Las dos últimas jornadas de la final del Concurso Internacional de Música Reina Elisabeth de Bélgica, que en esta edición 2014 busca a los mejores cantantes líricos jóvenes, tuvieron lugar los días 30 y 31 de mayo en sala Henry Le Boeuf de Bruselas.
El día 30 pudimos escuchar a la joven soprano suiza (aunque nació el Bélgica) Chiara Skerath en páginas de Britten, Brahms, Puccini y Dvořák. Presentó un cantar desnudo y honesto, muy emocional y preciso en la dicción. En Les Illuminations de Britten sonó ensoñadora y expresiva. Más elegíaca y elevada estuvo en el Requiem Alemán de Brahms, donde convenció con su honestidad sonora, sin artificios innecesarios. Los agudos le suenan con brillo pero destimbrados y sin color, un tanto afalsetados. En el aria de presentación de Mimí en La Bohème no consiguió la emoción que se le pide a la intérprete, pese a su notable esfuerzo interpretativo. Y es que la voz de Skerath parece todo carcasa, todo andamio y hueso, sin cuerpo ni músculo al que sostener. Pese a que no cuenta con el instrumento más bello, hay cierta arte detrás.
Le siguió en liza otro coreano (de los cuatro que han llegado a la final). El barítono Hansung Yoo, de voz grande y limpia, soportada por una sólida técnica de emisión centrada en el espectro de cabeza (demostró dominar el paso de registro). Supo ser solemne y asertivo en obras de Bach y Mahler, inspirando gracias a la solidez de un sonido que llega cierto y homogéneo al espectador, sin veleidades. El resto de sus interpretaciones fueron una batalla por dejar de sonar marmóreo y expresar algo distinto cada vez. En el aria de Eletzky de La Dama de Picas de Tchaikovsky dio su versión más emocionada, ayudado por una orquesta que apretaba, sabedora de que la voz de Yoo pedía decibelios. En el aria de Valentín del Fausto de Gounod, se mostró por encima del papel en todo momento, aunque en la Chanson à boire del Don Quichotte de Ravel no consiguió suficiente credibilidad. Unas intervenciones valientes que culminaron con el Largo al factótum de Fígaro en el Barbero de Sevilla. Por desgracia, el agudo sostenido en la frase col cavaliere se le fue atrás, afeando el conjunto. Un fallo inoportuno que le puede costar caro en esta fase del concurso.
C0mpletó la jornada su compatriota Hwang Sumi, una soprano lírica de voz generosa y agudo fácil. En el aria de Norina So anch´io la virtù magica de la ópera Don Pasquale de Donizetti estuvo muy afinada y dio espectáculo. No todo iba a ser belcanto. La coreana demostró que sabe moverse entre las páginas tormentosas de Alban Berg y sonó sofisticada en el lied Die Nachtigall (El ruiseñor). Contó por triunfos sus dos siguientes intervenciones. En el aria de Liu de Puccini (que podría poner en escena mañana mismo) estuvo emotiva y musical. Se ve que entiende lo que canta. En Depuis le jour, de la Louise de Charpentier, delicada y a tempo, convenció al público belga, que se relamía con su última pieza, el lied Im Abendrot (Al anochecer) de Richard Strauss. Lamentablemente ni Böer al frente de la Sinfónica de La Monnaie (demasiado agitado) ni la propia Sumi estuvieron a la altura de esta música eterna, que pide verdaderos sacerdotes para interpretarla como es debido. Baste como muestra la última frase del lied, Ist dies etwa der Tod? (¿Es esto acaso la muerte?), donde no hubo apenas relieve expresivo.
La jornada siguiente cerró el concurso con dos tenores y una soprano. Seung Jick Kim, tenor coreano de voz oscura y redonda, fue sepultado por la orquesta, dirigida por un Böer inmisericorde. Con un timbre heterogéneo y un paso de registro abrupto, interpretó un programa muy atractivo, que incluyó Che gélida manina del Rodolfo pucciniano, la famosa canción de Rachmaninov Ne poy, Krasavitda, pri mne y la exigente aria del Fausto de Gounod Salut, demeure chaste et pure. Las notas están ahí (salvo algunos errores puntuales de colocación), aunque echamos en falta una línea de canto más definida. En el futuro, si quiere brillar en el repertorio romántico, deberá trabajar la expresividad, y evitar a Roland Böer.
Le siguió en la competición la benjamina de la final, la encantadora Sheva Tehoval, que cantaba en su ciudad, y eso se notó, no sólo en el apoyo del público sino también en el del director de orquesta, que puso a todos los profesores de La Monnaie al servicio de su voz pequeña, de timbre juvenil. Sobretodo convencieron sus recursos en la zona aguda, donde se mueve como pez en el agua, aérea y grácil. Si sus agudos suenan brillantes y timbrados, la zona grave es más bien sosa y sin cuerpo (tiempo al tiempo). Con un programa algo disparatado temáticamente, (Haendel, Gounod, Rossini, Dvořák…) adaptado a su instrumento, tuvo su momento estelar en el aria de Rosina Una voce poco fa, donde regaló a su público un amplio abanico de jeribeques y agudos no escritos por Rossini. Fuegos artificiales que le van muy bien a esa Rosina joven y superficial, que es muy creíble en su voz. Le valió, como no podía ser de otra manera, la ovación más generosa de la final.
Terminó el ciclo de la competición el tenor chino Yu Shao, un músico formado en Shanghai, Francia y Bélgica (en el jurado estaban dos de sus mentores). Cantó con una voz de emisión clara, valiente, que sabe ser expresiva y aristocrática. Su dominio lingüístico es impresionante. Suena natural en alemán, ruso, francés, con una dicción sorprendente. Durante todo su recital, dio la impresión de estar por encima de la orquesta en calidad y uniformidad de sonido. Es esta claridad y limpieza en sus interpretaciones la que compensa algunos despistes de afinación y la falta de delicadeza en los recitativos. Destacó en su versión del aria de Tamino de La flaura mágica de Mozart Dies Bildnis is Bezaubernd schön. Aquí sonó elevado y evocador, aunque con varios titubeos en los ataques. Probablemente, a pesar de sus indudables cualidades artísticas y de tener que sobreponerse a una orquesta de trazo grueso (antes de terminar con el Kuda, Kuda de Eugeny Onegin tuvo que pedir una breve tregua al director), sus fallos de colocación le alejen de los puestos de cabeza.
Tras una hora de deliberación, el jurado compuesto por Arie Van Lysebeth, June Anderson, María Bayo, Teresa Berganza, Marius Brenciu, Iain Burnside, Peter de Caluwe, Marc Clémenceur, Helmut Deutch, Serge Dorny, Sophie Karthäuser, Christoph Prégardien y José Van Dam fallaron a favor de la coreana Hwang Sumi, la belga Jodie Devos y la mezzo francesa Sarah Laulan, que se hicieron con los tres primeros premios, respectivamente. Les siguieron el tenor chino Yu Shao y las sopranos Hyesang Park (Corea) y Chaira Skerath (Suiza). Les esperan varios días intensos de promoción y preparación de la gira de conciertos auspiciada por la organización del Torneo.
Carlos Javier López Sánchez
@CarlosJavierLS