Estreno de ‘El abrecartas’ de Luis de Pablo: lo efímero del instante

                       Estreno El abrecartas de Pablo Por Germán García Tomás

Convertir en ópera una novela supone ya de por sí un verdadero reto para todo compositor. Pero si encima esa novela es epistolar, cuya acción se va desarrollando según la visión de cada uno de los personajes que la integran, la complejidad es aún mayor. Imaginemos llevar al teatro cantado un clásico de la literatura española del siglo XVIII como es las Cartas marruecas de José Cadalso, novela cuyo contenido en epístolas –las impresiones de un joven marroquí respecto a España– volvería loco a cualquier libretista a la hora de sacar un texto medianamente coherente para ser musicalizado con posterioridad. Quizá se pueda llegar a la conclusión de que NO es una obra idónea para transformarse en ópera. Estreno El abrecartas de Pablo

Pongamos otro ejemplo alejado de nuestras fronteras poco más de una centuria posterior: el Drácula de Bram Stoker, otro clásico que goza de infinidad de adaptaciones cinematográficas, unas más exitosas que otras. Aun así, sería igualmente complicado atrapar en un libreto toda la trepidante acción que rodea al vampiro desde los diferentes puntos de vista de Jonathan, Mina o el doctor Seward. Volviendo a nuestro país, Isaac Albéniz, con ayuda de su amigo y mecenas, el banquero Francis Money-Coutts, supo traducir a la escena operística con bastante intuición teatral la novela Pepita Jiménez de Juan Valera, que a pesar de no estar compuesta de cartas en su totalidad, posee un importante formato epistolar. Unos pocos años antes, Jules Massenet escribe, con permiso de Manon, la más redonda y desgarradora de sus óperas inspirándose en otro relato epistolar, el Werther de Goethe.

El abrecartas de Luis de Pablo: el tenor José Manuel Montero (Rafael)

La multiplicad de perspectivas y la ausencia de una narración lineal de los hechos son handicaps nada baladíes a los que se enfrentan libretista y compositor ante el desafío artístico de la adaptación operística. Eso es lo que precisamente acontece con una novela contemporánea de personal género epistolar, El abrecartas, de Vicente Molina Foix, que enamoró perdidamente al difunto Luis de Pablo tras publicarse la obra en 2006, la cual ganó el Premio Nacional de Literatura al año siguiente. La conversión en ópera de la novela para quien fuera uno de los más inquietos músicos de la vanguardia española, aun en su edad madura, era obligada, lo que le llevó a confiar al propio escritor la confección del libreto, con lo que la labor de selección realizada por el autor de la pieza literaria ya privaba necesariamente de gran parte de su contenido original. Y ahí partimos por tanto del defecto de la limitación, pues la trama de la novela abarca desde los últimos coletazos de la Dictadura de Primo de Rivera, pasando por la República y la Guerra Civil, y el grueso principal lo compone el periodo de la dictadura franquista, hasta llegar a los primeros años de la transición. Aun así, la vida de los escritores (Federico García Lorca, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre…) y otros personajes de ficción ideados por Molina Foix a los que el franquismo les segó los sueños, afanes e ilusiones, así como el normal desarrollo de sus relaciones entre ellos por la continua acción de la censura, se ven obligados a detener sus vivencias en la obra musical en el año 1956.

La linealidad progresiva no es lo que define a El abrecartas, la postrera creación operística de Luis de Pablo que ahora el Teatro Real ha subido a escena en estreno absoluto. Porque, a la manera de una radiografía social, asistimos como espectadores a impresiones individuales o colectivas de los personajes–-algunos de ellos en actitudes hieráticas– durante un lapso temporal de nuestra historia reciente en instantes concretos, en aquís y ahoras, como nos dice el director escénico de esta première mundial, Xavier Albertí, cuya concepción teatral se canaliza en seis paneles que representan los antiguos apartados de correos, diseñados por el escenógrafo Max Glaenzel, a los que se envían esas cartas que se ignora lleguen finalmente a su destinatario final. Unos paneles que sirven para todo, hasta para describir los muros de la prisión de Ocaña en la que Alfonso escribe cartas a su amada Manuela (que al parecer le engaña a él con otra mujer, Setefilla), pobladas de tachaduras con palabras censuradas que se visionan sobre dichos muros. En todo el tramo final, un enorme sello de Francisco Franco que será derribado más adelante, junto a los retratos de los disidentes políticos, conocidos o anónimos, sirven de marco a la comisaría o a la “consagración religiosa” de Eugenio D’Ors. Pese a la variedad y lo cambiante en el plano escénico, ese mismo carácter de instantaneidad, con acciones simultáneas en escenarios y situaciones distintas –a la manera de Die Soldaten de Bernd Alois Zimmermann–, pueden hacer resentir la comprensión e inteligibilidad de lo que se está contando, sobre todo al que no conoce ni una coma del texto literario de Molina Foix, y por tanto queda poco claro qué es lo que está pasando realmente en escena. Estreno El abrecartas de Pablo

El abrecartas: Plano general con el tenor Airam Hernández (Federico García Lorca) en primer plano

En líneas generales, el lenguaje musical del compositor recientemente fallecido se hace un poco empinado y a veces hasta indigesto para acceder a este universo de lo efímero. La continuidad de las siete viñetas o estampas presentadas se asienta, preparado por uno de los mayores especialistas en la creación actual, Fabián Panisello, en un entramado sonoro caracterizado por una continua búsqueda del color y la tímbrica aguda por medio de un gran abanico de percusión, con xilófonos y vibráfonos como protagonistas, situados en el palco izquierdo, y por los metales, utilizados en muchas ocasiones con sordina, en los palcos derechos, una distribución espacial del material instrumental muy parecida a la de la producción de El ocaso de los dioses de Wagner con la que cohabita la ópera de Luis de Pablo. A excepción de la escena inicial con el coro de niños en un claro diatonismo de ecos populares y los sones aislados de un pasodoble al piano que recrea el poeta granadino, –tan propenso al folclore–, la escritura vocal, apegada a la prosodia, es bastante ecléctica, aunque prima en gran parte lo atonal, y hay presencia ocasional de voces en off, alguna recitación sobre música y hasta una breve polifonía a capella. Estreno El abrecartas de Pablo

Contra lo que podría parecer inicialmente, Federico García Lorca no es el protagonista de El abrecartas, porque esta no es ni por asomo una ópera biográfica sobre su figura ni sobre la de los que lo rodean. Su presencia es bastante anecdótica en la hora y media larga de duración, aunque su aura y universo vital y artístico atraviesan toda la dramaturgia. Por ello nos quedamos con muchas más ganas de escuchar la nobleza canora del tinerfeño Airam Hernández dando vida al poeta de Fuentevaqueros, que está encauzando una carrera prometedora con su voz bien timbrada de tenor lírico. El cantante canario nos regala con sensibilidad esas pocas frases donde De Pablo ha destinado lo más refinado de su escritura vocal en esta ópera. Lástima que sean pinceladas tan escasas.

tenor Mikeldi Atxalandabaso (Alfonso), mezzosoprano Ana Ibarra (Salvador / Setefilla)

Quizá el personaje que junto a Lorca tiene mayor grado de expresividad es precisamente el de Alfonso Enríquez, encarnado por otro sensacional tenor con un canto de gran emoción, el vasco Mikeldi Atxalandabaso, en antiamoroso dúo final con la mezzosoprano Ana Ibarra en Setefilla, la única fémina protagónica en un reparto coral copado por tenores, y de la que llama la atención su contundente registro grave, pese al vibrato un tanto molesto. Entre esa hegemonía tenoril está igualmente muy destacado en la trama Vicenç Esteve como el sibilino espía Ramiro Fonseca, delator de escritores represaliados y creador de una rimbombante loa al Generalísimo, así como José Manuel Montero como un episódico Rafael González Sanahuja, el amigo de infancia de Federico con el que se inicia el relato de Molina Foix, o el entregado Andrés Acero, amante de Aleixandre, de Jorge Rodríguez-Norton. Al lado de todos ellos discurren otros personajes históricos, como un desgarrado Miguel Hernández defendido por el barítono José Antonio López, el Vicente Aleixandre vocalmente rudo del también barítono Borja Quiza o el Eugenio D’Ors que encarna el bajo David Sánchez, cuya paradójica combinación entre falangismo y “vida alegre” se ridiculiza con la presencia en escena de sus admiradoras vestidas de viudas y un obispo celebrante, una referencia al nacionalcatolicismo que es pura caricatura y que complementa el comisario de voz aflautada, con tesitura contratenoril, de Gabriel Díaz. El Coro Intermezzo realiza un buen trabajo en esa diversidad de cantos, a lo que se suman los Pequeños Cantores de la JORCAM en la escena inicial de los “lobicos”, de un encanto atravesado de amargura latente. En suma, un estreno de tibia respuesta por parte del público –frente a aclamaciones aisladas ciertamente exageradas– que no podemos considerar más que un llamativo y curioso acercamiento a la visión de los vencidos –o derrotados, como rezan dos de los cuadros– en el plano literario que ideó Molina Foix y de la que Luis de Pablo quiso captar la esencia de cada instante.

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16 de febrero de 2022, Teatro Real (Madrid). El abrecartas. Ópera en un prólogo y seis escenas. Música: Luis de Pablo. Libreto: Vicente Molina Foix, basado en su novela homónima. Estreno absoluto. Dirección musical: Fabián Panisello. Dirección de escena: Xavier Albertí. Escenografía: Max Glaenzel. Figurines: Silvia Delagneau. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Coreografía: Roberto G. Alonso. Reparto: Airam Hernández (Federico García Lorca), Borja Quiza (Vicente Aleixandre), José Antonio López (Miguel Hernández), José Manuel Montero (Rafael), Mikeldi Atxalandabaso (Alfonso), Jorge Rodríguez-Norton (Andrés Acero), Ana Ibarra (Salvador / Setefilla), Vicenç Esteve (Ramiro), Gabriel Díaz (comisario), David Sánchez (Eugenio D’Ors), Laura Vila (sombra), Magdalena Aizpurua (Manuela). Pequeños Cantores de la JORCAM (directora: Ana González). Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real (director del coro: Andrés Máspero). Estreno El abrecartas de Pablo

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