Entrevista Elena Mosuc

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Victoriano Suárez Alamo

 

 

-¿Vocalmente, Violetta Valéry es un rol especialmente complicado para una soprano?

 

Complicados son casi todos los roles (risas) pero en Violetta es necesario que la soprano posea la gama vocal completa y sea dueña de la coloratura y de un óptimo canto legato -especialmente en el Acto II-. Quien afronta Violetta debe ser capaz de poder dar todos los contrastes y colores vocales que Verdi escribe.

 

 

-¿Cómo ha preparado su voz para este personaje tan popular?

 

Desde los comienzos busqué una técnica sólida, una técnica que me permitiera ir evolucionando en el repertorio. Esta maduración no es rápida, pero la base construida me ha permitido ir afrontando este tipo de personajes tan variables. Sin un dominio de la propia voz sería imposible poder transmitir emociones, que al fin y al cabo, es lo que los artistas buscamos.

 

 

-¿Desde el punto de vista interpretativo, cómo ha encarado este personaje? ¿Cómo definiría ‘La Traviata’?

 

Veo a Violetta como una mujer frágil, pero es inteligente y consciente de que posee una fortaleza interior. Me gusta toda la ópera, pero donde más me identifico con el personaje es en el Acto III, cuando ella está sola y debe enfrentarse a su destino, cuando es más íntima, cuando define ante el público lo que ha sido toda su vida, todo su camino. Allí puedo dar más facetas del personaje.

 

 

-Llegó usted el pasado viernes -NB: llegó a las 15h00 a GC- a la isla, encaró ese mismo día el ensayo general y el domingo estrenó la representación. ¿Cómo ha sido capaz de llevar a cabo un proceso tan complejo en tan poco tiempo y con tanta rapidez?

 

Con profesionalidad (risas). Todos estos años de carrera me han llevado a estar preparada para cada circunstancia y a tener capacidad de adaptación, a pesar de que ese viernes me levantara a las cinco de la mañana, viajara y llegara a Las Palmas a las tres de la tarde para un ensayo general (risas). He tenido situaciones aún más extremas, como por ejemplo una vez en Alemania, que me llamaron para “Lucia di Lammermoor”; el avión tuvo un retraso y llegué al teatro cuarenta minutos antes de la función…En estos casos, el autocontrol es importantísimo.

 

 

-¿Qué le decidió a aceptar la invitación de la Temporada de Ópera de Las Palmas?

 

Conocí la ciudad y la isla años atrás, cuando fui invitada para un concierto en el “Auditorio Alfredo Kraus” y desde entonces siempre esperé poder cantar una ópera en la tierra natal del gran tenor. En años sucesivos, disfruté de períodos de vacaciones en el bellísimo sur de la isla. Recuerdo también haber venido desde Maspalomas especialmente para ver “Roméo et Juliette” en la Temporada ACO del Teatro Pérez Galdós. Luego se dio que estaba ocupada, y finalmente, las circunstancias permitieron mi debut operístico en ACO.

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-¿Se ha sentido cómoda en su paso por este montaje de los Amigos Canarios de la Ópera?

 

Me he sentido en completa armonía con toda la organización: artística, técnica y administrativa. Hay aquí una bellísima energía entre nosotros, el mejor ambiente del teatro verdadero y sincero. Se trabaja a fondo, pero sin ese stress nocivo que tantas veces debemos sufrir. Son todos muy atentos y nos sentimos arropados en nuestro trabajo. Insisto, una bella armonía artística y humana.

 

-¿Ha encajado con facilidad con el tenor Francesco Demuro  y el barítono Juan Jesús Rodríguez? ¿Los conocía y había trabajado con ellos antes?

 

Son dos colegas excelentes. Con Francesco ya habíamos coincidido en la Arena de Verona durante otra producción de “La Traviata”, nuestro feeling fue inmediato. Juan Jesús fue una bella sorpresa, un espléndido intérprete, una cálida persona. Y lo mismo debo decir del Mº Vitiello -a quien conocí personalmente en Milán pero con quien aún no había trabajado- y del resto de los compañeros del elenco. He sido muy feliz al comprobar que el elenco era óptimo, tanto en lo profesional como en lo humano. Un elenco digno de los mejores teatros; y esto puedo afirmarlo con conocimiento de causa, pues la carrera me ha llevado a la Opernhaus de Zúrich, al Metropolitan, a La Scala, a la Staatsoper de Viena, por citar algunos.

 

-Una vez finalizada su estancia en la isla. ¿Cuál es su próximo destino?

 

Regresar a Lisboa, donde estaba de vacaciones en casa de amigos hasta que me llamaron de aquí (risas). De allí iré a Bari, donde cantaré nuevamente Violetta con Francesco Demuro. Terminado esto, debo grabar mi nuevo disco para Sony con arias de Meyerbeer, volar a Tel Aviv para La Bohème, luego a Montpellier para Caterina Cornaro en concierto. Nuevas aventuras.

 

-Usted compartió escenario con Alfredo Kraus. ¿Qué tal la experiencia?

 

Con Kraus fue una experiencia maravillosa. Fue en la Ópera de Zúrich, yo era más joven y él era ya el mito, el grande Kraus. La ópera era Lucia di Lammermoor y su Edgardo, es sabido, era único. Pero a pesar de su estatura artística, recuerdo de Kraus su humanidad y su gentileza. Esa “leyenda” inmediatamente te hacía sentir cómoda a su lado y te daba confianza. He recordado con intensidad esos momentos cuando visité en estos días su sepultura en Vegueta.

 

 

-Desde su punto de vista, ¿qué tiene que hacer la ópera para conectar con nuevos públicos? ¿Con los jóvenes?

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Producir espectáculos con buenos artistas que sepan comunicar y emocionar. Con puestas en escena imaginativas, que busquen acercar un mundo aparentemente antiguo a las nuevas generaciones, pero sin propuestas absurdas –que las hay, y cuántas…-. La lógica, la emoción y el sentimiento deben prevalecer en estas propuestas. Y además, evitar los prejuicios antes de entrar, dejarse llevar. La música hará el resto.

 

 

Camerino TPG, 27 / 02 / 14