La programación de esta última ópera de Rossini por un teatro importante es siempre una ocasión muy especial, ya que pocas son las oportunidades de verla en escena. De hecho, habría que decir que se trata de la menos rossiniana de todas las compuestas por el Cisne de Pésaro. Las exigencias vocales son excepcionales y de corte más heroico que en el resto de sus óperas y los personajes son bastante numerosos. Todo ello hace que sean escasas las oportunidades de ver esta ópera. Con estos antecedentes no puede caber duda de que la expectación por estas representaciones del Covent Garden era muy alta, que todavía se ha visto incrementada por el escándalo que ha acompañado a la función del estreno y del que se ha hecho eco toda la prensa londinense. El resultado global de la representación ha sido francamente bueno, con una producción escénica interesante y supongo que dulcificada a cuenta del mencionado escándalo, una estupenda dirección musical, y un reparto vocal de altos vuelos.
Ante de entrar en detalles, bueno será referirse a la versión ofrecida, ya que en esta ópera casi puede decirse que hay tantas versiones posibles como representaciones La versión integral es superior a la de muchas obras de Wagner y los cortes tienen mucho sentido en esta ópera. Aquí se nos ha ofrecido la versión original francesa y los cortes no han sido excesivos, ya que la duración musical ha superado las tres horas, es decir unos 20 minutos más larga que la que se ofreció en Munich en el festival del año pasado.
El espectáculo escénico es una nueva producción de Damiano Michieletto y provocó las iras del respetable la noche del estreno, a cuenta de una escena durante el ballet del tercer acto, en la que los soldados austriacos desnudan y violan a una joven suiza. La escena provocó los abucheos del público, que no consiguieron ser acallados durante la continuación de la ópera. El escándalo fue tal que ha llegado a las páginas de todos los periódicos, obligando a los responsables del teatro a emitir una nota pidiendo excusas y a incluir en el programa un aviso de la existencia de una escena de violación en la ópera, con un breve pasaje de desnudez. Yo no estuve en el mencionado estreno, pero tengo la impresión de que la escena ha sido notablemente dulcificada en estos días, ya que en esta segunda representación no ha habido ni conato de escándalo ni podría haberlo, ya que lo visto en escena hace muy difícil imaginar semejante reacción del público. Casi me atrevo a decir que ni desnudez ni violación, sino algún atisbo.
Más allá del escándalo, la producción de Damiano Michieletto tiene interés, aunque no siempre sus originalidades resultan brillantes. La acción se traslada a algún país invadido en los años 40, estando ofrecida a través de los ojos de Jemy, obsesionado por los tebeos de Guillermo Tell, que aparece como un personaje mudo en escena. La trama no es, por tanto, sino un drama paralelo al vivido en la independencia suiza en el siglo XIV y visto a través de la mente de un niño moderno. Lo que destaca de manera especial en esta producción es la dirección de actores y sobre todo de masas por parte de Michieletto, aunque haya pasajes poco conseguidos.
La escenografía de Paolo Fantin no ofrece sino un gran espacio, cerrado por unas paredes lisas, ambientando el primer acto en una especie de restaurante, donde se celebran las bodas de los campesinos, llenando la escena mesas y sillas, A partir del segundo acto pasamos a otro escenario, dominado por un gran árbol caído, que va modificando la ambientación a través de un artilugio giratorio. La gran reiteración en la presencia del mencionado árbol resulta un tanto pesada, tras un arranque interesante en el segundo acto. El vestuario de Carla Teti no ofrece excesivo interés, pero resulta adecuado para la época donde se sitúa la acción en esta producción. Me pareció muy bien conseguida la iluminación de Alessandro Carletti.
En resumen, se tata de una producción interesante, bien trabajada y dirigida, en la que se opta por ofrecer los ballets de los actos I y III, moviendo en ellos a las masas para incidir más en los aspectos del drama. Hemos visto provocaciones muy superiores en cualquier otra producción.
La figura del director musical de la Royal Opera House es uno de los principales activos de la compañía y espero que sigan contando con él largo tiempo. Me estoy refiriendo a Antonio Pappano, cuyas actuaciones se cuentas por otros tanto éxitos y del que tanto se está hablado últimamente como posible sucesor de Kirill Petrenko en Munich. La dirección de Pappano fue muy buena, muy superior a la que el rutinario Dan Ettinger nos ofreció el año pasado en Munich. Ya el arranque de la obertura ponía en evidencia que lo que íbamos a escuchar nada tendría que ver con una versión rutinaria de la ópera. Y así fue, efectivamente. Para mí Antonio Pappano es uno de lo más grandes directores de ópera en el repertorio italiano, cuya primacía no puede ser discutida sino por Riccardo Muti. La Orquesta de la Royal Opera House ofreció una actuación que nada tuvo que ver con la del día anterior en Don Giovanni. Aquí sí que uno pudo disfrutar de un sonido espectacular que salía del foso y ahí es precisamente donde radica la diferencia y entre un buen director (Altinoglu) y un excepcional director (Pappano). Magnífico también el Coro de la Royal Opera House, con el que Renato Balsadonna demostró su excepcional calidad.
Si el año pasado Michael Volle no me convenció en Munich en el personaje de Guillaume Tell, tengo que decir lo contrario en el caso de Gerald Finley en Londres. La actuación del barítono canadiense ha sido magnífica de principio a fin. Escénicamente, es un actor consumado, pero además cantó con grandes dosis de emoción y con una voz de calidad, muy bien manejada. Para mí fue lo mejor de la representación.
La soprano sueca Malin Byström fue la intérprete de Mathilde, ofreciendo una convincente actuación escénica y una gran intensidad en su canto, aunque a mi parecer su voz no es la más adecuada para el personaje. Desde mi punto de vista, resulta un tanto metálica y hace falta una mayor belleza tímbrica, especialmente en el aria Sombre forêt y también en el dúo con Arnold. Espero con mucho interés que pronto Maria Agresta incorpore este personaje a su repertorio.
Todos los aficionados conocen las enormes dificultades del personaje de Arnold, muy exigido por una tesitura casi sobrehumana. El americano John Osborn lo hizo francamente bien. La voz tiene atractivo y homogeneidad, aunque no responde exactamente a las características de un tenor heroico. El americano tiene musicalidad y no rehuye las dificultades, aunque pasó apuros en la cabaletta de su gran escena, tras una notable interpretación del aria Asile hereditaire. Hoy por hoy y dejando aparte a Juan Diego Flórez, los dos únicos posibles intérpretes de Arnold son John Osborn y Bryan Hymel, quien lo cantó el año pasado en Munich. Me parecen dos notables intérpretes, y me quedo con Bryan Hymel, más heroico que su compatriota.
La joven soprano rusa Sofia Fomina dio vida a Jemy, el hijo de Guillermo Tell, que aquí se convierte en el hilo conductor de la acción. Su actuación ha sido muy buena en todos los sentidos, muy desenvuelta en escena, resultando un personaje muy convincente, y cantando siempre con gusto y con voz atractiva.
El resto de los numerosos personajes fueron bien cubiertos y algunos tienen bastante que cantar. El malvado Gesler fue interpretado de manera adecuada por Nicolas Courjal, en una concepción escénica poco convincente, ya que resulta un malvado malísimo, sin más matices. La mezzo soprano albanesa Enkelejda Shkosa lo hizo bien en la parte de Hedwige, tras un primer acto poco convincente en términos vocales. Eric
Halfvarson fue un lujo en el personaje de Metchal. Alexander Vinogradov ofreció una buena voz y musicalidad en sus intervenciones, especialmente en el terceto del segundo acto con Tell y Arnold. Adecuado y sonoro el Rodolphe del tenor Michael Covin. Muy buena impresión la dejada por el joven barítono Samuel Dale Johnson como Leuthold. Finalmente, me referiré al personaje de Ruodi, el pescador, que tenía que haber sido cantado por Mikeldi Atxalandabaso, pero una traqueitis le ha obligado a cancelar, siendo sustituido por Enea Scala, que lo hizo bien, aunque hemos perdido con el cambio, ya que la voz de nuestro compatriota tiene más importancia que la del italiano y sus notas altas son más brillantes.
El Covent Garden ofrecía una entrada superior al 95 % de su aforo. El público se mostró algo reservado durante la representación y muy cálido en los saludos finales, en los que los protagonistas y el maestro Pappano fueron recibidos en triunfo.
La representación comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración total de 4 horas y 17 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 8 minutos. Siete minutos de aplausos.
La localidad más cara costaba 190 libras (265 euros), habiendo butacas de platea por 177 libras (245 euros). La entrada más barata costaba 30 libras (43 euros).
José M. Irurzun