Alberto Zedda (Milán, 1928) dice que «no es» ni director, ni profesor, ni escritor, ni el mayor especialista mundial en Rossini, sino, «quizá», «un poco todo ello». Se dedicaría a la música, «aunque no le pagaran», y asegura que tiene la energía que mañana volverá a mostrar en el podio, porque «la necesita».
El músico regresa este sábado a una de sus «segundas casas», el Teatro de la Zarzuela, en Madrid, para ponerse al frente de la ORCAM en el monumental «Stabat Mater» de Rossini, con Carmen Romeu, Clara Mouriz y Dimitri Korchak, más algunos fragmentos de la ópera «Ermione» y la cantata de «La morte di Didone».
Está apenado, porque, finalmente, el tenor no ha podido ser Celso Albelo, pero es uno de los cantantes de su «escuadra», Dimitri Korchak, el que le sustituye, y además está «encantado» con Romeu, que, ha anunciado, actuará este verano en Pésaro, en el famoso festival de ópera de Rossini, que él dirige.
Debutará en el papel de Armida en «Ermione», el único que María Callas cantó de ese compositor.
«Lo hace maravillosamente. En estos ensayos en Madrid he visto que es una cantante de un impresionante futuro. No tengo la menor duda de que su debut será un enorme éxito. Será la estrella de Pésaro», ha pronosticado.
Zedda, al que esta tarde el Círculo de Bellas Artes entregará su Medalla de Oro, es «muy conocido» en España, se ríe, ya que vivió en Madrid durante siete años, ha dirigido en numerosas ocasiones en la Zarzuela y ha sido asesor artístico del Festival Mozart de A Coruña, una ciudad que «también», asegura, considera una de sus casas.
«Soy un director sin posición estable y por eso envidiado», se ríe de nuevo el artista, que el domingo volará en Tokio, una semana después estará en A Coruña y luego se dedicará a preparar el festival rossiniano de Pésaro.
Asesor artístico del Rossini Opera Festival de Pésaro, director artístico del Rossini Opera Festival y director de la Academia Rossiniana, «admite» que «digan» que es «especialista» en el compositor de «El Barbero de Sevilla».
No obstante, rápidamente matiza que, si lo es, es porque se ha dedicado no sólo a él sino también a dirigir, enseñar, escribir y gestionar: «Soy todo y no soy nada», puntualiza.
Nacido en un hogar «bien» pero sin tradición musical, Zedda «iba para filósofo», pero a los 19 años se enamoró de una pianista y su universo cambió.
Transformar su proyecto vital, dice, fue «una conquista», porque tuvo que dejar «muchas cosas», aunque, apostilla, «fue una gran fortuna encontrar a la vez el amor y la música».
Durante muchos años, Rossini fue un autor por el que no sintió ningún interés. La culpa, precisa, la tenían «posiblemente» las «malísimas» representaciones que se hacían de sus obras, «como si todo fuera ópera bufa, farsas sin ningún gusto, que solo perseguían la risa fácil» del auditorio.
Se acercó a él «por pura casualidad» y se encontró con el Rossini dramático, y puso todo su empeño en que los demás vieran lo que hay, por ejemplo, tras «El Barbero de Sevilla».
«¿Puede alguien decir que ‘Cossi fan tutte’ es una farsa?. Es una obra totalmente negra, una tragedia, intensamente dramática», y así lo sostiene en «Divagaciones rossinianas», un libro que es un éxito en Italia.
En ese texto, precisa, no explica quién es Rossini, «porque es inexplicable», sino su amor por el compositor, un filósofo, un «contribuidor a la ‘joie de vivre'», a un hedonismo conjugado con trascendencia.
«El problema con Rossini es que pensaban que era demasiado viejo, sobre todo su música ‘seria’, pero es que él hablaba de futuro. Se saltó el romanticismo para llegar a un mundo abstracto que es capital. Es un poeta, un superhombre con un mundo que no es el del día a día».
Si no lo hubiera descubierto con 40 años, cuando era ya «un neófito consciente», «no podría haber hecho lo que hace», sostiene.
Esta «dínamo humana» de vitalidad y proyectos, ha descubierto que «la energía se crea» y que, si la tiene, es simplemente porque «la necesita».
No ha tenido tiempo para darse cuenta de que iba envejeciendo: «Puedes tener un poco menos de energía, sobre todo al final del concierto, que ya no te sientes fresco como una rosa, pero en el podio siento exactamente lo mismo que cuando tenía 30 años. Ahora incluso soy más apasionado que antes», revela.
«Si uno hace un trabajo que le gusta… Pero es que, además, esto no es un trabajo. Si no me pagasen, lo haría igual. Esto es lo más bello para mí».
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Concha Barrigós.