«La Sonnambula» Teatro Real Por María Pardo
Apabullante Sonnambula
Tengo que empezar por decirlo: vayan a ver esta obra. No se la pueden perder. La Sonnambula, he de confesarlo, siempre me ha parecido una de las óperas más aburridas con un libreto sin sustancia y que sólo se salva por el aria final de Amina “Ah, non credea”. Pero en el caso de esta nueva producción del Teatro Real, el equipo entero ha sabido darle un significado interdimensional (referido al plano musical, dramático, vocal, escénico) demostrando que, cuando la lectura es buena y los artistas están a la altura, se puede elevar lo común a lo excelso. Por supuesto, como todo, tiene sus puntos fuertes y débiles, pero el conjunto es, cuanto menos, una experiencia “lírica” enriquecedora. «La Sonnambula» Teatro Real
La propuesta de Barbara Lluch, con un cuidado y potente equipo artístico que la respalda y aporta calidad a sus ideas, es esmerada y profunda en general. La dirección musical de Maurizio Benini fue atenta y fluida con los cantantes y eficiente con la Orquesta Titular del Teatro Real, siempre dúctil y bien empastada en general, dando soporte a momentos musical y vocalmente exquisitos en los que el tiempo parecía detenerse de modo que todos conteníamos el aliento esperando a la resolución de estos. Hubo algún desajuste, pero fue mínimo y no mermó en absoluto la elocuencia sonora por la que se caracterizó está representación. «La Sonnambula» Teatro Real
Juegan un papel importante la atmósfera tenue que la iluminación de Urs Schönebaum hace predominar y la escenografía austera pero equilibrada propuesta por Christof Hetzer, que se compone fundamentalmente por un árbol solitario con dos muñecos que representan a los esposos en lo alto, unas sábanas tendidas que, mas tarde, y convenientemente, simulan ser las paredes de una habitación de posada, una maquinaria que da a entender el surgimiento de una época de industrialización rodeada de troncos y, por último, una cabaña con un tejado voladizo sobre el que Amina cantará su aria y cabaletta hasta el final de la ópera. Estos elementos encajan con la estética del vestuario de Clara Peluffo, ropas adecuadas en estilo a los Alpes suizos de la época, de colores neutros con discretas variaciones en el color, aunque faltos de abrigo cuando, en la última escena, contemplan a la intemperie, bajo la nieve, a la sonámbula Amina cantando, en camisón, como es de esperar. Asimismo, este traje blanco que lleva parece ser su vestimenta habitual en otros momentos en los que no sería apropiado llevarlo, así como la confusión que crea la idea de ponerle un vestido que simulara ser el de novia cuando tan solo es el momento de las capitulaciones y que la boda en sí tendrá lugar en los días siguientes. Además resulta incomprensible que en el final de la ópera, Amina se quede todo el tiempo en el voladizo mientras el resto, Elvino incluido, se quedan abajo. ¿Cómo vuelve a darle el anillo? ¿Qué justificación tiene ella cantando la cavatina cuando ya se ha despertado? ¿No habría sido más útil hacerla bajar o hacer subir a Elvino? Desde luego, es un final que te deja, cuanto menos, desconcertado.
Pero dejando estos detalles a un lado, Barbara Lluch apuesta por ir más allá en el tema del sonambulismo y nos muestra la “interfaz” de la personalidad atormentada y estresada de la realidad de Amina añadiendo diez bailarines que, a modo espíritus, manejan su mente abrumada por una sociedad que ya da por hecho los pasos que cada uno tiene que dar en la comunidad que conforma la aldea. Mientras que estos son los que llevan todo el movimiento de la escena, Lluch apuesta, lamentablemente, por una dirección hierática del coro, como si no fueran profesionales capaces de aportar fuerza y movimiento dramático a la trama. Los campesinos son el personaje que tiene el poder de juzgar, condenar y perdonar según el limitado entendimiento de los aldeanos del lugar. El coro, en su línea ascendente, empastan cada vez mejor y saben ser y tener toda la fuerza de un personaje protagonista. La sensibilidad de Amina, una muchacha huérfana acogida por la gente de la pequeña villa, abraza el sonambulismo como herramienta. A través de una elaborada y expresiva coreografía junto a los diez espectros-bailarines, dirigidos acertadamente por Iratxe Ansa e Igor Bacovich, resuelve la presión de estar a la altura de la vida que le espera, empezando por la idea con la que se presenta su enamorado.
La soprano estadounidense Nadine Sierra aporta, con una evocadora y magistral interpretación dramática y vocal, una Amina afligida por sus circunstancias que trascienden su capacidad canora, aportando colores oscuros, claros, agilidades imposibles, fiatos interminables, fraseos con gran gusto musical y perfectamente encastrados en el engranaje de la propuesta musical que plantea Benini. Dentro del deleite que supone escucharla en este rol, me pregunto hasta qué punto le merece la pena comprometer su labor canora cantando sobreagudos no escritos en la partitura. Aun así, sin lugar a dudas, es una de las profesionales top dentro del panorama lírico. Elvino cuenta que viene de la tumba de su madre, a la que pide la bendición para que su esposa sea capaz de hacerle feliz. Él, como joven casadero entre los campesinos del lugar, es inmaduro, celoso, impetuoso, inseguro y con cierto toque agresivo que lo presenta como un potencial maltratador. El ascendente tenor Xavier Anduaga lo interpreta dramáticamente de forma convincente y elocuente. Y, aunque es evidente la distancia que le separa en experiencia de su compañera de reparto, hace un gran trabajo. Aún no tiene un dominio pleno de las dinámicas, pero consigue momentos excelentes en los dúos en el empaste con Amina. También consigue bastante precisión en sus medias voces. «La Sonnambula» Teatro Real
Por supuesto, estos son ingredientes que dejarían a medias el plato sin la envidia de la malintencionada y dolida Lisa, antigua novia de Elvino, que urde su plan contra Amina para recuperarlo. La soprano madrileña Rocío Perez la caracteriza magistralmente, tanto que refuerza con su interpretación las circunstancias dramáticas de sus compañeros. También se comporta de forma impetuosa, impulsiva, celosa hasta el punto de mentir, aprovecharse de la situación de desventaja de su rival y dar una tremenda bofetada a su pretendiente Alessio. Impecable en sus arias, con una voz que obedece a las motivaciones de su personaje y bien contrastada con Nadine Sierra. El conde Rodolfo, a cargo del bajo italiano Roberto Tagliavini, sirve de elemento disparador tanto para complicar las cosas a favor de Lisa, cuando todos encuentran a Amina dormida en su habitación, como para resolver al final el malentendido informando al pueblo de la existencia de esa desconocida afección. Es un cantante seguro con gran conocimiento de sus puntos fuertes a los que saca partido en su aria del primer acto: generoso en su fraseos y sonido honesto y franco. Muy bien la mezzosoprano Monica Bacelli en el papel de Teresa, la madre adoptiva de Amina; el barítono Isaac Galán en el papel del pretendiente rechazado por Lisa: Alessio; y el tenor Gerardo López como el Notario, que siempre destaca por su soltura actoral.
Muy buenos cantantes y un gran equipo técnico y artístico para conformar el punto de vista de la directora de escena Barbara Lluch junto a la precisión de la batuta de Maurizio Benini, que hace de esta ópera infravalorada una de las más deliciosas apuestas de esta temporada del Real que, si pueden ir, no deben perderse. «La Sonnambula» Teatro Real
Función del 15 de diciembre de 2022 (Teatro Real, Madrid). La Sonnambula, Melodramma en dos actos. Música: Vincenzo Bellini (1801-1835). Libreto: Felice Romani. Estrenada en el Teatro Carcano de Milán el 6 de marzo de 1831. Estrenada en el Teatro Real el 10 de diciembre de 1850.
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el New National Theatre Tokio, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Teatro Massimo di Palermo.
Dirección musical: Maurizio Benini. Dirección de escena: Bárbara Lluch. Escenografía: Christof Hetzer. Vestuario: Clara Peluffo. Iluminador: Urs Schönebaum. Coreografía: Iratxe Ansa e Igor Bacovich. Director del coro: Andrés Máspero.
Solistas: Rocío Pérez, Isaac Galán, Nadine Sierra, Monica Bacelli, Gerardo López, Xabier Anduaga, Roberto Tagliavini.
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.