Rubén Olmo: «El sello del Ballet Nacional de España es ver a 47 personas en escena. Si solo bailan siete u ocho, es competencia desleal hacia otras compañías».
Por Cristina Marinero
La presentación de Rubén Olmo como director del Ballet Nacional de España (BNE), en Madrid, con programa diseñado por él, estaba prevista con las actuaciones anunciadas para de junio y julio, con el programa que ofrecieron en el Festival de Jerez, en única función, el 7 de marzo. Ya saben cómo continúa la historia después: España se paró y recluyó por el estado de alarma por la covid-19.
Ese programa estrenado en Jerez iba a servir de carta de presentación de Rubén Olmo en la “sede” teatral oficial, desde que el Ballet Nacional existe, el Teatro de La Zarzuela. Reunía sus coreografías Invocación bolera y Jauleña; también, la última creación de Antonio Najarro estrenada al término de su dirección, Eterna Iberia, y De lo flamenco. Homenaje a Mario Maya, con piezas del desaparecido maestro, de Rafaela Carrasco e Isabel Bayón.
En lo que queda de año el BNE tendrá, de momento, solo cinco actuaciones: en Albacete (Teatro Circo, 29 y 30 de octubre), Tarrasa (Centre Cultural, 12 y 13 de noviembre) y San Petersburgo, en una única función, el 14 de diciembre, en el Teatro Alexandrinsky, dentro del Festival Dance Open de la ciudad rusa.
Rubén Olmo nos cuenta que celebrarán en Sevilla, en abril, el centenario de Antonio Ruiz Soler, con un programa de homenaje -con sus Sonatas, sobre la obra del Padre Soler, yFantasía galaica, de Halffter, entre otras- a este bailarín y coreógrafo histórico, gran figura internacional de danza española del siglo XX y segundo director del Ballet Nacional, después de Antonio Gades. Además, en julio de 2021 se presentará también su coreografía sobre la vida de la famosa artista de la belle époque, La Bella Otero, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
De regreso al presente, con el fin del estado de alarma, los teatros podían abrir con el aforo limitado, pero el ministerio de Cultura ha preferido ser muy cauto y mantener cerrados los suyos, por lo que la temporada del BNE, ya saben, se anuló.
El 69º Festival Internacional de Música y Danza de Granada ha sido el evento, desde lo público y con el apoyo privado, que nunca se canceló y se ha convertido, como los Teatros del Canal en Madrid, en motor hacia la “nueva normalidad” para la danza. Las anulaciones de compañías extranjeras, le llevaron a su recién nombrado director, Antonio Moral, a acudir a las estatales para suplirles en la programación. Por eso, el miércoles 22 de julio se verá en el Generalife a la Compañía Nacional de Danza con el estreno del ballet Arriaga, entre otros títulos. Rubén Olmo nos cuenta sobre ésta y otras cuestiones del BNE.
¿También os llamó el Festival de Granada para actuar en esta 69º edición?
Sí, pero no hemos podido ir. Hemos estado trabajando divididos en grupos de doce bailarines en cuatro horarios, lo que ha hecho imposible, y en tan poco tiempo, tener listo un programa. La Compañía Nacional de Danza y el Ballet Nacional de España se diferencian, precisamente, en el tipo de montaje que hacemos y sus producciones. Nosotros llevamos dos camiones de vestuario, por ejemplo y ellos solo uno.
Una pena, ¿no? Hubiese sido un aliciente, después del parón…
Es que el BNE tiene que salir a escena en su plenitud. Su sello es ver a 47 personas en escena y si solo pones a siete u ocho bailarines, es competencia desleal para otras compañías. Hay, además, un protocolo para probarse en sastrería y la ropa tiene que estar dos días en cuarentena. También era muy poquito tiempo de preparación, porque hasta el 5 julio no podía unirles a todos. Son mucha gente, todos juntos en los camerinos del Generalife, mucho vestuario… No, no podíamos.
¿Qué sensaciones has tenido al regresar a la sala de ensayo?
Muy contento de poder trabajar el cuerpo como tiene que ser; y todos los bailarines han empezado con mucha fuerza. He puesto la máxima protección: los primeros días fueron más complicados por tener que estar con la mascarilla, ponerse gel todo el rato, no poder manipular cosas ellos mismos. Se tenía que desinfectar cada camerino para que entrase el turno de la tarde… Pero nos acostumbramos.
¿De tus planes como director, qué se ha trastocado más por esta nueva situación?
Los proyectos pedagógicos. Porque no pueden venir los estudiantes, ni nosotros ir. Por eso estamos constreaming para todas las escuelas y difundiendo vídeos. La cosa viene complicada y eso te hace superarte, estar más pendiente. Yo no tengo esa ambición de «venga, ya, vamos». Hay que ir poquito a poco ensayando los programas que estrenamos al año que viene.
En los pasados días de mesas redondas, en Madrid en Danza y en el Centro Coreográfico María Pagés, has subrayado lo complicado de esta situación para las escuelas y academias de danza privadas. Desde la promulgación de la LOGSE han desaparecido muchísimas y son esenciales, son la cantera de posibles bailarines y, sobre todo, de espectadores.
Sí, y ellos no tienen una nómina. Son la base a proteger. Cuando vi la guía de desescalada que tenemos que seguir en el Ballet Nacional de España, pues me asusté. Porque aquí podemos hacerlo, pero una escuela privada, con los pocos metros que tiene, ¿cómo va a poder mantener distancia, cómo van a empezar a funcionar? Es muy difícil. Y a los padres les costaba entender el seguir pagando por clases que son online. Pero, bueno, poco a poco han ido viendo que era una manera de que esos chiquillos no perdieran su ilusión por la danza. Se ha sumado también el cierre de los tablaos flamencos, un trabajo diario para muchos artistas, porque no todos los días uno tiene galas en un teatro. Son miles de familias en su casa sin poder tener nada. Espero se vaya solucionando.
Lo que ha quedado claro es que la danza, como todas las artes, han sido esenciales en estos meses de confinamiento, son el alimento del alma…
Creo que la cultura ha estado más que a la altura. Aunque haya sido, simplemente, por ofrecer un poquito de alegría a toda la gente en su casa. Y creo que hemos estado más unidos que nunca. Nos hemos dado cuenta de que las cosas laborales, en muchos sitios, no estaban bien hechas. Ni por parte de algunos empresarios, ni por los artistas tampoco, pues no les habían dado de alta en la seguridad social, o no se quería dar de alta el propio artista… Es una bola que ha estallado.
Mi teoría es que, durante el siglo XX, si las compañías de danza en España hubiesen tenido que regirse por el sistema laboral y fiscal de hoy, no existirían las coreografías que hoy son los clásicos de danza española.
Creo que se hacían mejor las cosas que ahora, sinceramente. Yo he vivido esos años y el representante o la empresa se hacían cargo. Después vino el “nos hacemos cargo de la mitad”. Luego, “te haces autónomo y haces un servicio a la empresa: facturas”. Y de ahí, las distintas formas por las que se desprotegió al artista. Hemos ido tres pasos para atrás. Y es que si no se tiene trabajo, pues se acepta lo que venga. Por ejemplo, cuando yo trabajaba en televisión con José Luis Moreno, me pagaban siempre el dinero que me correspondía y la empresa se encargaba de toda la gestión.
Además, como hay que empezar muy joven como bailarín profesional, en muchos casos, la ilusión por la danza prevalece sobre la parte práctica: es un trabajo y debe ser remunerado como tal.
Sí, o sucede que al jovencito le pagan algo simbólico, para gastos, pero, para todos, “ya está trabajando”. Cuando te pasa con dieciocho años, lo haces. Pero cuando te sigue pasando con treinta, con cuarenta… Hay una generación de artistas totalmente desmotivada y desilusionada porque son años y años así. Pero en el caso de los tablaos, por ejemplo, no podemos meter en el mismo saco a todos . Hay muchos que sí han regulado bien a los artistas.
El BNE es el motor de la danza española en el mundo. Y más ahora, que no hay casi compañías y nos encontramos ese término cuando son solo dos personas, por ejemplo. Para serlo, las compañías como tal tenían ocho, doce, catorce bailarines o más. Las de Antonio, Mariemma, Luisillo, María Rosa, Rafael Aguilar, Gades… Las protagonistas del siglo XX.
Por eso digo que hemos vuelto para atrás. Yo he pertenecido a Antología de la Zarzuela, no he estado en la de Gades, pero trabajé con él en el BNE. Asumían el riesgo como empresas y, hoy en día, es verdad que es imposible. Cuando he tenido compañía y me salía una gala, me echaba a temblar. Me compensaba por dar trabajo a mis artistas, pero yo no ganaba nada. Como director del BNE, mi labor es proteger a sus trabajadores, proteger la danza española y proteger a las personas de fuera del Ballet, porque yo no olvido de dónde vengo y a donde iré cuando deje de ser su director. Quiero estar al lado de todos porque soy como un puente. Lo que pueda plantearle al ministro, de lo que sepa, lo haré, aunque sea en una reunión de diez minutos.
¿Y has hablado con el ministro de Cultura de estos temas?
Conoce la situación, por supuesto, porque también hay muchas personas que ya se han sentado con él. Pero la real y humana, la conocerá por mi parte. Todo lo que yo pueda ayudar en ese sentido, voy a hacerlo. Después de su primera intervención, durante el estado de alarma, y del apagón cultural en redes, cambió. Pero es que hacía un mes que acababa de ser nombrado. Tenía un plan de trabajo y, entonces, llegó la pandemia. Sí que está el tema importante del IVA cultural.
¿Qué objetivos te has fijado para el Ballet Nacional de España, con la «nueva normalidad”?
Estamos con clases de formación de danza española. Clásico, bolera, estilizada y flamenco para preparar el cuerpo y centrarnos en el estilo. Necesitábamos volver a las bases. Por eso he invitado como maestro a Manuel Reyes, que fue uno de los niños de Medea, cuando se estrenó en 1984, y vuelve al BNE con un taller coreográfico de baile flamenco y buscar su esencia. También van a venir Belén lopez y La Veronal, con un trabajo de investigación.A partir de septiembre, seguiremos con los ensayos y empezaremos el montaje de La Bella Otero y el espectáculo de homenaje a Antonio por su centenario.