Excepcional recital de Vengerov en Buenos Aires

Excepcional recital de Vengerov en Buenos Aires
Excepcional recital de Vengerov en Buenos Aires

La programación del Mozarteum Argentino del corriente año viene presentándonos a artistas de verdadero fuste y que han brindado espléndidas representaciones. El mes de agosto no fue la excepción, ya que se ha presentado el gran violinista ruso Maxim Vengerov, acompañado por el pianista Roustem Saitkoulov.

La primera obra del programa fue la Sonata en La Mayor D. 574 de Franz Schubert, cuyos cuatro movimientos encarnan varias de las características más profundas del maestro vienés en cuanto a sutileza, manejo de los planos sonoros, desarrollo de los temas y exigencias técnicas y expresivas a los instrumentistas. La sonata, compuesta por Schubert cuando apenas contaba 20 años, es ya una obra increíblemente madura para alguien tan joven, pero se entiende en un genio que tenía un manejo consumado de ambos instrumentos (violín y piano) y una experiencia compositiva impresionante.

Desde los primeros minutos del recital pudimos apreciar las cualidades de los dos artistas rusos que se presentaban en el Colón: una consolidadísima técnica, una personalidad carente de desbordes innecesarios, una impresionante concentración y una profunda comunicación violín-piano, lo cual nos dio paso a un recital sin sobresaltos, en donde las obras se desarrollaban con una pasmosa seguridad, sin nerviosismos y con, al mismo tiempo, un claro disfrute.

Después de la estupenda versión de la Sonata schubertiana los artistas nos propusieron compartir una obra maestra del género: la Sonata Eroica de Beethoven. Obra también de 4 movimientos compuesta por Beethoven en su franco ingreso a la madurez compositiva, con la fuerza y la trascendencia a futuro que la obra del genio de Bonn iba a tener rápidamente, fue vertida por el dúo Vengerov-Saitkoulov con un nivel de comunicación musical poco frecuente. Está claro que Vengerov es uno de los violinistas más importantes de la actualidad, pero el nivel pianístico y camarístico de Saitkoulov es realmente deslumbrante. El manejo de la masa sonora fue conducido con mano maestra para no sobrepasar jamás al violín pero al mismo tiempo para destacar la escritura pianística, para fusionarse con la sonoridad del violín cuando fue preciso (con lo difícil que es esto siendo ambos instrumentos tan distintos en su producción sonora) y para separarse cuando así lo requirieron las obras.

Luego de esta contundente primera parte del recital, tuvimos el placer de disfrutar la 2ª sonata de Maurice Ravel, obra profundamente exigente para los intérpretes en cuanto a manejo de sonoridades, en cuanto a esa sobriedad necesaria en Ravel que a la vez cale hondo expresivamente en la audiencia para emocionar… Los tres movimientos se sucedieron con una gran naturalidad (a pesar de las profundas diferencias entre los tres) y nos permitieron apreciar a estos dos grandes artistas y a su camaleónica capacidad interpretativa.

En ningún momentos sentimos que los músicos, y Vengerov en particular, se esforzaran en demostrarnos cuán grandes eran. El ego quedó claramente supeditado a la música y eso, en estos tiempos, se agradece enormemente…

Ni siquiera las Variaciones sobre La última rosa de verano”, estudio para violín solo de Heinrich Ernst, apabullantemente virtuosísticas, se sintieron como una demostración acrobática del violín o con la sensación (frecuente en este tipo de obras) de que el virtuoso nos “tira la obra por la cabeza”. La música ante todo.

Las dos últimas obras del programa, de Paganini ambas: el Cantabile en Re Mayor y la Introducción y variaciones sobre un tema de Rossini Op. 13, no hicieron sino continuar resaltando las apreciables características de los músicos rusos y eso derivó en una tremenda ovación del público que se vio recompensado por tres bises.

En suma, un descollante concierto de dos artistas sensibles, comunicativos, de enormes condiciones musicales pero sobre todo con la humildad de los grandes que sirven al Arte y no se sirven de ella.

María Laura Del Pozzo