Entrevista. Antón García Abril

 

«Las obras funcionan cuando completan la visión lírica, ética y estética del público»

 Dos García Abril estarán en el Auditorio de Medina del Campo el próximo miércoles. El arquitecto que diseñó el edificio, Antón hijo, y el compositor que vive un año de homenajes por su 80 aniversario. María Bayo, la soprano que ha llevado sus canciones por varios los centros europeos y americanos del Instituto Cervantes, cantará la obra del compositor aragonés en la Semana de Música de Medina.

–¿Qué relación tiene con María Bayo?

–De amistad desde hace muchos años y la profesional se ha intensificado en los últimos tiempos. Es una de las 15 voces de la caja de discos que recogen 100 canciones mías. Rubén Fernández Aguirre, el pianista, es un gran músico repertorista que está haciendo mucho por la música española contemporánea.

–Ha compuesto todo tipo de música, ¿qué le da la vocal, qué añade la palabra?

–En la música vocal hay una primera belleza per se, la del texto que abre nuevas posibilidades a la imaginación y a la creatividad en torno a la dramaturgia. Supone una concentración de la espiritualidad, de la idea, en la palabra. Permite que la música se haga poesía y la poesía música.

–Ha sido compositor de encargo y libre ¿es el mismo García Abril en todas esas obras?

–No varía un ápice, solo la técnica en función del medio en el que se desarrolla la obra. No es lo mismo escribir para una formación de cuerda que para un quinteto de metales. En cuanto a la música en relación con la imagen, utilizas técnicas según escribas para teatro, ópera, o cine, que a fin de cuentas es una música hijastra de la ópera. Cada género tiene su técnica pero movida por la misma persona.

–Catedrático de Composición en el Conservatorio Superior de Madrid durante décadas ¿se puede enseñar a componer?

–Siempre he dicho que la composición no se enseña, se aprende. Nadie enseña a componer, hay muchos que estudian, aprenden la técnica y no dejan en el papel ninguna obra de contenido artístico, en todo caso, de contenido técnico. Ambos son necesarios en distintos porcentajes. He procurado enseñar la parte de composición que puede enseñarse. Por lo demás, cada partitura nueva necesita su técnica, por eso cada vez que inicio una obra empiezo desde cero, compongo como si fuera la primera obra de mi vida.

–Enseñó formas musicales al final de un siglo que las ‘deformó’.

–Toda obra distinta a la anterior requiere de cierto tiempo, no mucho, pero sí algo para su acogida. Por ejemplo la ‘Consagración de la primavera’, de Stravinsky, fue rechazada en su estreno y luego ha sido admirada por todos y una de las más tocadas de la historia. Una obra que no funciona en sus primeros cien años no lo hará nunca.

–¿Por qué ese desfase entre la composición contemporánea y sus coetáneos?

–Es una cuestión difícil que obedece a varios factores. Por un lado la falta de atención del público a lo nuevo, el público siempre quiere lo mismo, lo que conoce. Se ama lo que se conoce, es un postulado interesante pero también una tragedia. Es verdad que hay ciertas vanguardias que abandonaron el diálogo con su público. La música es un lenguaje y si no se entiende, el público desconecta.Pasa en la música, pero ya llevamos muchos años desde el comienzo de la Escuela de Viena y después la de Darmstadt. Hay pocas obras, un porcentaje casi irrelevante, de esos momentos que han tenido una continuidad. También los gerentes de los auditorios tienen miedo a perder a su público, que suele ser reaccionario a lo nuevo. Ypor otra parte los intérpretes, que deciden hacer unas obras en detrimento de otras que no se acercan a la estética que conocen y les van a hacer sufrir. Hay que romper una lanza en favor de las grandes obras de vanguardia, que las hay y se programan con éxito.

–¿Ha gozado o sufrido a los intérpretes de su música?

–Los intérpretes han sido mis mejores aliados. He tenido la satisfacción enorme de que grandísimos intérpretes de la lírica se hayan interesado en mis obras, desde Victoria de los Ángeles y Plácido Domingo, Carreras, hasta los jóvenes que han grabado esta caja de discos reciente. He tenido de aliados a los intérpretes y al público. Gracias a ellos están mis obras, los autores desaparecemos y solo quedan las obras. Cuando las obras completan la visión lírica, estética y ética de los humanos, funcionan, cuando no coinciden, no.

–El cine y la televisión de la España de los setenta y los ochenta llevan su banda sonora, ¿cómo fue trabajar con la imagen?

–Fue una parte de mi vida profesional importante. El cine es el medio moderno del siglo XX; los demás estaban inventados. Hemos sido muchos los compositores que sentimos la atracción por abrazar lo nuevo. A mi me dio la experiencia del trabajo diario y de la audición inmediata, era como hacer el molde y fundir al momento, tenía el laboratorio de sonido al lado y eso es muy importante para un compositor, así puedes rectificar y aprender. Estuve en la composición para televisión en un momento importantísimo y aprendí mucho.

–¿Qué le parecen las bandas sonoras de hoy?

–Voy frecuentemente al cine y veo de todo. Hay partituras lamentables, volúmenes de sonido insufribles, pero también grandes composiciones de artistas jóvenes españoles. Hay muy buenos compositores nacionales.

–¿Está pensando en alguno de sus alumnos?

–No puedo dar nombres que si no se enfadan. Mis alumnos han aprendido más ética que estética conmigo. Fue un lema de una Bienal de arquitectura de Venecia que pedía más ética que estética. Volvemos a mi duda de si se puede enseñar algo, o simplemente solo podemos aspirar a ser una guía, una indicación para los nuevos compositores. Lo cierto es que con una buena guía ya sería suficiente, aunque debe ser de un profesor con obra.

–¿Sigue componiendo?

–Ahora más que nunca, lo que ocurre es que cada vez se hace más difícil. Estoy dedicado a un encargo de la gran violinista Hillay Hahn. Yo, que he escrito para una sinfónica o una ópera entera, me veo concentrado en cuatro cuerdas. Hago seis partitas sobre Bach y su tiempo, otras seis sonatas de Ysaÿe (siglo XX) y seis partituras mías, como representante del siglo XXI.

El compositor del ‘Himno de Aragón’, el académicos de San Fernando, el Premio Nacional de Música y honrado con la Cruz de Alfonso X el Sabio, estará el miércoles en Medina con su hijo el arquitecto.

 

VICTORIA M. NIÑO