Falstaff. Verdi. Frankfurt. Opera World

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Opernhaus de Frankfurt. 15 Febrero 2014.

Uno de los más importantes atractivos de la presente temporada de ópera en Frankfurt era precisamente este Falstaff de Verdi, ya que se trataba de una nueva producción, contando con el debut en rol protagonista de Zeljko Lucic, al que podríamos considerar el barítono de la casa, ya que pasó muchos años aquí antes de dar el salto a su carrera internacional y sigue volviendo a Frankfurt todos los años. El resultado de la representación no ha respondido a las expectativas, al contar con una producción escénica de trazo grueso, una dirección musical ruidosa en exceso y un reparto vocal convincente a medias.

La producción escénica del británico Keith Warner me ha resultado especialmente decepcionante. Hay muchas maneras de acercarse a Falstaff y él ha elegido seguir la línea de la ópera bufa, queriendo provocar la carcajada a toda costa. El año pasado tuve ocasión de ver el trabajo escénico que hace de esta ópera Robert Carsen y, al compararlo con el de Keith Warner, me recuerda a la diferencia de humor que puede haber entre Tip y el Señor Barragán. Si el humor del añorado Tip se caracterizaba por ser inteligente y sorprendente, el del Señor Barragán se caracterizaba por la chabacanería a toda costa. Exactamente, eso es lo que pasa en la comparación entre estas posproducciones. Si la de Robert Carsen se caracteriza por el buen gusto, la imaginación y el resultado de provocar la sonrisa en el espectador, la de Keith Warner no busca sino la carcajada a base gestos y situaciones escénicas cuanto más ridículas, mejor. El mal gusto impera en la dirección escénica de Keith Warner desde el primer momento hasta el último. Admito que el público pareció divertirse, pero confieso que yo me aburrí, ya que los gags no podían ser más previsibles. Me perdonarán que no entre en detalles, porque no creo que merezca la pena.

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La escenografía de Boris Kudlicka ofrece un amplio espacio cerrado con paredes de madera, en el que destacan en los dos primeros actos dos escaleras. A esto se añaden módulos móviles para figurar las distintas escenas, que son manejados por tramoyistas, cuya presencia en escena resulta un tanto molesta. El Parque de Windsor lo forman una serie de estructuras de madera que se unen en el centro para figurar (¿) un roble, aunque aquello puede ser cualquier cosa. El vestuario de Kaspar Glarner resulta un tanto confuso, vistiendo a las comadres con ropas del siglo XIX, mientras que Ford y Falstaff parecen responder a los años 50, así como también el vestuario de los jóvenes enamorados. Adecuada la iluminación de Davy Cunningham.

La dirección musical estuvo encomendada al francés Bertrand De Billy, cuya lectura me resultó excesivamente ruidosa, haciendo que las voces llegaran con más dificultades de lo esperado a la sala. Bueno habría sido que un maestro de su experiencia se hubiera dado cuenta de que delante de sus ojos tenía una producción escénica totalmente abierta por arriba, lo que siempre dificulta la proyección de las voces. En resumidas cuentas, una lectura musical monótona y ruidosa, alejada de lo que merece esta extraordinaria partitura de Giuseppe Verdi. La Frankfurter Opern und Museumorchester siguió disciplinadamente las indicaciones del maestro. El Chor der Oper Frankfurt cumplió en su breve intervención en el último acto. El barítono serbio Zeljko Lucic es una auténtica institución en Frankfurt y es evidente que el público le adora. Su Falstaff resultó muy exagerado, siguiendo supuestamente las indicaciones del director de escena, aunque él parecía muy divertido con las chanzas infantiloides que nos ofrecía en escena. Su voz, especialmente en el primer acto, tenía dificultades para llegar con claridad a la audiencia. No creo que Falstaff sea uno de sus mejores personajes y habría que verle en circunstancia muy distintas para poder valorarle debidamente.

Falftaff.-Verdi.-Frankfurt

Alice Ford fue interpretada por la soprano americana Leah Crocetto, que confirmó la muy positiva impresión que me dejó con su Desdémona en Burdeos hace un par de meses. La voz tiene calidad y amplitud y espero que maneje su carrera con cuidado, ya que los grandes roles verdianos llegarán, pero todavía debería mantenerse donde está. El barítono polaco Artur Rucinski fue un muy exagerado Ford, sin duda debido a las exigencias de la dirección escénica. Vocalmente, tuvo problemas para pasar la barrera orquestal, resultándome llamativo el hecho de que sus notas altas se quedan muy atrás, lo que no ocurría de manera tan llamativa hace poco más de un año. La americana Meredith Arwady dió vida a Mrs. Quickly y también tuvo que seguir caminos exagerados. Su figura va bien al personaje. Vocalmente, la cosa funciona bien en los dos extremos de la tesitura, mientras que el centro es muy pobre, rozando lo inaudible

La soprano italiana Grazia Doronzio ofreció una voz de calidad y una buena línea de canto en el personaje de Nannetta. Su diminuta figura no le acompaña y tendrá muchas dificultades para que los teatros de ópera le encomienden las grandes heroínas románticas.

Martin Mitterrutzner fue un Fenton de voz agradable, de formato reducido y con una emisión deficiente en las notas altas. Claudia Mahnke tuvo que pechar con Meg Page, convertida aquí en una comadre chisporra y casada con un inválido, personaje mudo que nada aporta. Lo hizo bien. Penalizados por la producción y el volumen de la orquesta tanto Hans-Jürgen Lazar (Doctor Cajus) como Peter Marsh (Bardolfo) y Alfred Reiter (Pistola). El teatro estaba abarrotado y el público se mostró muy complacido con el espectáculo, siendo frecuentes las carcajadas. La recepción final fue muy cálida, particularmente para Zeljko Lucic.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 33 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas exactas. Ocho minutos de aplausos.

El precio de la entrada más cara era de 88 euros, habiendo butacas de platea por 49 euros. La entrada más barata costaba 28 euros, habiendo localidades con visibilidad algo reducida por 13 euros.

José M. Irurzun