Entrevista a Miquel Ortega

Madrid, 22 de julio de 2024  Entrevista Miquel Ortega

En medio de ensayos, múltiples proyectos y con su simpatía habitual, el multifacético Miquel Ortega (Barcelona, 1963), uno de los más importantes directores de orquesta y compositores españoles de su generación, atendió la llamada de Opera World para concertar una entrevista con Daniel Lara, colaborador habitual de OW 

Miquel Ortega / Foto: Liu King Chang

¿Cómo nació su interés por el mundo musical? 

Mi pasión despertó en mi infancia porque en mi casa se oía muchísima música. Mi madre ponía óperas y zarzuelas continuamente, de allí mi temprano amor por este género, que a través de mi carrera siempre he tratado de difundir y reivindicar. Mi padre escuchaba mucho a Glenn Miller y mis hermanos desde el trio Los Panchos hasta los Beatles. Era una casa muy musical y quizás esta sea la razón por la que he desarrollado un gusto muy ecléctico que luego he utilizado en mis composiciones, que se han nutrido de todas estas fuentes musicales que marcaron mi niñez.

El estreno de La casa de Bernarda Alba significó «un antes y un después» en mi carrera artística

¿Cuál fue el detonante que despertó su deseo de hacer música?

Fue un tarde en la que mi madre nos llevó a mi hermano pequeño Joan y a mí al cine del barrio a ver la película “El Gran Caruso” (1951) con el famoso tenor americano Mario Lanza. Nos quedamos maravillados con la película. Fue un auténtico síndrome de Stendhal. Yo tenía once años y recuerdo que le pedí a mi madre que comprara el disco. Yo quería seguir escuchando esa música.Ya con el disco en casa, me aprendí todas las canciones y las cantaba todo el día con mi italiano de oído.Ahí descubrí, para mi sorpresa, que mi voz era bastante buena como para que mis padres me llevaran al conservatorio buscando educación para mi voz y la paz para mis vecinos que me escuchan cantar a todas horas (risas). En el conservatorio me escuchó Pablo Civil, famoso tenor catalán, estrella de la lírica de los años 30 y 40, quien me aconsejó, debido a que era aún muy joven para el canto, que comenzara por estudiar el piano. Consejo que me ilusionó muchísimo. Y fue entonces cuando toda la familia hizo un gran esfuerzo para la compra del piano y así empecé formalmente mis primeros cursos musicales en el conservatorio con apenas 12 años. Puede decirse que allí empezó todo. Entrevista Miquel Ortega

Vicente Sardinero y Miquel Ortega el día que se conocieron (1976) / Foto: Archivo de M. Ortega

¿Cuándo decidió finalmente hacer carrera en el mundo de la música?

Mientras que yo me lo pasaba genial en el conservatorio donde no me lo pasaba tan bien, era en el instituto. Me habían matriculado para ser administrativo siguiendo el consejo de amigos que decían que me moriría de hambre con la música y que debía estudiar un oficio. Ser administrativo por ejemplo en un banco, parecía asegurarme un trabajo seguro por la mañana que me permitiese en la tarde proseguir con la música. Para mi, esos años del instituto se me hicieron muy cuesta arriba porque no me interesaba nada de lo que aprendía allí con la única salvedad de las asignaturas de ciencias naturales, literatura o teatro. Llegó un momento, a eso de los catorce años, en el que no me quedó más remedio que sentar a mis padres y decirles que yo sólo quería estudiar música. Mis padres, con una visión bastante adelantada para la época, me dijeron que hiciese lo que apeteciera y que si sólo quería hacer música, que dejase el instituto e ¡hiciese sólo música!  Y fue así como me puse formalmente a estudiar música a tiempo completo en el conservatorio del Liceo, y por mi cuenta de manera autodidacta, comencé a estudiar orquestación con libros especializados en la materia. En simultáneo, yo continuaba con mis estudios de canto. Por esos años se produjo un encuentro providencial para mi futura carrera: conocer al gran barítono Vicente Sardinero en medio del rodaje de la serie “Estrellas de la ópera”. El me invitó a su casa, me hizo una prueba de voz y me regaló una cinta de vocalizaciones que había hecho junto al tenor Alfredo Kraus. Este encuentro y sus consejos me permitieron salvar mi voz, puesto que estaba cantando en pleno cambio de voz con los riesgos que eso implicaba. Al mismo tiempo, me ayudó a conocer mi voz y a comprender las necesidades de los cantantes a la hora de respirar, etc. Fue Sardinero quien, a mis diecisiete años y viendo que yo seguía avanzando con el piano, me pidió ayudarlo a montar la ópera Eugene Onegin y quien posteriormente me recomendó al Liceo en donde trabajé como maestro repetidor, y también en muchas ocasiones, como asistente del director del coro, el grandísimo Romano Gandolfi y de su asistente Vittorio Sicuri. Ambos inmensos artistas con los que aprendí muchísimo acerca del mundo de la ópera.

José Carreras y Miquel Ortega tras un concierto en Monza (2008) / Foto: Archivo de M. Ortega

¿Cómo se produjo su salto a la dirección de orquesta?

Por aquel entonces yo sólo pensaba en componer y en cantar. Cantaba roles comprimarios y algunos no tanto, porque me apetecía mucho cantar. Al mismo tiempo, estaba componiendo mucho. Un día, en una pausa, Joan Gabarró, corista del Liceo y violoncelista, me llevó al centro del escenario y me señalaron el podio. Ambos dijeron que ese era mi lugar y que debía trabajar para lograr estar allí. La idea empezó entonces a darme vueltas en la cabeza. Poco tiempo después, a instancias del concertino de la orquesta del Liceo, me presenté a una prueba con el Mtro. Antoni Ros-Marbà quien estaba dando clases de dirección en el conservatorio. Ros-Marbà me aceptó en su clase y si bien resaltó que estaba todo por hacer, me alentó diciéndome que veía en mi un director. Así fue como estudié durante cuatro años con él dirección de orquesta. En 1990, a mis veintisiete años, yo ya estaba debutando como director de orquesta con la ópera Don Pasquale de Gaetano Donizetti en el Teatro Gayarre de Pamplona, en una producción firmada por Emilio Sagi y gracias a la recomendación del recordado maestro Miguel Roa. Ese mismo año, Ros-Marbà me recomendó como maestro repetidor en el Teatro de la Zarzuela, donde se hacían la óperas en los años en los que el Teatro Real estuvo cerrado por obras. Tanto el maestro Miguel Roa como Emilio Sagi le dieron un enorme impulso a mi carrera. El primero me ofrecía a los teatros cada vez que él no podía hacer algo; y el segundo me daba permiso cada vez que me surgían compromisos como director liberándome de mis tareas como repetidor el tiempo que hiciera falta. Yo les debo muchísimo a ambos.

En un ensayo, en Moscú, con Montserrat Caballé / Foto: Archivo de M. Ortega

¿Qué obras le gustaría dirigir?

Claramente se me vincula muchísimo con la música vocal por lo que me gustaría hacer un poco más de música sinfónica. Ahora acabo de regresar de Francia donde he dirigido un concierto sinfónico de música americana con piezas de Gershwin, Bernstein, Copland, entre otros. También hay algunos títulos operísticos que conozco en profundidad y que no he tenido aún la oportunidad de hacer. Entrevista Miquel Ortega

¿Cómo cuáles?

Puccini prácticamente todos. La Fanciulla del West que es una ópera que me fascina, pero lamentablemente se programa muy poco. También Turandot, que he dirigido parcialmente en el Teatro San Carlos de Lisboa. Debo reconocer que, y aunque ha sido un gran honor, como en los últimos años he trabajado mucho reivindicando el género de la zarzuela y he echado en falta dirigir algunos títulos operísticos. Otro compositor que me gusta mucho, y al que de joven he estudiado en profundidad, es Richard Wagner del que lamentablemente sólo he dirigido algunas pocas cosas. También es cierto que, no obstante haber grandes directores españoles dirigiendo este repertorio, la primera idea de un productor o de un director de teatro, no es la de convocar a un director español para hacer Wagner. Y si, es algo que me gustaría mucho poder dirigir.

Miquel Ortega con el bajo-barítono Simon Estes, tras una representación de «Macbeth» en Santander (2000) / Foto: Archivo de M. Ortega

Y la composición… ¿cómo encajaba en medio de todo esto?

Yo nunca había dejado de componer. Por ejemplo: mi ópera más conocida La casa de Bernarda Alba la compuse en estos años en los que trabajaba como maestro repetidor en el teatro de la Zarzuela. La composición surgió en mí siendo muy joven y de un modo totalmente intuitivo. Durante el primer año del curso de solfeo, y sin tener nociones ni de armonía ni de nada, recuerdo sentarme al piano a probar buscando ideas musicales.Siendo muy pequeño, recuerdo también que llegó a mis manos una enciclopedia donde había una descripción de todos los instrumentos de la orquesta con sus tesituras. Fue entonces cuando se me ocurrió escribir una piececita para probar la tesitura de cada uno de estos instrumentos. Después continué estudiando de modo autodidacta con libros de instrumentación y orquestación y siguiendo el consejo de estudiar a los grandes compositores. Cada vez que conseguía algo de dinero extra, invertía en partituras. Por eso suelo decir que Puccini, Ravel, Debussy, Britten, entre otros grandes, fueron mis maestros. Porque yo estudiaba sus partituras viendo como orquestaban y que efectos conseguían.

¿De cuándo datan las que podría considerar sus primeras composiciones?

Mis primeras composiciones válidas fueron dos óperas de cámara que se representaron al piano y que compuse entre los diecisiete y dieciocho años. La primera, El dret patern (El derecho paterno), una ópera bufa con libreto de mi autoría y con una duración de 30 minutos; y la segunda, titulada Somni de Nadal (Sueño de Navidad) basada en un argumento mío y con libreto del escritor español Julio Ramos, cuyo nombre artístico era Bruno Bruch y quien años más tarde seria también el libretista de La casa de Bernarda Alba.  Ambas óperas se estrenaron en el Club Polimnia de Barcelona, que estaba relacionado con Radio Nacional de España, dirigidas en escena por Camilo García uno de los grandes dobladores de cine de nuestros país. También figuran entre mis primeras composiciones, el ciclo de canciones «Les quatre estacions” (Las cuatro estaciones) sobre poemas de Josep Carner.

Dirigiendo a Manuel Ausensi en un concierto en el Palau de la Música Catalana de Barcelona (1997)/ Foto: Archivo de M. Ortega

¿Cómo se comenzó a gestar la idea de componer una ópera sobre la casa de Bernarda Alba?

Yo creo que se comenzó a gestar en mi mente mucho antes. Ya en mis tiempos del instituto, con trece o catorce años, estaba fascinado con la obra de Federico García Lorca. No paraba de leer “La Casa de Bernarda Alba”, la leía y la releía todo el tiempo y ya por ese entonces ya pensaba en cuanto me gustaría hacer una ópera sobre esa pieza teatral. Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años antes que pudiese proponerle a Julio Ramos, que me hiciese el favor de escribirme el libreto de Bernarda. Fue una enorme pena que este chico muriese prematuramente con sólo 35 años sin ver acabada la obra de la que sólo llegó a escuchar el primer acto en casa al piano. Hizo un trabajo maravilloso, muy reconocido por la crítica. Entrevista Miguel Ortega 

Miquel Ortega, al piano, en el estreno de su concierto para piano y orquesta de cuerdas titulado “Preludio, canción y danza” bajo la dirección Miguel Romea en el Teatro Fortuny de Reus (2019) / Foto: Archivo de M. Ortega

¿Qué significó la casa de Bernarda Alba en tu carrera?

Fue un antes y un después. Si bien es cierto que gracias a cantantes de la talla de Monserrat Caballé, Luis Lima, Ainhoa Arteta o Carlos Álvarez se me empezó a conocer como compositor, porque ellos interpretaron algunas de mis canciones que incorporaron a sus repertorios. Por ejemplo, Monserrat Caballé cantó incluso canciones de mi primer ciclo en catalán que le mencioné antesy gracias a esto mucha gente se enteró que Miguel Ortega además componía.

¿Cómo se fue gestando el estreno de “La casa de Bernarda Alba?

A medida que fui acabando la ópera, comencé a promocionarla hablando de ella a los directores de los teatros en los que dirigía. En algunas ocasiones incluso organizaba alguna sesión donde les hacía escuchar fragmentos y esto comenzó a generar interés en la ópera. Hasta que un día Román Calleja me aconsejó trabajar para llevar adelante el estreno de mi ópera. La música de la ópera fue, con muchos altibajos, terminada en 1999 puesto que al no haber ningún proyecto concreto de presentarla la escribía cuando podía. Si bien, la idea inicial fue la de componer una ópera para una orquesta de cámara, cuando se planteó la posibilidad del estreno en el Teatro Brasov en el 2007 y teniendo la posibilidad de hacerla con una orquesta sinfónica, la versión original terminó siendo para orquesta sinfónica tradicional de unos 50 músicos aproximadamente y cuya orquestación terminé a mediados del 2006.

Miquel Ortega en el estreno, en el Teatro de la Zarzuela, de su ópera «La casa de Bernarda Alba» / Foto: Teatro de la Zarzuela

 

La casa de Bernarda Alba ha sabido ganarse un lugar entre las grandes composiciones operísticas contemporáneas, ¿a qué cree que se debe esto?

De entrada, a su atractivo libreto. En la ópera del siglo XX hay generalmente muy buenos argumentos y la ópera es finalmente teatro. Musicalmente, y no es que lo diga yo, sino que lo dicen críticos de reconocido prestigio, es un tipo de música que no va en contra del espectador. Esto me ha generado algunas criticas de aquellos colegas que dicen que escribo música tonal del siglo XIX. A mí, la atonalidad y el dodecafonismo me encantan siempre y cuando se usen bien y no porque sí. Además, si tengo el don de la melodía ¿porque renunciar a ella, coartarme y no hacerlo? De todos modos, Bernarda no es completamente tonal.

Después de esta exitosa experiencia con “La Casa de Bernarda Alba “¿cómo se sigue adelante?

No es fácil encontrar libretos atractivos. Sin embargo, de tanto en tanto aparecen. Como es el caso del original libreto de “Pinocchio… ¿Dónde estás?” sobre el que acabo de trabajar para el proyecto de “La Carroza del Real” una iniciativa del Teatro Real para acercar la ópera a toda España. Se trata de una ópera de cámara pequeñita, un cuento lirico en cinco escenas, para dos personajes (barítono y mezzosoprano) y dos instrumentistas (piano y percusión). Las libretistas Cristina Cubells y Mervat Alramli han hecho un gran trabajo partiendo del cuento del italiano Carlo Collodi y poniendo en evidencia el personaje del titiritero Mangiafuocco que está en un centro geriátrico. Los devaneos de este personaje me han motivado muchísimo y me han permitido crear un tipo de música muy atractiva. Además del proyecto de “La carroza del Real”, hay previstas representaciones en el Real Teatro del Retiro de Madrid del 24 de octubre al 3 de noviembre próximo.

Miquel Ortega con Rocío Jurado, tras una noche del espectáculo «Azabache» en la Expo Sevilla 1992 / Foto: Archivo de M. Ortega

¿Es la enseñanza algo que vislumbra para el futuro?

Llevo varios años dedicado a la docencia de forma esporádica. Es algo que me apasiona y que no quisiera dejar de hacer. Actualmente, mi actividad docente se desarrolla fundamentalmente bajo el formato de clases magistrales dirigidas a cantantes, pianistas y directores enfocados al mundo lirico, lo que me permite seguir desarrollando mi carrera de director y composición. 

En nombre de todo el equipo de OW le agradezco su amabilidad y su tiempo para realizar esta entrevista.