Florencia en el Amazonas, ópera de la zona tórrida en la zona tórrida

Florencia en el Amazonas, ópera de la zona tórrida en la zona tórrida
Florencia en el Amazonas, ópera de la zona tórrida en la zona tórrida

Florencia en el Amazonas, ópera en español del mexicano Daniel Catán cuyo libreto se debe a Marcela Fuentes-Berain, entrelaza —por medio de un viaje en un vapor fluvial por el gran río de Sur América—distintas formas de vivir el amor, con el encuentro entre la civilización y el medio salvaje que, sacudiendo a los protagonistas, saca a flote el verdadero cauce de los sentimientos.

Daniel Catán (1949-2011), compositor azteca de orígen judeo sefardita y formación anglosajona, logró —desde la última década del siglo pasado— consolidar la ópera en lengua castellana primero en los Estados Unidos y, posteriormente en el resto del continente. Florencia en el Amazonas fue coproducida por  las Óperas de Seattle, de Los Ángeles y la Gran Ópera de Houston, donde se estrenó, en 1996. Otra de sus composiciones fueron La hija de Rappaccini, en Ciudad de México a partir de la pieza de teatro de Octavio Paz y, porterior a Florencia se le encargaron Las bodas de Salsipuedes para Houston, y Il Postino para Los Ángeles, que fue representada entre 2010 y 2013 en Viena, Houston, Santiago de Chile y Madrid.

El montaje de La Compañía Estable que está en temporada en el Teatro Colón de Bogotá recibió en 2017 la beca de creación de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, y se presentó ese año en los Teatros Jorge Eliécer Gaitán y Colsubsidio  y en el Festival Ópera al Parque. En 2018, la Orquesta que lo acompaña es Nueva Filarmonía dirigida por el maestro Ricardo Jaramillo. Un acierto es el cambio del coro del año pasado —uno de los lunares de esa producción— por la participación profesional y sólida del Coro de la Ópera de Colombia, dirigido por Luis Díaz Herodier.

En el reparto destaca el bajo barítono Valeriano Lanchas, en el papel de Riolobo (personaje que alterna con Camilo Mendoza en otras fechas). Su manejo de la escena así como su madurez vocal transmiten bien ese recio papel de narrador-ser selvático-tripulante. El bajo colombo italiano Hyalmar Mitriotti con su voz segura y robusta es el capitán, personaje al que aporta también su impactante presencia escénica. Florencia, —cantante que ha logrado la fama sacrificando el amor y que retorna de incógnito a su Manaos natal para cantarle a Cristobal, su cazador de mariposas—, es interpretada por la soprano Ana María Ruge quien —a pesar de su juventud, pues el papel de precisa una experiencia vocal algo mayor— evoluciona a lo largo de la pieza hasta llegar a la asombrosa aria final. La pareja dispareja, emproblemada y muchas veces cómica de Álvaro y Paula (Alexis Trejos y Mónica Danilov) tiene altibajos a lo largo de la ópera, no por la parte lírica, sino por la dramatúrgica de Fuentes-Berain que a veces no llega a las alturas “macondianas” que pretende. Completan el grupo la pareja de jóvenes temerosos de los estragos del amor formada por Camila Toro como la escritora Rosalba, quien resulta más convincente como cantante que como actriz y Manuel Franco quien, al contrario, sorprende con su actuación como Arcadio el mozo marinero pero cuya bella voz requiere de ciertos ajustes en la técnica vocal. 

Este espectáculo de ritmo vibrante cuenta con la dirección escénica de Pedro Salazar fundador de la Compañía Estable y quien tiene a su haber una gran carrera dentro del teatro y la ópera, —en la que incursiona cada vez con mayor pasión— y la producción general, de Víctor Sánchez, antiguo director técnico del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Escenas de preciosas como la caída en el río de la libreta de Paula, la tormenta que azota a “El Dorado” al final del primer acto  o la de Arcadio arrastrado por la corriente, por poner algunos pocos ejemplos, atestiguan un cuidado manejo de todos los elementos hermanado con una música que transporta y embruja. Cabe destacar el trabajo de Ronald Perilla como coordinador general, asistente de dirección escénica y regidor. El diseño de video de Michelle Ospina sirve para acentuar el realismo mágico gacíamarquiano de la obra, pero infortunadamente aturde con una innecesaria cascada de imágenes que a momentos distrae y a momentos marea. Menos es más. 

El vestuario de Olga Maslova confeccionado en el taller Pedro Nel López —fallecido recientemente— es impecable, destacando de manera sutil el carácter de cada personaje y brindando una cierta atemporalidad memorable. El diseño escenográfico y de arte de Julián Hoyos —que labora en sincronía con la luminotecnia muy ajustada de Humberto Hernández—, logra que el personaje principal, más allá de Florencia o del río, sea el barco fluvial “El Dorado”, inspirado en el icónico vapor “Molly Aida” de “Fitzcarraldo” de Herzog. Este funciona de manera modular sin tropiezo alguno, desplazándose por el escenario con fluído ritmo lacustre, dejando la impronta su gran estructura en la memoria del espectador. Igualmente la larga pasarela de embarque que es también muelle y dique o los largos troncos que sirven de parales, que —manejados de manera hábil y efectiva— fungen de río y también selva ecuatorial. Esto se debe también a la coordinada acción de los cinco muchachos que conforman la tripulación. 

José Darío Dégira