En el disco que Félix Ardanaz ha grabado para la discográfica Verso con el título de Himno a la luz, podemos apreciar claramente que se trata de un pianista con versatilidad y ambición, debido a lo heterogéneo de las piezas incluídas y a las grandes exigencias técnicas de las mismas.
El disco, que lo podemos entender como un recorrido por distintos momentos en la historia del teclado, desde la primera mitad del siglo XVIII hasta los primeros años del siglo XX, nos presenta, obras de autores como Domenico Scarlatti, Beethoven y algunos de los principales autores del Romanticismo para acabar con Maurice Ravel e Isaac Albéniz, demostrando una gran versatilidad por lo variado del repertorio.
Son cuatro sonatas de Domenico Scarlatti las que abren el disco, concretamente la K. 475, K. 87, K. 491 y K. 175, piezas de hermosas melodías pero de gran dificultad técnica, máxime si tenemos en cuenta que están escritas para clave, con la dificultad que supone pasarlas al piano por las inevitables diferencias de pulsación existentes. Eficaz y con musicalidad la ejecución de Ardanaz en estas obras del italiano que, en un cambio de estilo, dan paso a la famosa Sonata Op. 53 en Do mayor (“Waldstein”) de Beethoven, obra de gran belleza, ejemplo de la maestría con la que Beethoven afrontaba la escritura para piano. La exigencia de versatilidad al interpretar una pieza tan distinta a las anteriores así como al ambición de Ardanaz al enfrentarse a una obra tan conocida y de significativa exigencia, es superada sin ninguna duda ya que la ejecución del pianista es nuevamente muy eficaz, solvente en los momentos más complejos de la misma y expresivo en la interpretación, dándole a la partitura la musicalidad que requiere. En un nuevo ejemplo de versatilidad y ambición, cambiamos de nuevo de estilo yendo a las obras de otro de los compositores referentes en el piano, Frederick Chopin, concretamente a su Estudio op. 10 nº 10 y su Nocturno op. 27 nº 2, obras totalmente representativas del estilo romántico. De nuevo es satisfactoria la interpretación de Ardanaz, muy eficaz en el aspecto técnico y entendiendo muy bien las piezas, dándoles el aire que necesitan para ser convincentes. Continuando en el Romanticismo, la siguiente pieza es Intermezzo op. 118 nº 2 en La mayor de Johannes Brahms, una obra de gran belleza y lirismo a la que Ardanaz le transmite la sutilidad y delicadeza intrínsecas en la partitura, obteniendo un resultado óptimo de la misma. De nuevo versatilidad y ambición al pasar a una obra tan diferente como Mazeppa (4º estudio trascendental) del húngaro Franz Liszt. Podemos calificar esta obra como una de las más virtuosísticas escritas para piano, de una dificultad extraordinaria, de una complejidad técnica enorme, a destacar los acordes de octavas, las escalas a velocidad estratosférica, pero siempre con sentido musical. Magnífica la versión de Ardanaz, seguro, solvente y eficaz en todo momento en esta obra que no está al alcance de cualquier pianista.
La siguiente obra nos vuelve a mostrar la versatilidad y ambición de este pianista por el nuevo cambio estilístico que supone y la dificultad de la misma; se trata de Ondine, perteneciente a Gaspard de la Nuit del compositor francés Murice Ravel. De nuevo Ardanaz supera con eficacia las dificultades técnicas de la pieza en una buena versión, que logra crear la atmósfera impresionista de la obra. El disco concluye con música del genial compositor español Isaac Albéniz, concretamente con una pieza de la extraordinaria obra que es la Suite Iberia, Triana; de nuevo versatilidad y ambición es lo que demuestra tener Félix Ardanaz al interpretarla, ambición por la gran dificultad que supone por su gran virtuosismo, y versatilidad por lo difícil que es interpretar la música de Albéniz con el aire propio del nacionalismo español que requiere. Muy bien de nuevo Ardanaz en su versión de la obra que cierra un disco variado, que recoge algunos de los autores más destacados del teclado, demostrando ser un pianista con grandes dotes técnicas y gran musicalidad y haciendo gala de una gran versatilidad y ambición
Emilio Lacárcel Vílchez