El nivel es muy alto y la expectación es máxima en la fase final del Concurso de Canto Reina Elisabeth de Bélgica. En las dos primeras de las cuatro jornadas en las que se desarrolla la final, pudimos escuchar en la sala de conciertos Henry Le Boeuf a seis jóvenes cantantes, que pusieron todo de su parte para hacerse con el primer premio Reina Matilde, dotado con 25.000€ y una gira de conciertos. Les acompañó la orquesta Sinfónica del teatro de La Monnaie, dirigida por Roland Böer.
La encantadora soprano belga Jodie Devos presentó su firme candidatura al primer premio con un recital que incluyó sendas obras de Haydn, Mozart, Donizetti, R. Strauss y Bernstein. Su voz es pequeña, con un timbre amable, más bien mate. En las arias de Haydn y Mozart sonó musical y delicada, aunque un tanto anodina. A su versión de Vorrei spiergarvi, oh Dio, le falta chispa y bravura mozartiana, si bien el resultado es muy interesante, por la afinación y la delicadeza. En el aria O luce di quest´anima de la protagonista de Linda di Chamounix, consiguió enamorar a un público claramente partidario, si bien la voz se agostaba en los agudos, sin perder en cambio ductilidad o afinación. Un error imperdonable de la orquesta casi consigue arruinarle la fermata con que concluye el aria. En la siguiente pieza, el lied Amor, de Richard Strauss, la voz era aún Donizettiana, y sonó fuera de estilo, trasplantada y poco creíble. Puede que no fuera un acierto escoger esta pieza. Con la conocida aria de Candide de Berstein, Glitter and be gay, destapó el tarro de las esencias. Atacó tres agudos de escalofrío, divirtió y convenció a sus compatriotas, que la ovacionaron a voluntad. Veremos si el jurado opina lo mismo.
Le siguió en la competición la soprano húngara Emöke Baráth, que tiene una voz también pequeña; de timbre complejo que va, desde la oscuridad abajo, al vibrato ligero típico de las sopranos de coloratura de la primera mitad del siglo pasado. Demostró ser una especialista en el repertorio barroco, brillando especialmente en el aria del Joshua de Haendel Oh! Had I Jubal´s lyre, donde su dominio de las agilidades fue muy profesional y cuajó su interpretación con seguridad. En el Idomeneo mozartiano se le vio más incómoda, casi histriónica. En la canción de Rusalka de Dvorák se hicieron evidentes sus dificultades para proyectar la voz en la franja aguda. Sonó como la soprano demasiado ligera para la parte. Desde luego, incluir esta pieza no fue su mayor acierto. Aunque el aria de Anne de The Rake´s Progress gustó mucho al público de Bruselas, no le será fácil optar a los primeros puestos.
Cerró la primera jornada de la final el bajo húngaro-rumano Levente Páll, un cantante de voz equilibrada y homogénea, con emisión limpia aunque se acomoda en ciertos momentos en sonidos algo nasales. Fue injustamente celebrado en su Catálogo de Don Giovanni del Leporello mozartiano, si bien es cierto que fue una intervención muy honesta. Sus puntos fuertes con unas notas bajas claras y timbradas, con color, y una media voz muy trabajada que le va muy bien a los papeles románticos. En Confutatis medictis del Requiem de Verdi no terminó de convencer a un público que esperaba un legato más verdiano, más italiano. Su Mefistófeles de Gounod tuvo intención, aunque el joven bajo se vio superado por el papel. Una voz con recorrido por delante.
La siguiente jornada fue un duelo de tres voces femeninas protagonizado por la mezzo francesa Sarah Laulan, y las sopranos Hyesang Park (Corea del Sur) y Daniela Gerstenmeyer (Alemania). Todas ellas consiguieron participaciones sólidas y convincentes, arropadas de nuevo por la orquesta titular de la ópera de Bruselas, más fina que en el día anterior.
Sarah Laulan, que lucía con gusto un vestido horrendo, es una soprano dramática de zona media muy ancha y un timbre oscuro y sugerente. Interpretó obras de Mahler, Wagner, Britten, Musorsky, Rossini y Bizet. Casi nada. En general, puede decirse que a su voz le cuesta despegar, acomodada a veces en portamentos innecesarios, aunque una vez encaramada arriba suena con mordente y emociona con facilidad. Muy cómoda en el aria de Waltraute de Wagner y en el lied mahleriano, sorprendió por su emotividad en el aria de Lucrecia de The Rape of Lucretia de Britten. Detallista y sensuble en ruso interpretando a Musorgsky, se metió al público en el bolsillo con el aria de entrada de Isabella de L´Italiana in Algeri de Rossini. Le quedaba convencer al jurado en el papel de Carmen. Su versión de L´amour est un oiseau rebelle tuvo gusto, fue cuidadosa con la música, intrigante, cálida. Una candidata seria a los premios.
La coreana Hyesang Park, pese a su corta estatura, tiene una voz de quilates. En ocasiones, sin embargo, dio la sensación de cantar demasiado atrás, de ahí que se colaran ciertas imperfecciones filiales. En su entrada con el lied Ständchen resultó algo anodina, por demasiado contemplativa, y quizás algo pretenciosa. Al público hay que darle belcanto. Y eso la coreana sabe hacerlo con su técnica solidísima (asiática) y un gusto muy trabajado, sospecho que a base de imitar a referentes de la segunda mitad del siglo pasado (sus interpretaciones recuerdan en cierta forma la morbidez de Gruberova y la pasión de Callas). Aunque en el Sempre libera de la Traviata acusó cansancio en la emisión, cuajó sendas versiones de Amina, Manon y Violetta dignas de premio.
Gran sorpresa causó la sobria y elegante soprano alemana Daniela Gerstenmeyer. De emisión cuidada al extremo, canto canónico, que en terreno barroco se adapta a la perfección al flujo orquestal ofreció el aria Piangerò la sorte mia, de Giulio Cesare de Haendel, clavando el tono. Merece la pena escucharla en su visión del Requiem Alemán de Brahms y en Zerfiesse mein Herze de La Pasión según San Juan de Bach. En ambas sonó espiritual y elevada. Es fácil disfrutar de su voz, que se convierte en el centro del espectro musical, recogiendo el protagonismo que la voz tiene, sin estridencias. Su interpretación final Höre Israel, del Elías de Mendelssohn cerró su participación en la final. Las caras de sus compañeros eran de lógica preocupación. Gerstenmeyer ha sabido jugar con inteligencia sus cartas, y su participación en el concurso ha sido, independientemente del resultado final, sobresaliente. Una soprano a la que hay que seguir y escuchar en directo.
La Orquesta Sinfónica de La Monnaie estuvo dirigida por Roland Böer
Carlos Javier López Sánchez
@CarlosJavierLS