Exitosa producción de La Traviata en Cali (Colombia)

La Traviata en Cali
La Traviata en Cali

Muy merecidos los aplausos al final de de la representación, con la sala llena, para todos los artistas que comparecieron sobre el escenario. El Teatro Municipal, que empezó a construirse hace 100 años, también merecía una noche de ópera, tal como fue en su estreno en 1927, y volver a revivir aquellas veladas en las que grandes artistas pisaban sus tablas para regocijo del público local. La ópera elegida, La traviata de Giuseppe Verdi, también estuvo en aquellos inicios del coliseo, pues fue uno de los títulos que se pusieron en escena en los días posteriores a la apertura del coliseo. 

Violetta, la extraviada a la que refiere el título de la ópera, puede ser vehículo para clamorosos éxitos o estrepitosos fracasos. Esta vez ocurrió la primero con la soprano caleña Gabriela Mazuera, quien debutaba con esta producción el personaje y apuntó maneras de convertirse en una magnífica Violetta Valèry. Artísticamente madura, con gran presencia escénica y alejada de lecturas epidérmicas. La voz es hermosa, esmaltada y con suficiente empuje para estar siempre sobre la orquesta. El final del primer acto no le planteó problemas y cuajó en un “Addio del passato” en el que mostró un fraseo de exquisito gusto. A su lado, el también caleño Gustavo Hernández solamente logró esbozar al personaje de Alfredo, teniendo condiciones canoras que a priori parecían ideales. Su bella voz de tenor con tintes oscuros y facilidad para escalar al registro agudo sucumbió a una superficial línea de canto, aunque logró levantar el vuelo en su aria y cabaletta y, mejor aún, en toda la escena de la casa de Flora. Al barítono Camilo Mendoza el papel de Giorgio Germont le sienta como un guante a sus cualidades vocales, partiendo de un atractivo timbre y un generoso caudal sonoro que maneja con inteligencia. El público aplaudió con entusiasmo su aria y el dúo con Violetta. Magnífica la Flora de la mezzosoprano Monica Danilov,  precisa y con garra en su canto sumada a unas buenas dotes de actriz, al igual que el bajo Hyalmar Mitrotti como el Doctor Grenvil. Los personajes secundarios se hicieron notar por su alta prestancia, desde el ubicuo Gastone del tenor Ryan León, la atenta y oportuna Aninna de la soprano Beatriz Quiceno, el displiciente Marqués d’Obigny presentado por Jhansson Miranda o el flemático Barón Douphol dibujado por el barítono Carlos Rojas. Muy bien el solvente Coro de la Fundación Aria y Memoria, extensible a la comprometida Orquesta de Cámara Félix Morgan. El director musical, Francisco Lequerica, otorgó intensidad al conmovedor drama, a pesar de unos tempi excesivamente lentos en algunos pasajes. Su lectura profundizó en la definición de los personajes y se recreó en detalles de buena escuela. La puesta en escena del hispano-mexicano Federico Figueroa se mueve dentro del respeto a la obra verdiana y con unos leves toques de diferenciación a otras producciones. Conciso en el movimiento de actores y parco en el uso de elementos accesorios, consigue darle un toque personal a una obra representada infinitas veces. Ya en el preludio presenciamos la casa de la protagonista habitada por una fantasmagórica figura y poco antes de caer el telón, en el acto final, se nos hace patente que era el de la infeliz descarriada.

La Traviata en Cali
La Traviata en Cali

La escenografía diseñada por Bruno Regnault recreó con eficacia los diferentes espacios donde se recrea la obra, como el supuestamente bello salón de la casa de la protagonista o el jardín de la casa a las afuera de la ciudad. La vistosa solución del cambio de escenario para continuar con la acción de la segunda parte del segundo acto, recreando un salón diáfano enmarcado por grandes abanicos que refieren a la ligereza de una fiesta donde el juego, el alcohol y la diversión es quizá el único motivo para estar ahí. El vestuario y los accesorios como remate a la caracterización de los personajes, firmados por Servando Díaz y William Mejía respectivamente, dieron empaque y brillo al conjunto. La dirección artística del teatro se apuntó un gran éxito con estas dos funciones de La traviata, reafirmando aquello que subraya la propuesta escénica: una alegoría de la inmortalidad de Violeta Valèry y de la ópera como manifestación artística.

David Minota