FIDELIO en Bellas Artes: el arte no se puede aprisionar

                                                                        FIDELIO en Bellas Artes Por Majo Pérez

Por fin pudo la Ópera de Bellas Artes celebrar el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven llevando a su escenario la única ópera que compuso el genio de Bonn, Fidelio o el amor conyugal, la cual estaba programada para el año pasado y tuvo que ser aplazada por la pandemia. Pareciera que en la Ciudad de México los protocolos sanitarios contra el covid se cumplen con mayor rigor en los teatros que en ningún otro sitio y desde luego en el Bellas Artes se hicieron notar. FIDELIO en Bellas Artes

María Katzarava y Héctor Sandoval en FIDELIO © Ópera de Bellas Artes
María Katzarava y Héctor Sandoval en FIDELIO    © Aldo Vargas / Latitudes Press FIDELIO en Bellas Artes

La “sana distancia” entre personas obligó a que la Orquesta del Palacio de Bellas Artes estuviera reducida a lo esencial, con los músicos muy al fondo del escenario, lo cual deslució inevitablemente la rica orquestación beethoveniana. Fidelio es una ópera que anticipa el Romanticismo, pero lo que se escuchaba carecía de impulso sinfónico y dramatismo. Por otro lado, hay que señalar falta de afinación y desajustes en cuerdas y viento metal, así como una lectura demasiado plana por parte de Iván López Reynoso. El Coro de Bellas Artes tampoco vino a mejorar las cosas. Si bien el “Coro de Prisioneros” estuvo correcto, en las intervenciones del final las sopranos gritaron más que cantaron.

La propuesta visual también quedó bastante limitada, aunque el concierto escénico ideado por Mauricio García Lozano fue, en mi opinión, de lo mejor de la noche. Más que la dirección actoral, demasiado esquemática, lo que convenció fue la escenografía conceptual de Jorge Ballina, consistente en un conjunto de celdas paralelepípedas hechas de barras de luces LED que iban aprisionando a músicos y solistas a modo de advertencia: todos somos prisioneros de nuestros actos y nuestras palabras.

Desgraciadamente, no acompañó la iluminación de Rafael Mendoza y Jesús Hernández, tan escasa que más bien parecía que no existía; ni el diseño de vestuario de Jerildy Bosch: todos los solistas vestidos de negro salvo la actriz que ejerció de narradora. A fin de suprimir los recitativos, se le encomendó a Samantha Coronel decir unas frases a modo de resumen de lo que estaba aconteciendo. No obstante, lo que se ganaba por un lado se perdía por otro: sus asépticas intervenciones interrumpían la tensión dramática de la obra; más habría valido que dicho papel lo realizara una voz en off o una proyección.

Coro y solistas en FIDELIO © Ópera de Bellas Artes
Coro y solistas en FIDELIO © Aldo Vargas / Latitudes Press

Entre los solistas tampoco encontré ese “emerger a la luz”, ingrediente básico en Fidelio y en la música de Beethoven en general. María Katzarava tuvo buenos momentos pero desaprovechó ese gran arranque del recitativo y aria ‘Abscheulicher, Wo Eilst du Hin?’, en el que se resume el carácter del gran personaje que es Leonore/Fidelio. Héctor Sandoval fue un Florestan de voz estrangulada pero con arrestos suficientes para hacerse notar y conmover al público El Pizarro del barítono Enrique Ángeles mostró la agresividad de su personaje mediante su voz grande, si bien le faltó expresividad y precisión. La dudosa afinación de Liliana Aguilasocho (Marzelline) lastró sus intervenciones. No obstante, el timbre de esta soprano es bello y la voz corre con facilidad. El joven tenor Andrés Carrillo fue un Jaquino bien timbrado y eficiente en su breve papel, al igual que lo fue el joven bajo Antonio Azpiri, quien confirió empaque a su Don Fernando, confirmando aquello que dice “no hay papeles pequeños, sino malos intérpretes”. El solista más desafortunado de esta función lo encontré en el bajo-barítono Carsten Wittmoser, quien nos ofreció un Rocco de sonido mate e invisible en los concertantes, y con problemas de afinación.

El público operístico de México parece ser muy generoso. Aplaudieron a rabiar y hasta presencié con incredulidad un “standing ovation”. Desde luego debemos aplaudir por el empuje de todos (artistas, público y organizaciones) por hacer posible esta función a pesar de todos los obstáculos. Sin embargo, deseo que la Ópera de Bellas Artes pueda retomar pronto sus actividades como las conocimos antes de la pandemia; cuerpos, solistas y público lo necesitamos.

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Director concertador: Iván López Reynoso. Director de escena: Mauricio García Lozano. Diseño de escenografía: Jorge Ballina. Diseño de iluminación: Rafael Mendoza / Jesús Hernández. Diseño de vestuario: Jerildy Bosch. Diseñadora de maquillaje: Cinthia Muñoz. Maestro del Coro: Rodrigo Elorduy. Solistas: Fidelio/Leonora: María Katzarava. Florestán: Héctor Sandoval. Pizarro: Enrique Ángeles. Rocco: Carsten Wittmoser. Marzelina: Liliana Aguilasocho. Jaquino: Andrés Carrillo. Fernando: Antonio Azpiri. Narradora: Samantha Coronel. Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes. Función del 5 de diciembre de 2021.