El ciclo del Mozarteum Argentino, cuya programación está resultando de superlativa calidad en este 2017, presentó en un nuevo concierto al dúo formado por el joven y eximio violinista Ray Chen a quien acompañó el estupendo pianista Julio Elizalde.
Un programa amplio en criterio nos presentó en primer término a la Sonata Op. 12 Nº1 de Ludwig van Beethoven, una obra de juventud del maestro de Bonn en el cual se muestra su ya excepcional manejo del equilibrio camarístico. Ambos instrumentos lucen sus mejores posibilidades y esa exigencia se vio largamente superada por la imaginación y los medios técnicos tanto de Chen como de Elizalde. Desde esta primera obra tuvimos la certeza de que toda la velada transitaría por un altísimo nivel. Y dos cosas, entre tanto destacable, nos sorprendieron fuertemente: el nivel de proyección sonora de ambos artistas y el notable equilibrio de las sonoridades de los dos instrumentos. Sabemos que esto, que no es algo que resalte concientemente para la mayor parte del público (salvo cuando no está), son dos elementos que no se logran con la frecuencia que uno desearía… Aun en los pianissimi más sutiles, el sonido de violín y piano se pudo escuchar con toda claridad en el gran teatro Colón con sus más de 2500 localidades…
Una gran obra para este dúo instrumental continuó luego: la enorme Sonata Nº1 en re menor de Camille Saint-Saëns. Virtuosismo, sutileza, pasión se mezclan en dosis equivalentes en esta pieza maestra del gran compositor francés quien la estrenó al piano junto al inspirador y consejero – en lo referente a las posibilidades técnicas del violín- , el también francés Martin Pierre Marsick. Un punto altísimo del recital nos mostró a Chen y a Elizalde no solo dominando absolutamente sus respectivas dificultades, sino proponiendo y comunicando una visión variada, expresiva, comunicativa, desenvuelta y sin acartonamientos, pero siempre con una seriedad fuera de toda discusión. Es así como un público también variado en edades pudo disfrutar y demostró que su atención estuvo captada por la musicalidad y la soltura de los artistas que hacían música desde el gigantesco escenario del Colón.
De regreso del intervalo, tuvimos el gusto de presenciar la interpretación de Ray Chen de la Sonata para violín solo “Fritz Kreisler” de Eugène Ysaÿe. La obra, que participa de un ciclo de seis sonatas para violín solo que Ysaÿe compone para seis virtuosos de la época (1924), exige desde todo punto de vista al solista: desde una presencia escénica altamente definida como una resolución completa de las dificultades técnicas y musicales que plantea. Nos damos cuenta que Chen se siente a gusto con muy diversos estilos musicales y disfruta cada uno de ellos; disfruta del desafío personal pero también del poder comunicar y que un nuevo público disfrute a su vez junto con él.
La Suite popular española de Manuel de Falla (el arreglo que Paul Kochanski realizó de las Siete canciones españolas) nos permitió apreciar una vez más la ductilidad de ambos artistas aquí reseñados y un final a todo aplauso fue la magnífica versión de una clásico: las Csárdás de Vittorio Monti que impulsó la ovación del teatro.
Como si el largo concierto no fuera suficiente y sin el más mínimo rastro de cansancio, los artistas brindaron 3 piezas fuera de programa que fueron ampliamente ovacionadas: Estrellita, del mexicano Manuel Ponce; A Evaristo Carriego, del argentino Eduardo Rovira y la Habanera de Pablo Sarasate. Realmente no se podía pedir más… ¡Bravi!
María Laura Del Pozzo