Coincidiendo con el inicio de la temporada 2024 de la prestigiosa Asociación Amigos de la Ópera de A Coruña, que lo tiene como responsable de su dirección artística, lleno de proyectos musicales y desbordante energía, Daniel Lara entrevistó al destacado tenor hispano-venezolano Aquiles Machado, un artista polifacético como pocos.
¿Cómo un niño de Barquisimeto, su ciudad natal en Venezuela, descubrió su pasión por el canto?
(Risas) Yo recuerdo que siendo niño se presentó en el colegio de abogados de mi ciudad una famosa mezzosoprano venezolana llamada Morella Muñoz para hacer un recital de canciones clásicas y populares al que fuimos con mi madre. Ahora, en la distancia, puedo afirmar que este recital marcó el inicio de todo lo que sería mi pasión y mi decisión futura de dedicarme al canto. Recuerdo que estábamos sentados en la primera fila y que durante todo el concierto me lo pasé torturando a la pobre Morella pidiéndole que tocaran el cuatro de “la pantera rosa”, y fui tan insistente que terminaron haciéndolo (risas). La perseverancia es un valor que me acompaña desde muy pequeño.
¿En qué momento comienza su formación musical?
Yo provengo de una familia muy tradicional. Mi madre a su vez, de una mucho más tradicional aún. En el seno de su familia se decidió cuál sería el futuro profesional de cada uno de los hijos: y a mi madre le tocó ser abogada. Quizás por esta razón, mi madre prefirió que sus hijos fuesen libres de elegir lo que quisieran para su futuro. Y por eso nos dio muchas opciones. Suelo decir que he tenido una niñez muy estresada, yendo al conservatorio, pero además a clases de kárate, natación, cerámica… Así fue cómo, ya desde pequeño, la opción de hacer estudios musicales siempre estuvo presente. Con el tiempo, fui dejando cosas de lado, pero la música siempre se fue quedando conmigo. Sobre los catorce o quince años algo me mordió la oreja y a partir de ese momento dije: “lo que yo quiero ser, es cantante”.
¿Y entonces?
Primero hice el conservatorio en mi Barquisimeto natal y luego continué en el Conservatorio Superior de Música Simón Bolívar de Caracas. Fue por entonces que una maestra uruguaya, Raquel Adonay, que fue a dar clases a Venezuela y era profesora en los Estados Unidos, me hizo plantear la posibilidad de formarme e intentar proseguir mi carrera fuera de Venezuela. Un día, acompañando a mi gran amigo el violinista Alexis Cárdenas, quien se estaba postulando para una beca del Mozarteum, llegaron a mis manos los folletos de inscripción para estudiar canto con Alfredo Kraus en España. Esta era la oportunidad que tanto había estado esperando; me postulé, me becaron y así fue cómo estudié durante varios años en la Escuela Superior de Música Reina Sofia de Madrid con el tenor Alfredo Kraus, y también de manera privada.
¿Qué artistas fueron importantes en su formación como cantante?
En los primeros años de mi carrera, yo he sido muy afortunado de tener la posibilidad de aprender, coincidiendo en el escenario, con toda una generación de cantantes que ya estaban retirándose, pero que habían hecho enormes carreras. Aprender de todos esos enormes artistas fue fundamental en mi desarrollo futuro como cantante profesional. Con ellos aprendí por un lado a cuidar y a respetar mi voz; por otro, a cómo elegir mi repertorio y el momento en el cual debía abordar un determinado papel y no otro; y también me ayudó a formarme acerca de la responsabilidad del intérprete de cara al público, a la música y a la parte que se interpreta. En esta línea, recuerdo que en una gira junto a la gran soprano eslovaca Edita Gruberova, como yo tenía siempre mucho que estudiar e iba muy temprano al teatro, el primer día que llego, resulta que ella ya hacía por lo menos dos horas que estaba vocalizando en su camerino. Para mí que soy obsesivo, esto me permitió ver la enorme disciplina de los grandes de “verdad” para con su trabajo. Esto marcó mi carrera y fue un ejemplo a seguir. Y sin duda, contar en mis inicios con el respaldo del maestro Alfredo Kraus y, después de haber ganado el concurso Operalia en 1997, con el del maestro Plácido Domingo, me abrió muchas puertas de teatros americanos y me permitió debutar en las compañías de ópera de Washington, de Los Ángeles y esto impulsó mi llegada al MET neoyorquino poco tiempo después.
¿Cuáles son los roles donde se siente más cómodo vocalmente y que más gusto le provoca cantar?
El Nemorino del L’elisir d’amore de Donizetti y el Rodolfo de La Bohème de Puccini son dos roles en los que me he sentido muy cómodo y que he disfrutado mucho cantando. El bohemio Rodolfo es el personaje que más veces he interpretado en mi carrera. Un personaje entrañable y con el que he aprendido muchísimo. El conde de Mantua del Rigoletto verdiano y el Hoffmann de Los cuentos de Hoffmann de Offenbach son otros dos personajes que podría agregar a la lista. Sobre todo, este último, ya que me permitió descubrir el modo en el que debía abordar los personajes en mi carrera, ya que coincidiendo simultáneamente varias producciones con visiones muy diferentes de este personaje, me permitió entender que por más extraña que sea la visión del personaje siempre hay un último momento de encuentro entre este y la propia psiquis del cantante. Dentro de la galería de los personajes que he hecho, creo que estos cuatro han sido los de mayor calidad. Tengo varias grabaciones de ellas y me atrevería a decir que alguna de ellas puede ser buena (risas). De los últimos roles que he ido incorporando a mi repertorio, el de Mario Cavaradossi de la Tosca de Puccini me ha tocado particularmente. Yo lo he asumido desde una posición mucho más frágil de lo que normalmente lo suelen hacer otros cantantes. Yo lo veo como un artista muy sensible, inmensamente frágil, que debe enfrentarse a la fuerza bruta, algo ajeno a su naturaleza. Esta versión mía, tan diferente del personaje heroico, que pide que lo torturen más, se aparta de la visión tradicional y seguramente no haga feliz a todo el mundo.
Su voz ha ido evolucionando con el paso del tiempo… ¿Cómo la clasificaría hoy?
Como la de un tenor “mayor” (risas). Es verdad que mi voz ha cambiado y es por eso por lo que trabajo mucho buscando dónde resulta más eficaz. En este momento mi voz esta mucho más spinta y oscura. Es por eso por lo que creo que ha llegado el momento de plantearme nuevos retos.
Por ejemplo…
Yo siempre dije que era un tenor que no sufría por no tener un Otello dentro. Y sé bien que, en cambio, a muchos de mis colegas esto sí que es algo de lo que se lamentan y que les impide ser felices e incluso cantar. Sin embargo, en este momento de mi carrera, yo me plantearía con sinceridad intentar abordar un rol como el Otello verdiano. Pero abordándolo no desde la idea del general ocupado y el hombre de gran fuerza, sino precisamente como ese hombre que posee un punto de debilidad que hace que puedan derrotarlo sin siquiera levantar una lanza. Esto me interesaría muchísimo, puede ser en escena o en concierto. También hay otros muchos personajes del verismo que quisiera poder cantar como el Loris de la Fedora, de Giordano, o el Maurizio de la Adriana Lecouvreur. Estos son sólo algunos de esos roles que me faltan y que yo espero poder hacer “antes de que cerremos la Santa María”, como decimos en casa (risas).
¿Qué significó para usted asumir la dirección artística de la Asociación de Amigos de la Opera de A Coruña?
Un gran desafío y una gran responsabilidad. Todo viene de la idea de entender que uno con el tiempo tiene que diversificarse dentro de lo que uno conoce, de lo que uno sabe… y mi experiencia es teatral. Llevo a mis espaldas más de 35 años de teatro. Sin bien en el pasado tuve la experiencia de ser director artístico en pequeñas instituciones particulares, es mi primera experiencia al frente de una institución tan prestigiosa, con una importante historia detrás y un público inmensamente tradicional, por lo que me siento inmensamente afortunado y entusiasmado de llevar a cabo este trabajo aquí en la Asociación Amigos de la Opera de A Coruña. La experiencia hasta el momento no ha podido ser mejor: los aficionados han recibido positivamente todo lo que he ido proponiendo y esto me hace muy feliz.
¿Cuál es su visión para la presente temporada?
Mas allá de la labor constructiva, educativa o cultural que puede tener una temporada o un festival de música, es muy importante que conecte con el público, ahí está la esencia. Desde que llegué a A Coruña una de las peticiones de los socios y del público en general fue intentar volver a una época dorada, que fue la del Festival Mozart, en la que se hacían muchas óperas representadas. Es por ello por lo que hemos buscado ampliar el número de óperas representadas para volver a esa experiencia total de la ópera, convocando atractivos repartos que incluyen jóvenes cantantes emergentes junto a otros ya consagrados.
¿Cómo es la propuesta operística de esta temporada?
A grandes trazos, la temporada se iniciará con la ópera La Bohème de Puccini los días 8 y 10 de septiembre, donde el tenor canario Celso Albelo junto al barítono italiano Máximo Cavaletti darán anclaje a una producción que tiene muchos cantantes que debutarán rol en esta ocasión. Le seguirá la ópera L’elisir d’amore de Donizetti en una producción muy bonita inspirada en la estética de Botero y donde el gran tenor mexicano Ramón Vargas compartirá el escenario junto a una portentosísima Ruth Iniesta, joven soprano zaragozana que viene golpeando muy fuerte en el mundo de la lírica actual. Y también habrá talento gallego, porque también tendremos sobre el escenario al barítono Luis Cansino, quien promete ser un divertidísimo doctor Dulcamara que nos matará de risa con su caracterización. Asimismo, la temporada incluye el estreno absoluto de la ópera Pálido punto Azul, creación del compositor gallego Javier Otero Neira. En todos los casos, hay previstas conferencias introductorias y explicativas sobre cada uno de los títulos presentados.
¿Qué nos puede contar a propósito del estreno absoluto de la ópera Pálido azul profundo?
Uno de los objetivos que he tenido desde mi llegada al festival fue el de apoyar a los compositores locales, gallegos, nacionales… Desde que estamos aquí siempre hemos estrenado una ópera nueva. Y bueno, este año le tocó a Pálido punto azul de Javier Otero Neira. Se trata de una inmersión dentro de la contemplación humana que ha hecho el compositor basada en la perspectiva de esa inmensa soledad universal y de esa tontería que tenemos en la cabeza de sentirnos el centro del universo. Una ópera contemporánea que toma como punto de partida la famosa fotografía que tomó la sonda Voyager 1 en 1990, y en la cual intervienen muchos artistas trabajando de manera coral y que cuenta incluso con la presencia del propio Otero Neira tocando el piano, manejando los sintetizadores y ocupándose de la programación de la parte multimedia del montaje. Es una propuesta moderna, diferente… que nació de la necesidad de confrontar diferentes expresiones artísticas y cuyo principal atractivos es el de invitar a la reflexión dejando puertas abiertas a otras formas de pensar, de imaginar, de hacer y de creer.
La programación incluye además un recital titulado “Long time ago” a cargo del bajo-barítono Marko Mimica y un concierto pucciniano con el debut local de la soprano china Hui He… ¿qué nos puede adelantar de estas propuestas?
“Long time ago” fue elegido mejor recital del año pasado en la ciudad de Dubrovnik, y en él se propondrá una interesante variedad de canciones míticas del repertorio ruso, francés, italiano… para la cuerda de bajo, de la mano de Marko Mimica, uno de los cantantes más destacados y solicitados de su generación, quien estará acompañado al piano por el talentoso Marcos Madrigal. En cuanto al concierto de Hui He, quien se presentará por primera vez en A Coruña, se trata de un programa integral de composiciones de Puccini que tendrá lugar el mismo día de la muerte del maestro de Lucca y en donde además de arias de óperas y fragmentos orquestales, se podrá escuchar una pequeña suite que escribió sobre sus temas orquestales, junto a ilustraciones visuales cuidadosamente escogidas.
¿Qué otras actividades en paralelo hay previstas para esta temporada?
Recordando el centenario de la muerte de Puccini, hemos dedicado una buena parte de las actividades paralelas a su memoria. Están previstas las proyecciones de la operas Edgar, Manon Lescaut y La Fanciulla del West, que son títulos difíciles de encontrar en las programaciones de los teatros. Asimismo, habrá conferencias en torno a Puccini y su obra. Hay previstos recitales de canciones de cámara a cargo de “la generación emergente” y los “nuevos talentos gallegos”; un ciclo “Os nosos intérpretes” donde se podrá apreciar talento gallego; y otro denominado “Lírica inclusiva” que tendrá lugar en centros sociales, donde se buscará acercar la ópera a la gente de un modo sencillo para que puedan sentirla como propia, cotidiana, cercana… También tendremos el lujo de contar con la presencia del renombrado barítono malagueño Carlos Álvarez, quien llevará a cabo un curso de interpretación vocal dirigido a jóvenes cantantes. Como puede ver, se trata de una programación variada e interesante, que nos hace muy felices proponer y que espero el público respalde.