Tras contemplar la expectación levantada por la reposición de Fuenteovejuna (1994), de Antonio Gades, en el XXX Madrid en Danza, está claro que la danza española y sus clásicos no son sólo patrimonio cultural de España, a cuidar por quienes nos gobiernan, sino también una oferta escénica que el público tiene muchas ganas de ver.
Si el sueño de cualquier creador es que sus obras sean alabadas por crítica y público de igual manera, y que calidad y taquilla vayan de la mano, Fuenteovejuna es uno de sus ejemplos en el terreno de la danza. Y fíjense bien que no añado el calificativo de «española», porque su eco no se puede circunscribir exclusivamente a nuestro arte único -que debería cuidarse más, por lo dicho antes, lo que supone de patrimonio y, también, por el éxito comercial-, sino que es universal.
Antonio Gades dedicó años a la gestación de cada una de sus obras, las pensó, maduró y para su creación escénica se rodeó de excepcionales colaboradores literarios, musicales o escénicos. También, de sus bailarines, guitarristas y cantaores, artistas que en cada montaje sabían que iban a ser parte de coreografías impulsadas desde el rico vocabulario de pasos, variaciones, actitudes y gestos integrados en lo que llamamos danza española, porque lo que hizo Gades no parte sólo del flamenco, sino de nuestro lenguaje de movimiento que él estilizó para que diera luz a un arte teatral total.
Con esta celebrada reposición de Fuenteovejuna, la Compañía Antonio Gades que dirige artísticamente Stella Arauzo, ha subrayado de nuevo la importancia que debe darse a la reposición de los clásicos, de las coreografías de danza española que son pilares de nuestro arte.
«Mi idea era hacer algo más con ese folclore», dijo Gades hablando de la creación de Fuenteovejuna, «no trincarlo del pueblo y prostituirlo, sino coger la esencia y hacer otra cosa, contar una historia con el movimiento». El maestro experto en folklore, Juanjo Linares, fue pieza fundamental en ofrecerle al autor de Bodas de sangre las danzas y bailes populares de los que escoger los más idóneos para cada pasaje, a los que Gades estilizó y colocó dentro de la trama para el perfecto engranaje narrativo. Su estructura se vio enriquecida por la colaboración de Caballero Bolnald en la dramaturgia y de Faustino Núñez en la música, que integra esas piezas populares -con el Bolero de Algodre como solemne punto álgido que el pueblo baila ante el Comendador-, composiciones de Antón García Abril, Mussorsky, música barroca y las aportaciones flamencas de Antonio Solera.
Subrayando la excelencia de Dominic You en dotar de luminosidad o cinematográficos claroscuros, según su carácter, a cada una de las escenas, Fuenteovejuna se ha convertido ya, como sucede con Giselle o El lago de los cisnes –por poner dos claros ejemplos de la danza romántica y académica-, en un ballet capital para toda primera bailarina. Así, Silvia Vidal interpreta a su heroína, Laurencia, con arrojo y elegancia, con salero en el folclore y estilización precisa en las partes coreográficas de creación, contrapuntos expresivos para los protagonistas en su historia de amor. Junto a ella, Miguel Lara recreó con los pertinentes lirismo o flamencura a Frondoso, personaje que el maestro hizo para sí, y Miguel Ángel Rojas encarnó a un Comendador de peso en escena, altanero y despiadado en su baile, alejándose, con inteligencia, y el consejo sabio de Stella Arauzo en la transmisión del personaje, de caer en el histrionismo.
Antonio Canales es aquí el primer invitado especial que la Compañía Antonio Gades recibe para interpretar uno de los ballets del genio. Y para él ha sido la primera vez en introducirse en escena en su estilo. Con él, el personaje de Alcalde adquiere una ternura adicional a partir de su gesto herido del que parte ese movimiento tan personal suyo que desprende como un rayo. Se le notó cada vez más cómodo a medida que avanzaba la acción, en la que el baile de su personaje no es abundante, pero sí dotado de significado, de diálogo con pies, brazos y torso, y él se lo dio.
En cuanto tomó la dirección de Madrid en Danza, Aída Gómez tuvo claro que la danza española debía tener el lugar que le corresponde en el festival que ha cumplido su treinta edición. Y aunque la programación estaba casi completada por su anterior regidora, Ana Cabo, Gómez pudo incluir esta función única de Fuenteovejuna, además de otra citas, en las que también suma el protagonismo del ballet clásico: Ibérica de Danza; No pausa, de Daniel Doña Compañía de Danza Española; Entre mareas, de Dimo Kirilov, con Tamako Akiyama, y la Gala de Danza de bailarines madrileños que son figuras en ballets internacionales. Se han agotado sus entradas desde pocos días después de salir a la venta.
Fuenteovejuna se verá en Barcelona del 13 al 24 de abril de 2016, tras inaugurar su temporada en el Teatro Victoria con Carmen el 30 de marzo. Será muy interesante ver la progresión de los artistas que interpretan a sus protagonistas, en diez funciones seguidas de esta obra maestra que debería también volver a Madrid para una temporada de semejante calibre. Así lo esperamos tras este celebrado (y fugaz) regreso.
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