Termina mi visita al Festival de Munich con Andrea Chenier, que ofrecía a dos de las grandes figuras de la actualidad en los personajes protagonistas. Me refiero a Jonas Kaufmann y a Anja Harteros. La representación ha sido un triunfo de público, aunque las cifras resulten exageradas, basado en un estupendo reparto vocal, una adecuada dirección musical y una producción atractiva, pero que no ha favorecido el resultado del espectáculo.
Hay algunas óperas en las que los directores de escenas modernos tienen grandes dificultades para sacarlas de su contexto, debido al hecho de que el libreto es extraordinariamente preciso en cuanto a épocas e incluso fechas Las dos más importantes que se me vienen a la cabeza son precisamente Andrea Chenier y Tosca. Pocas son las veces en que un regista lleva la acción a tiempos modernos y, cuando lo han llegado a hacer, la cosa no ha funcionado. Así pues, nada de extraño tiene que esta producción de Philipp Stölzl, que se estrenara en este teatro el pasado mes de Marzo, mantenga la trama en la época precisa del libreto.
Si bien la producción es fiel al libreto, Philipp Stölzl presenta su trabajo en una forma que influye – y no positivamente – en el resultado de la representación. Como en otras ocasiones, la escenografía del propio Philipp Stölzl y de Heike Vollmer presenta un escenario con diversos módulos o mini-escenarios, en los que la acción se desarrolla. Así en el primer acto, se nos ofrecen dos niveles con varios módulos en cada uno. El nivel inferior nos presenta a los criados, mientras que el superior nos ofrece la recepción en casa de la Condesa de Coigny. Lo mismo ocurre en el segundo acto, en el que hay hasta 3 niveles. En lo que podríamos considerar el subterráneo parece vivir escondido Chenier, mientras que los pisos superiores son la morada de las Meravigliosas. Volvemos a los diversos niveles y cubículos en el tercer acto, si bien para la escena del juicio desparecen y éste se ofrece en escenario amplio. Finalmente, la escena de la prisión se desarrolla en la parte baja y angosta, mientras que la superior está ocupada por una gran guillotina.
Evidentemente, la escenografía es fiel al libreto, pero tiene varios problemas. Por un lado, distrae la atención del espectador, ya que hay movimiento en algunos módulos, mientras se canta en otros. Por otro lado, cantar en módulos elevados trae consigo que aumenta la distancia con el apuntador, lo que hace que a éste se le oiga demasiado, especialmente en los dos primeros actos. Finalmente, no todos los cubículos o módulos permiten la proyección de las voces de la misma manera y así resultan perjudicadas las voces en el primer acto, mientras que en el segundo el dúo de Maddalena y Chenier se resuelve bien, saliendo ellos al frente del escenario.
El vestuario es adecuado y obra de Anke Winckler, contando con una buena iluminación por parte de Michael Bauer. La dirección de escena resulta correcta, aunque un tanto corta en lo que se refiere al movimiento de masas. No es la primera vez que Philipp Stölzl hace este tipo de trabajos y creo que mejor haría en cambiar sus ideas escenográficas, ya que perjudican al espectáculo en más de un momento, aparte del encarecimiento que supone tanta escenografía.
La dirección musical estuvo encomendada, como en Marzo, a Omer Meir Wellber, que ofreció una lectura correcta y en momentos brillante de la ópera. Pudo haber algún momento en que abusó de volumen orquestal, pero en general apoyo bien a los cantantes. En resumen, una correcta y adecuada dirección orquestal, que contó con el excelente trabajo de la Orquesta y el Coro de la Bayerische Staatsoper.
El protagonista que da título a la ópera fue interpretado por Jonas Kaufmann, a quien veía por tercera vez en el mes, tras su Otello de Londres y su Forza del Destino de hace unos días. En conjunto, creo que ha sido la mejor de las tres actuaciones suyas, aunque me sigue pareciendo que este gran tenor no está al 100 % de sus posibilidades. El siempre esperado Improvviso lo resolvió bien, aunque sin mucha brillantez. Tampoco brilló en exceso en el arioso del segundo acto, mejorando claramente en el dúo de amor con Maddalena. Me resultó más convincente en la escena del juicio, en su aria Sí, fui soldato. Resultó poco emocionante en Come un bel dì di Maggio, para ofrecer lo mejor en su dúo final con Maddalena. En resumen un buen y hasta destacado Chenier, aunque no excepcional. Para los curiosos les diré que a escena abierta fue menos aplaudido en sus arias que sus dos compañeros de reparto en las suyas.
Para mi gusto la gran triunfadora de esta representación ha sido Anja Harteros como Maddalena. Estando ella en el reparto la ópera podría perfectamente titularse y con toda justicia Maddalena di Coigny. Aunque se vio perjudicada por la producción en el primer acto, brilló como pocas en sus dúos con Chenier y con Carlo Gerard, ofreciendo una Mamma morta para el recuerdo. Anja Harteros es una soprano para la historia de la ópera y solo Anna Netrebko puede hoy competir con ella.
El barítono italiano Luca Salsi fue un adecuado Carlo Gerard, con voz amplia y bien timbrada. El mayor problema que tiene este cantante es el de abusar de sonidos abiertos y no prestar demasiada atención a los matices. Su aria Nemico della patria fue cantada toda en forte y con sonidos abiertos, lo que pareció encantar a la concurrencia.
La Mulata Bersi fue bien interpretada por la mezzo-soprano J’Nai Bridges, de voz atractiva, aunque su colocación en los cubículos superiores hacía que la voz no llegara bien al auditorio.
Elena Zilio volvió a ser la Madelón y lo hizo bien, como bien lo hizo también Doris Soffel como Condesa de Coigny.
Kevin Conners fue un adecuado Incredibile. Andrea Borghini lo hizo bien como Roucher. Tim Kuypers fue un sonoro Mathieu. Ulrich Reß fue un adecuado Abate. Correctas las actuaciones de los demás miembros del reparto.
Una vez más el teatro había agotado sus localidades y era numerosa la presencia de “Suche Karte” en lo alrededores del teatro. El público dedicó una acogida entusiasta a los protagonistas,
La representación comenzó con los consabidos 6 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y 40 minutos, incluyendo un largo intermedio. Duración musical de 1 hora y 52 minutos. Diecinueve minutos de aplausos, de los que los 5 últimos fueron capricho de unos pocos entusiastas que no querían abandonar el teatro.
Por si le puede interesar a alguien, el aria de Maddalena tuvo 35 segundos de aplausos, la de Carlo Gerard 22 y el Improvviso de Chenier, que fue lo que más se le aplaudió, 17 segundos.
El precio de la localidad mas cara era de 264 euros, habiendo butacas de platea desde 148 euros. El precio de la localidad más barata con visibilidad plena era de 69 euros. Nunca había conocido precios así en Munich.
Jose M. Irurzun