En tiempos como los que corren en los que la cultura es considerada de mucho más valor si es seria, dramática o trágica, siempre lucharé por la comedia, máxime cuando la propuesta viene de Verdi, con la que muchos consideran su obra maestra, Falstaff, un prodigio musical que dignifica aún más al género y que, como en esta ocasión, es todo un epítome del triunfo de la comedia.
Buena parte del éxito de la propuesta que se está programando ahora mismo en el Teatro Real viene dado por el grandísimo Laurent Pelly, un director de escena que suele jugar muy bien para sacar el máximo partido de la partitura y, si se da el caso, exprimir las posibilidades cómicas. Su puesta en escena fue apabullante , desde el pequeño bar en el que encontramos al protagonista al principio de la obra que se expandía según las necesidades hasta ocupar casi todo el espacio, hasta el increíble bloque lleno de escaleras que contribuía dibujar el enredo de la partitura (y que seguro que hizo que los cantantes ganaran buenas piernas) hasta el onírico escenario final. Todo perfectamente pensado para realzar lo que sucedía en la partitura. Además, se notó que el trabajo artístico con los actores estuvo muy cuidado, podrían gustar como cantantes pero su actuación fue intachable y llena de detalles. Nada sobra, nada falta, todo tiene un sentido con Pelly.
La dirección musical de Daniele Rustione pareció adecuada para reflejar el poderío musical de una partitura riquísima en detalles y llena de contrastes: desde lo más bufo a lo más espiritual y mágico. Es un lujo escuchar una partitura como esta si, como fue en esta ocasión, el director ha trabajado bien con una orquesta que mostró muy buen empaste y sonido, sobre todo en momentos tan fastuosos como el concertante final. El coro funcionó a la perfección en sus cortas intervenciones.
Interesante la actuación de Roberto De Candia en el suntuoso y rechoncho protagonista, sacó partido de sus indudables dotes cómicas y resultó ciertamente gracioso gracias a una gran interpretación del rol, aunque en lo musical no fuera la voz necesaria para afrontar un papel de esta magnitud; me quedo con el potencial de la voz del Fenton de Joel Prieto, me da la impresión de que todavía es un diamante por pulir y debe encontrar su camino vocal para sacarle partido a fondo. Su voz es atractiva y tuvo muy buenos momentos a pesar de no tener mucha proyección; estupenda, en todos los aspectos, la Alice Ford de Rebecca Evans, aquí sí teníamos una voz adecuada para su papel; lo mismo se puede decir de ese torrente musical que es Ruth Iniesta con una interpretación convincente de Nannetta y con un gran despliegue de medios, rotundos y de gran volumen cuando se necesitaban, delicados y sensibles en su canción del tercer acto, muy consistente; Daniella Barcelona suplió su actual decadencia con una grandísima forma de entender su rol, qué gran interpretación la suya; demasiado desencajado el Ford de Simone Piazzola, sobre todo en ese registro más alto; muy interesantes las aportaciones de Maite Beaumont, Christophe Mortagne, Mikeldi Atxalandabaso y Valeriano Lanchas, muy bien desempeñados sus roles y correctos en lo vocal.
El público se río y disfrutó a raudales de la obra, una joya de Verdi que nos demuestra lo importante que es siempre reírnos de nosotros mismos, sin lugar a dudas, un triunfo de la comedia.
Mariano Hortal