El XXXV Festival Rossini de Pésaro rinde homenaje a Claudio Abbado
Carmen Romeu se enfrenta con Armida
Estrenada el 11 de noviembre de 1817 en el Teatro San Carlo de Nápoles –donde Rossini llevó a cabo sus mayores experimentos-, “Armida” es una ópera para una gran diva. Escrita para su futura esposa, la soprano madrileña Isabel Colbrán, cayó en el olvido hasta que Maria Callas la desenterró en una legendaria producción en Florencia en 1952. Más recientemente, en 1993, Renée Fleming la encarnó en Pesaro, cuando era casi una desconocida, para llevarla al Met, convertida ya en una glamourosa estrella, varias décadas después.
Carmen Romeu aborda el inclemente papel con sus propios medios. En su tercera –y más ambiciosa- presencia en el certamen, ha hecho valer al completo sus mejores armas, como son una excelente técnica (que le permite realizar toda clase de agilidades), seguridad en el sobreagudo, una elegante línea y delicados acentos. Sin olvidar una agraciada presencia escénica, realzada por los elegantes trajes de Giovanna Buzzi, en negro y rojo. De este modo, no es de extrañar que la visión de la maga por parte de la cantante valenciana se incline más hacia el lado amoroso y patético que hacia el fiero y vengativo, para lo que le faltan un centro y unos graves más llenos y rotundos, aunque hay que señalar que en su invocación final a las furias, como se suele decir, “echó el resto”.
En esta ópera, además, tiene que enfrentarse como única mujer nada menos que a seis tenores (!) –siete en realidad, si consideramos el breve personaje episódico de Eustazio-, algunos de los cuales doblan papel, ya que solamente aparecen en uno de los tres actos. Entre ellos sobresalieron dos valores muy seguros en el festival, Antonino Siragusa y Dmitry Korchak, como los paladines rivales Rinaldo y Gernando, al igual que el bajo Carlo Lepore en el malvado mago Idraote.
En este montaje, que ha inaugurado la XXXV edición del ROF, dedicada al recientemente desaparecido Claudio Abbado, cuyo “Viaggio a Reims” de 1984, que supuso la catapulta definitiva de la muestra pesarense, pudo verse la víspera de la función proyectado en una gran pantalla en la Piazza del Popolo, en el montaje ya histórico de Luca Ronconi. Esta última gloria del teatro italiano ha asumido también esta “Armida”, empleando toda su sutil ironía para narrar esta historia de cruzados basándose en los “puppi”, las tradicionales marionetas sicilianas, cuyas figuras están precisamente sacadas de la “Jerusalén liberada” de Tasso que sirve de fuente principal a la pieza. Hay otros múltiples guiños, como los demonios inspirados en William Blake o el aire prerrafaelita de los encuentros galantes, que muestran la firma del veterano maestro.
Todo ello estuvo apoyado en un admirable colchón sonoro, tejido por Carlo Rizzi al frente de la Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia, que, junto al coro del mismo teatro, constituyen una de las bazas fundamentales del festival. Mediocre, en cambio, el ballet de Michele Abbondanza, aunque siempre existía la posibilidad de cerrar los ojos y deleitarse en la sublime música.
Rossini en tiempos de crisis
Tras esta lujosa apertura, con “Aureliano in Palmira” nos pareció asistir a un Rossini para tiempos de crisis. Empezando por la propia obra (estrenada en La Scala de Milán el 26 de diciembre de 1813), que no está entre las más afortunadas de un autor que aún estaba indagando en la búsqueda de un estilo propio. Así, son numerosas las referencias al justamente anterior, y mucho más brillante, “Tancredi”. Lo más curioso es la utilización de varios pasajes que aparecerán luego en el “Barbiere di Siviglia” (entre ellos la obertura y el coro inicial, que se convertirá en la célebre cavatina del I acto del Conde de Almaviva “Ecco ridente il ciel”), aunque tratados aquí con otra urgencia dramática, como en el vibrante final del primer acto.
Mario Martone acertó plenamente en 2004 y 2012 con una “Matilde di Shabran” que constituyó uno de los mayores vehículos de lucimiento de Juan Diego Flórez. En esta ocasión ha acudido a un modesto realismo casi de postal, que mezcla los moros y cristianos de nuestras fiestas populares y no renuncia incluso a sacar un pequeño rebaño cuando el desterrado héroe Arsace se refugia entre los pastores, contribuyendo con ello a acentuar el carácter bucólico del momento.
Aunque hay que reconocer que tuvo alguna idea novedosa, como sacar a escena el continuo, con lo que éste ganaba en sonoridad y servía de mayor apoyo a los cantantes en sus nada fáciles cometidos. Estuvo excelentemente integrado por Lucy Tucker Yates al fortepiano y David Ethève, primer violonchelo de la Orquesta Sinfónica de Galicia, que tan buen recuerdo dejó de su paso por el certamen pesarés.
El aludido papel de Arsace es el único de toda la producción rossiniana en que el compositor acudió a una voz de contratenor (una tesitura que afirmó abiertamente que no era muy de su agrado), el famoso Giovannu Battista Vellutti, para el que escribió una parte de enorme virtuosismo. La mezzosoprano de Uzbekistan Lena Belkina se mostró musical, con una voz cálida y buena resolución de la colorattura (y un físico que evocaba a Juana de Arco), aunque tal vez no produjo la sensación de “fenómeno sonoro” del ilustre predecesor que creó el papel.
Afortunadamente, sí que lo hicieron el tenor estadounidense Michael Spyres y la soprano australiana Jessica Pratt, como el conquistador romano que da título a la obra y la destronada reina Zenobia, quienes afrontraron con absoluta holgura todas las pirotecnias y acrobacias de sus respectivos roles. El también norteamericano Will Crutchfield se sumó a la grisura general con una dirección con pocos matices y escasa sutileza. Flojos también, soprendentemente, los secundarios, a excepción de la mezzo italiana Raffaella Lupinacci como atractiva y despechada patricia Publia.
“Il Barbiere di Siviglia” se ofreció en una versión semi-representada a cargo de la Academia de Bellas Artes de Urbino, realmente reducida a los mínimos elementos. La mezzo sarda Chiara Amarù dejó constancia de su clase rossiniana, pero sin duda brilla más en papeles travestidos, faltándole algo de gracia y picante a su Rosina. El barítono francés Florian Sempey posee magníficos medios vocales, pero estuvo un poco “verde” como Fígaro. Tanto Alex Esposito como Paolo Bordogna son dos estupendos cantantes, que ya han dado suficientes pruebas de su dominio de este repertorio, aunque quizá resulten demasiado imberbes para encarnar a Don Basilio y el Doctor Bartolo. Posiblemente el mejor del elenco fuera el tenor argentino Juan Francisco Gatell, que repetía como Conde de Almaviva pero en esta ocasión pudo lucir sus importantes cualidades teatrales tanto como su excelente preparación canora.
La dirección musical de Giacomo Sagripanti tampoco consiguió levantar el vuelo, a pesar de la calidad habitual mostrada por la Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia (no tanto por el local Coro San Carlo, cuya participación tuvo un cierto tono “amateur”). Realmente, la función no logró olvidar la soberbia versión de concierto de Alberto Zedda al frente del mismo conjunto en 2011.
Una encantadora mirada atrás
Fue un auténtico bálsamo, por el contrario, volver a revisitar el “Viaggio a Reims” pensado por Emilio Sagi hace ya quince años y que desde entonces se mantiene incombustible como trampolín de nuevos talentos, entre los que hemos descubierto este año a la soprano española (¡de 23 años!) Isabel Rodríguez García y la briosa batuta del tan solo un poco mayor director mexicano Iván López-Reynoso (nacido en Guanajuato en 1990), que supo llevar con mucho brío y entendimiento del autor a los jóvenes integrantes de la recién creada Filarmonica Gioachino Rossini. También merecen destacarse el barítono coreano Yunpeng Wang (Don Profondo), la mezzo china Aya Wakizono (Marchesa Melibea) o la soprano armenia Hasmik Torosyan (Corinna). Pero toda la alegre compañía demostró, una vez más, que la música del Rossini más inspirado triunfa por encima de los tiempos oscuros y nos arranca una sonrisa siempre inteligente.
Pudimos asistir, del resto del programa, a una interesante velada en la Rocca Costanza dedicada a las enigmáticas páginas vocales de los “Pecados de vejez” (con sus inquietantes armonías, algunas tan sorprendentes como las de ese “Coro de Titanes” para cuatro bajos), con la siempre dispuesta Anna Bigliardi al teclado y solistas de la Accademia Rossiniana, cuyas cualidades ya habíamos apreciado en el “Viaggio a Reims”. Así como a una deliciosa traducción de las “Seis sonatas a cuatro” por el contrabajista Franco Petracchi, el violinista Salvatore Accardo y dos alumnas suyas, la también violinista Laura Gorna y la chelista Cecilia Radic. Fue encantador contemplar la compenetración entre la elegancia de los dos veteranos maestros y la pulsión juvenil de las muchachas, en estas páginas escritas por un Rossini adolescente, pero que ya conocía todas las reglas de la música de cámara centroeuropea (con evidentes ecos de sus admirados Haydn, Mozart o Schubert), sin dejar en ningún momento de dejar clara su ya marcada impronta personal.
Para el año próximo se anuncian nuevas producciones de “La Donna del Lago”, del imaginativo Damiano Michieletto, y “La Gazzetta” (que tendrá muy difícil hacer olvidar la genial visión de Dario Fo), y una versión semi-escénica de “Adelaide di Borgogna”, así como, entre los conciertos, la “Messa di Gloria”.
Rafael Banús Irusta
Gioachino Rossini: “Armida”. Carmen Romeu, Antonino Siragusa, Dmitry Korchak, Carlo Lepore. Coro y Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Dirección musical: Carlo Rizzi. Dirección escénica: Luca Ronconi. Decorados: Margherita Palli. Vestuario: Giovanna Buzzi. Pésaro, Adriatic Arena, 10-VIII-2014.
Gioachino Rossini: “Aureliano in Palmira”. Michael Spyres, Jessica Pratt, Lena Belkina, Raffaella Lupinacci, Sergio Vitale. Coro del Teatro Comunale de Bolonia. Orquesta Sinfónica G. Rossini.Dirección musical: Will Crutchfield. Dirección escénica: Mario Martone. Decorados: Sergio Tramonti. Vestuario: Ursula Patzak. Pésaro, Adriatic Arena, 12-VIII-2014.
Gioachino Rossini: “Il barbiere di Siviglia”. Chiara Amarù, Florian Sempey, Juan Francisco Gatell, Paolo Bordogna, Alex Esposito, Felicia Bongiovanni, Andrea Vincenzo Bonsignore, Alberto Pancrazi. Coro San Carlo di Pesaro. Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Dirección musical: Giacomo Sagripanti. Elementos escénicos: Accademia delle Belle Arti di Urbino. Pésaro, Teatro Rossini, 11-VIII–2014.
Gioachino Rossini: “Il viaggio a Reims”. Hasmik Torosyan, Ana Wakizono, Isabel Rodríguez García, Giulia de Blasis, Matteo Macchioni, Anton Rositskiy, Marko Mimica, Yunpeng Wang, Anton Markov, Iurii Samoilov, Claudio Levantino, Christian Collia, Shahar Lavì, Madison Marie McIntosh, Yuka Maruo, Nico Darmanin, Riccardo Fiorati. Filarmonica Gioachino Rossini. Dirección musical: Iván López-Reynoso.
Dirección escénica y elementos escénicos: Emilio Sagi (realizada por Elisabetta Courir). Vestuario: Pepa Ojanguren. Iluminación: Guido Levi.Pésaro, Teatro Rossini, 13–VIII–2014.