Cristina Marinero
En las crónicas de urgencia publicadas el viernes por los medios generalistas ante la asistencia de los reyes Felipe y Letizia con sus hijas al estreno de Sara Calero y su Fandango Avenue, dentro del 35º Madrid en Danza, se califica el montaje como «flamenco». Este es el lastre que arrastra (¡ay!) desde hace unos años la danza española, género artístico, técnico y estilístico internacional, con creadores e intérpretes reconocidos desde hace varios siglos, al que muchos no nombran porque no saben y recurren a «taparlo» con el manido término «flamenco». El desconocimiento es muy peligroso.
Porque ese desliz significa nombrar el todo por la parte, ya que el flamenco es una de las fuentes de movimiento para la creación coreográfica de danza española, la denominada «estilización» que Mariemma convirtió en asignatura en la Real Escuela Superior de Danza de Madrid, en el Teatro Real. Allí estudiábamos y bailábamos sus creaciones sobre Albéniz, Chabrier o Bretón, escuchándole hablarnos de Antonia Mercé La Argentina, la mega estrella mundial del primer tercio del siglo XX convertida en su faro, que giró por el planeta con sus creaciones de danza española sobre las composiciones de los músicos que estilizaron nuestros ritmos y melodías en obras magníficas que son parte de la música clásica universal.
Nadie calificaría a Manuel de Falla como compositor flamenco, pues Antonia Mercé es su equivalente en la composición coreográfica de danza española.
Como perfecta descendiente de la línea delineada por La Argentina, Mariemma o la directora de Madrid en Danza, Aída Gómez, en el camino de nuestra danza escénica, Sara Calero es una gran bailarina, magnífica intérprete de nuestro baile más técnico, la escuela bolera, disciplina que, exceptuando el Ballet Nacional de España, pocos interpretan ya en los escenarios.
Su Fandango Avenue es ante todo una declaración de amor por este baile patrio que empieza a tener su apogeo en el siglo XVIII y es expresión de toda España y parte de América. Como decía Mariemma, en todos los pueblos y ciudades de nuestro país se baila el fandango o la jota y, en muchos, ambos. El ritmo del tres por cuatro o seis por ocho nos identifica.
Magníficos tanto el cuarteto de cuerda que le acompaña, Silvia Márquez al clave, los guitarristas y compositores José Almarcha y Javier Patino, y la cantaora Gema Caballero, también responsable de la dirección musical, quien ofreció momentos de verdadera emoción con su voz infinita.
Sara Calero diseña esta creación con estructura cronológica que incluye aromas a los musicales de Broadway, el rumor de los años de grandes de nuestra danza, como Antonio y Rosario, o Pilar López, por Nueva York, y ese guiño final a Bob Fosse. La inicia con las piezas de coreografía y técnica más bolera, como Fandango de Bocherini, hasta las más flamencas, con palos tradicionales como alegrías y sus fabulaciones con aires contemporáneos en su concepción, como Fandango natural con ruidos de ciudad y Fandango del Padre Soler y verdiales. El resultado, un paseo extraordinario por la multitud de matices que puede ofrecer la danza española, su extraordinaria gama de pasos y mudanzas, y las posibilidades de simbiosis con otras fórmulas corporales más expresivas.
Calero es una bailarina necesaria para nuestra danza, porque sigue ofreciendo la tradición con mimo y la impulsa hacia el futuro.
Que los Reyes y las infantas Leonor y Sofía hayan visto a Calero en Fandango Avenue es de celebrar porque es la única oferta escénica -y solo ha sido una función en Madrid en Danza- con la danza española en toda su riqueza.