionales?

Este domingo 15 de agosto doy un recital en Port de la Selva junto al tenor Jordi Cortada. Estaremos acompañados por el pianista Josep Burforn. Y el 5 de septiembre, participo en una gala de ópera mexicana en el Palacio de Bellas Artes, con la compañía nacional, una iniciativa que me parece fantástica. En mi país tenemos una gran cantidad de compositores (Melesio Morales, Cenobio Paniagua, Ricardo Castro), que vinieron a estudiar a Europa, especialmente a Italia, y que a su regreso allá crearon óperas con éxito que por desgracia no siempre se han mantenido en el repertorio. Por cierto, canté una ópera de Morales, Anita, que es una chica poblana como yo. Y el 10 de septiembre, quienes los deseen podrán seguir por las redes sociales la retransmisión de un concierto monográfico sobre la obra de Daniel Catán en el que también participo. Está enmarcado en el Festival Resiliencia Sonora de la UNAM.

Muchas gracias por esta conversación, Enivia.

Muchas gracias a Opera World y un beso a sus lectores.