Feddeck y Lubimov reinventan a Haydn en Seattle

Feddeck y Lubimov reinventan a Haydn en Seattle
Feddeck y Lubimov reinventan a Haydn en Seattle

El último concierto de la serie Masterworks que la Orquesta Sinfónica de Seattle SSO ofreció el pasado jueves 26 contó con el aliciente de ver juntos a dos referentes internacionales como el joven director americano James Feddeck, que debutaba con la compañía, y el experimentado pianista ruso Alexei Lubimov. Pese a que sus personalidades son, en un principio, contrapuestas en carisma y estilo, la combinación de su arte convirtió el concierto en una de las citas más interesantes de la temporada.

El programa incluyó en la primera parte Las Hébridas de Felix Mendelssohn y el concierto para Piano Núm. 11 de Joseph Haydn. Desde el comienzo, James Feddeck dejó claro su enfoque: tratar de conseguir las mayores cotas de expresividad sin romper las barreras del estilo de cada obra. De esta manera, el ganador del premio de dirección Sir George Solti se dejó llevar por la respiración orquestal sin forzar el tempo y poniendo el acento en las dinámicas expresivas. Sus Hébridas contuvieron la belleza natural que inspiró a Mendelssohn, y sonaron emocionantes y altivas, tal vez descarnadas en algunos pasajes.

Puede que la pieza más interesante de la velada fuera el concierto para piano Núm. 11 de Haydn. La interpretación del moscovita Alexei Lubimov al piano, expresionista y popular, ciertamente fuera de estilo, contrastaba deliciosamente con la refinada aproximación de Feddeck: mucho más acariciadora, aunque tampoco demasiado ortodoxa. Descubrimos así un nuevo Haydn, que el en primer movimiento sonaba con una sorprendente frescura. Tampoco pasó desapercibido el tono con que ambos artistas abordaron el segundo movimiento. Si no fuera por la melodía, el concierto hubiera pasado por una obra contemporánea, por la libertad en la expresión y la flexibilidad del rubato en el piano. La SSO, tan versátil y moldeable como acostumbra, no acusó la novedad, y estuvo inapelable. Lubimov ofreció pasajes cercanos al folk, aunque manteniendo la brillantez del estilo clásico en los trinos. El tercer movimiento, en el que la SSO parecía más inestable, acusó cierta ansiedad en las cuerdas e imprecisiones en el viento metal. Sin embargo, Feddeck supo encauzar el flujo orquestal y conducirlo por derroteros rigurosos, de manera que el final sonó más adusto y clasicista.

alexei lubimov

La segunda parte del concierto proponía Le tombeau de Couperin de Maurice Ravel, donde el oboe y el arpa protagonizaron una interpretación exuberante en acentos, aunque dispersa y algo falta de ligazón. En el Forlane destacó la elegancia de violas y violines, mientras que en el Minueto se escucharon frases enlazadas con extrema delicadeza por parte de Feddeck. El Rigodón, tocado con espíritu e inspiración, transmitió con economía de recursos el tonelaje expresivo de Ravel. Los solistas de viento madera recibieron el aplauso del público con la satisfacción de saberlo meritorio.

Otro plato fuerte de la noche fue la Sinfonía núm. 5 de Schubert, cuyo poder de convocatoria no fue suficiente para llenar un Benaroya Hall que vivió tardes más populosas. La versión que ofreció James Feddeck a los mandos de la SSO satisfizo a los más reticentes por su minuciosidad y gusto interpretativo. El primer movimiento, un prodigio de equilibrio entre familias orquestales, parecía acunar la melodía y cincelar el tema principal con cada repetición. Durante el segundo movimiento, andante con moto, la limpieza de los pasajes permitía una escucha opulenta. El exceso de almíbar de la partitura se vio compensado por Feddeck mediante un juego de tensiones entre grupos de instrumentos, lo que producía una atmósfera de intriga. En el minueto mantuvo el carácter elevado de los movimientos anteriores, aunque Feddeck llevó al límite a los profesores de la SSO, lo que produjo momentos de arrobamiento. El allegro vivace que cierra la sinfonía contó con un tempo atractivo que, pese a la presteza, no impidió que la SSO produjera un sonido bien texturizado, de impecable ejecución.

James Feddeck dio muestras de una gran imaginación expresiva y demostró sobre el podio su sabiduría para sacar oro de la orquesta. Con su preparación e intuición musicales, no debe extrañar verlo en poco tiempo codeándose con las batutas más conocidas de los Estados Unidos. Por su parte, la SSO demostró de nuevo su fiabilidad y su enorme capacidad de adaptación.

Carlos Javier López