Florentina Holzinger y ‘Tanz’: sílfides, sangre, mujeres desnudas y Balanchine

                                                   Florentina Holzinger Tanz Por Cristina Marinero

La joven coreógrafa performativa austriaca parte en su trabajo de dos puntos esenciales: tener asumido que todo cuerpo que se exhibe es un cuerpo sexual y su querencia por George Balanchine. Se ha hecho un lugar destacado dentro de la corriente actual de epatar con propuestas agresivas en lo visual y lo conceptual, girando por Europa a los principales festivales de danza contemporánea o del arte. Aunque esta manera de hacer debería recibir una denominación alternativa a la de “danza”, más ajustada a su variopinta gama de disciplinas.  Florentina Holzinger Tanz

Tanz, de Florentina Holzinger (c) Eva Würdinger

Florentina Holzinger (Viena, 1986) lleva al límite el desnudo y la desinhibición en Tanz, la tercera obra de su trilogía que comenzó con Recovery y continuó con Apollo. Para el primer espectáculo, se basó en su versión de Agon, el ballet de 1957 de George Balanchine e Igor Stravinsky, clave del siglo XX. Recovery nace a raíz de un accidente de la coreógrafa –se cayó desde tres metros de altura mientras actuaba– y su convalecencia, con la tesis de que toda obra de arte debe ser curativa para el alma. También del genial coreógrafo y gran compositor es Apollo, el ballet considerado inicio del neoclasicismo de Balanchine, estrenado en 1928 por los Ballets Russes de Diaghilev, y del que parte para esa segunda creación de su trilogía.

Para Tanz actualiza con total libertad, tono heavy, y momentos que escenifican terror casi slasher, aquel mundo fantástico y de féminas mágicas que supuso el estreno del primer ballet romántico, La sílfide (1832), con el dato histórico sobre Beatrice Schoenherr, la primera bailarina que bailó La consagración de la primavera (seguimos con Stravinsky) desnuda, en 1972, en la versión coreográfica del norteamericano John Neumeier, director del Ballet de Hamburgo desde hace casi medio siglo. Lo que en el siglo XIX eran bailarinas vestidas de blanco con alitas y aupadas por sus puntas y los mecanismos del teatro de la época, aquí son doce performers cercanas al porno, alguna interpretando a la bruja de todo cuento, que se ponen mano a la barra vestidas y van desnudándose dirigidas por ella, por Beatrice “Trixie” Cordua-Schoenherr, la citada pionera, aquí maestra con cuerpo ajado por el tiempo que les indica que llevan puesta mucha ropa y que ya saben lo que tienen que hacer.  Florentina Holzinger Tanz

En Tanz hay sangre, miradas y poses lascivas, masturbación, el fake de un parto de una rata –del cuerpo de Trixie–, bañado en sangre, claro; dos motos cuelgan de cables y sirven de elementos voladores montados por estas amazonas desnudas que también vuelan con cables y se estampan contra el suelo. Florentina Holzinger, que interviene junto a las once intérpretes, lleva el brazo escayolado. No es raro que los accidentes sean cotidianos en cada función de esta creación que quita la respiración, porque van al límite.

Con cuerpos reales de mujeres reales, que no con las bailarinas estilizadas que promulgó su siempre citado Balanchine, estas performers también se cuelgan del pelo hecho moño, abren las piernas al espectador, muestran sus cuerpos tatuados y sus formas con celulitis o no. Pero aquí no hay sensación de que lo que acabamos de ver sea lo más “fuerte” que va a pasar en las dos horas del espectáculo, siempre hay un “más allá”. Y sí, llegó cuando la más menuda de las intervinientes es atravesada con dos gruesos tornillos en su espalda (y nos lo muestran en primer plano a través de la cámara que pulula a veces por el escenario en manos de una de las actrices-bailarinas), tras colocarle los aros por donde la cuelgan después a cuatro metros del suelo. Y vuela, soltándose la larga melena que casi cubre todo su cuerpo, y todo el patio de butacas respira con miedo ante tamaña hazaña, ya que la carne de su espalda es la que sujeta su cuerpo, menudo sí, pero se estira que parece va a ser arrancada. Ya ven, al límite en cada segundo y sin red protectora. Florentina Holzinger ha dejado una muesca, con astillas que se clavan, en el mástil de los Teatros del Canal.

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Madrid, Teatros del Canal, 10 de febrero de 2022. Tanz, de Florentina Holzinger.

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