Éxito rotundo de la ópera de Bretón Farinelli, en el Teatro de La Zarzuela

Éxito rotundo de la ópera de Bretón Farinelli, en el Teatro de La Zarzuela
Éxito rotundo de la ópera de Bretón Farinelli, en el Teatro de La Zarzuela

Ciento dieciocho años ha tardado Farinelli en volver a Madrid. Esta vez lo ha hecho con todos los honores al escenario del Teatro de la Zarzuela, en versión concierto, contando con un elenco de cantantes francamente bueno y con la colaboración de un narrador, Emilio Gutiérrez Caba, según libreto inicial de Juan Antonio Cavestany adaptado para la ocasión por María Velasco, con la formidable música del maestro Tomás Bretón. El coro, muy importante en esta obra, dirigido como siempre por el eficaz Antonio Fauró y la orquesta, conducida admirablemente por el maestro Guillermo García Calvo.

Es sobradamente conocido, por cualquier verdadero aficionado, que Bretón fue uno de los grandes defensores de una ópera nacional, una ópera española que tuviera los suficientes elementos de calidad como para hacer frente a la ópera extranjera y situarse en un plano de igualdad. Las controversias fueron tremendas y no hay más que leer a Peña y Goñi para poder apreciar hasta qué punto llegaron a ser agrias. Casi se llega a la obsesión porque hay autores del XIX que consideran que la gran zarzuela bien puede equipararse a la ópera tradicional y la sitúan en plano de igualdad con la ópera cómica. Pero lo cierto es que Bretón se entregó a esta tarea con un entusiasmo y una dedicación absolutas, llegando a componer obras de gran calidad hoy injustamente olvidadas. Incluso los roces y los intereses encontrados hicieron mucho daño a Bretón presentándolo intencionadamente como un músico pesado, plomizo, cuando sus obras tienen una frescura y una autenticidad poco cuestionables. Aunque las más conocidas- al menos de nombre- sean La Dolores y también Los amantes de Teruel, es lo cierto que hay muchos títulos dignos de ser rescatados y que, sin prejuicios, puedan ser valorados por el público actual que se encontrará con verdaderas y muy gratificantes sorpresas.

Y entre estos títulos se encuentra Farinelli una obra muy interesante y que tiene la suficiente importancia como para no haber estado en el ostracismo tanto tiempo. Esto ha pasado y pasa con muchas otras obras que duermen el sueño injusto del olvido en beneficio de auténticas vulgaridades que han ido ganando el favor del público,muchas veces por el desconocimiento de estas auténticas joyas del género lírico español, tan poco conocido, tan reducido a unos pocos títulos que no siempre son los mejores. Por eso tengo una vez más, a pesar de que se me acuse de reiterativo, tengo una vez más que felicitar a la dirección del Teatro de la Zarzuela que está llevando, durante varias temporadas, una tarea importante de recuperación de títulos importantes y muy poco o nada conocidos y que, sin embargo, suponen un importante muestrario de lo que es nuestro verdadero género lírico. Como muy bien dice el ilustre profesor don Emilio Casares Rodicio, en su brillante artículo introductorio la obra que nos ocupa el teatro de la calle Jovellanos actúa una vez más como un verdadero Teatro Nacional”. Y nadie con dos dedos de frente puede discutir o cuestionar la autorizada opinión de tan ilustre profesor.

Felicitación sincera a todo el equipo del Teatro de la Zarzuela y nos congratulamos que haya sido renovado en su cargo el director Daniel Bianco que , repetimos, está llevando a cabo una meritoria tarea de rescate de obras que dan lustre y gloria a nuestro teatro lírico. Recordemos títulos como Galanteos en Venecia, Las Golondrinas, María del Pilar, Mirentxu, La Villana, y muchas más que hemos podido apreciar y saborear en todo su valor gracias a esta política valiente y eficaz. No hay que ser parcos en elogios hacia quienes se los merecen, como es éste el caso.

Porque Farinelli ha supuesto una gratísima sorpresa para todos y el público ha mostrado su satisfacción ante esta obra desconocida prácticamente y que vuelve a la escena madrileña- aunque en distinto teatro- ciento dieciocho años después de su estreno. Si prescindimos de la falta de rigor histórico del tema y de lo rebuscado de algunas situaciones, si dejamos aparte las carencias de un libreto poco o nada convincente- algo similar ocurre en muchas óperas, pensemos por ejemplo en La Favorita- nos encontramos ante una partitura muy bella, muy interesante, con una música muy bien escrita, con hermosos hallazgos de gran riqueza melódica, con una estructura armónica francamente brillante y con una orquestación que tiene luces y algunas sombras. Pero estamos ante una obra importante, ante una verdadera ópera española aunque tenga un espíritu internacional, como su propio personaje el famoso cantante, músico, Carlos Broschi, con una personalidad muy interesante que irradia de su arte y también de su desgracia.

La versión que se ha ofrecido ha sido de concierto con un hilo narrador a través de parlamentos que no han acabado de convencernos demasiado pero que sirvieron para ilustrar lo que se debiera desarrollar en el escenario. Hemos podido admirar la capacidad para los cantabiles que tiene en todo momento el maestro Bretón, y que refrendan la gran formación musical que tenía. Hay influencias, que no mimetismos, de las grandes corrientes musicales de la época, desde cierto tributo al wagnerismo, referencias al mejor verismo, puntos de contacto con el modo de hacer de la música francesa, pero sin menoscabo de la personalidad fuerte y auténtica de un autor que demuestra, una vez más, su pericia, su formación y su capacidad creadora. Un autor que para el ya citado profesor Casares es “probablemente el mejor compositor de ópera de nuestra historia.”

Para un acontecimiento musical de esta envergadura se requería un elenco artístico de primer nivel y eso precisamente es lo que hemos podido disfrutar. Todos han brillado a una gran altura. Por orden de importancia argumental la mezzo navarra Maite Beaumont ha hecho una auténtica creación del personaje de Farinelli. Tiene una bellísima voz, con una gran calidad, un timbre espléndido, con una tesitura amplia. Pero sobre todo es que sabe cantar, con una expresividad, con una entrega donde manifiesta su gran talento interpretativo. Su presencia en la obra es fundamental, con un protagonismo continuo lo que requiere un gran esfuerzo. Ni una sola vacilación, entregadísima en todo momento. Tengo que destacar su afortunadísima versión del aria (?) Dejo esta estancia lúgubre y sombría. Todas las cualidades que posee esta cantante se han manifestado de forma espléndida en esta interpretación donde ha brillado a gran altura. Pero no solamente aquí sino en todas sus intervenciones. A la belleza de su voz y a su talento interpretativo se une una gran intensidad dramática. Francamente ha hecho un Farinelli impecable y brillantísimo.

Lo mismo puede decirse de la mezzo Nancy Fabiola Herrera, que ha prestado su voz- excelente- al personaje de Beatriz. Apasionada en los dúos, sabiendo dotar de intenso dramatismo sus intervenciones, sin caer en las exageraciones. Voz espléndida, técnica irreprochable, ha contribuído decisivamente al éxito total de la obra.

Me ha llamado poderosamente la atención la bellísima voz, de timbre francamente hermoso, del joven tenor Leonardo Sánchez. Canta muy bien, tiene un registro agudo limpio, muy musical, y una voz media de un lirismo absoluto. Es muy joven y creo que estamos ante un futuro cantante de verdadera categoría. A destacar la musicalidad con la que ha cantado el parlamento que se inicia con Salud, maestro querido. El resto de sus intervenciones ha estado marcado por la misma calidad y la misma belleza del inicio.

Y no podemos silenciar las tres voces graves de la obra. Tanto Rodrigo Estevez, como David Menéndez han brillado a gran altura, siendo éste último un acabado representante de lo que puede ser un bajo bufo, con gran calidad interpretativa, con un matiz de mayor comicidad. Y siendo sumamente convincente Estévez en un personaje que requiere diversos matices y que él sabido ofrecerlos con solvencia y gran eficacia. También quiero destacar la hermosa voz y la calidad interpretativa del joven bajo Manuel Fuentes, en el corto pero interesante papel del Director de orquesta. Una voz bonita, bien timbrada seguro en todo momento.

El coro que tiene un papel importantísimo en la obra ha estado a muy bien nivel, algo a lo que estamos acostumbrados. Buenas voces, empastadas, gratísimas, destacando el trabajo que hace su director, Fauró, que tan buenos resultados obtiene.

Y en la mejor línea de aciertos el director de orquesta Guillermo García Calvo, excelente, seguro, llevando a la orquesta perfectamente conducida, obteniendo los mejores resultados tímbricos y teniendo muy presente el papel envolvente, en el que resalta los encontrados sentimientos que presentan los personajes.

Ha merecido la pena, desenterrar del injusto olvido esta obra que nos habla de la pujanza de una música española muy poco conocida pero que debe ser rehabilitada con la inteligencia con la que lo hace el Teatro de la Zarzuela.

José Antonio Lacárcel