Gala Lírica en el Monumental

Gala Lírica en el Monumental
Guillermo García Calvo, director de la Gala Lírica

Dentro de los actos de celebración del cincuenta aniversario de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE, el Teatro Monumental celebró esta Gala Lírica el pasado 22 de mayo centrada en el repertorio operístico, con especial atención a Verdi y Wagner.

Uno de los jóvenes y más talentosos valores de la dirección operística actual como es el madrileño Guillermo García Calvo fue el verdadero artífice a la hora de preparar ese clima genuinamente escénico que se manifestó en la sala ya desde los primeros números wagnerianos, comenzando con la vigorosa obertura de El holandés errante. Precisamente esa característica que posee como director que hace carrera en el mundo de la ópera (no olvidemos su continua y estrecha relación con la Ópera Estatal vienesa) se pone de manifiesto desde cada uno de sus acercamientos musicales, a los que dota de un verdadero carácter dramático y teatral.

Apoyado en una orquesta que respondía a sus exigencias en todo momento, el director madrileño contribuyó a recrear esa atmósfera tétrica y tenebrosa de la ópera de Wagner, volviendo a hacer acto de presencia cuando salió al escenario el primero de los solistas invitados, el barítono Lucio Gallo, para afrontar el dificultoso y oscuro monólogo de presentación del Holandés. En la verdaderamente hiriente y estremecedora interpretación del cantante italiano, destacaron su gran variedad de registros expresivos para declamar el texto cantado y una voluminosa e impactante proyección vocal, apoyada en un instrumento de gran poso y reciedumbre y en una no menor apostura escénica.

La mezzosoprano madrileña María José Montiel hizo acto de presencia con “Di tanti palpiti” del Tancredi rossiniano, exigente aria que abordó con gran expresividad y una precisa variedad de recursos vocales a lo largo del extenso recitativo, donde volvió a demostrar una vez más su sólido registro grave, y una homogénea línea de canto en el desarrollo del aria, la cual concluye con un conciso alarde técnico. Por su parte el tenor venezolano Aquiles Machado encaró con delicada ensoñación más que entrega pasional el aria de la flor de Carmen, regulando el fiato y ascendiendo en el final a la nota reglamentaria. Pero la aportación solista más aplaudida de toda esta primera parte recayó en la soprano canaria Raquel Lojendio, que mediante su aterciopelado timbre, la limpieza en la emisión y su controlado dominio de la coloratura vocal, a lo que unió una atractiva presencia, sedujo al público en la escena de Violeta con que finaliza el primer acto de La traviata, secundada por Machado.

Al margen de la obertura wagneriana con la que comenzó la velada, García Calvo escogió diversas y variadas piezas para que la orquesta de RTVE, magnífica como nunca a sus órdenes en materia de virtuosismo, empaste y sonoridad, ofreciera su lucimiento en solitario, como la sensual y exótica bacanal de Sansón y Dalila de Saint-Saëns, el épico preludio del acto tercero de Lohengrin y las músicas de ballet de dos óperas verdianas: la de Aida (que se inserta en el coro “Gloria all’Egitto” tras la marcha triunfal) y la bastante desconocida Ballabile del acto III de Otello, un delicioso ballet que casi nunca se interpreta en las representaciones de la ópera.

Por su parte, el Coro de RTVE tuvo momentos individuales de una sobresaliente expresión en el místico “Gesegnet soll sie schreiten” del acto II de Lohengrin, el aludido coro de Aida, el “Va pensiero” de Nabucco y el “Wacht auf!” de Los maestros cantores de Nurenberg.

En la segunda parte como suele ser habitual las cuatro voces solistas se combinaron entre sí comenzando con el dúo de Don Carlo y Rodrigo (“Dio, che nell’alma infondere”) del Don Carlo, precedido de toda su escena recitada inicial, en el cual Gallo y Machado se complementaron adecuadamente bajo el nervio y la pulsión dramática de García Calvo. Plenamente complementado y contrastado en timbres vocales se desarrolló el dueto de las flores de Lakmé de Delibes por Lojendio y Montiel, con la preceptiva salida de escena de ambas para la frase final, a pesar de que acto seguido el cuarteto “Bella figlia dell’amore” de Rigoletto se percibió un tanto descompensado en planos vocales, con un ligero quiebro de voz por parte del tenor que consiguió soslayar. Debido a la longitud que había alcanzado el programa, no se destinaron propinas ni bises, concluyendo esta inolvidable noche de ópera con una animada versión a cuatro voces del brindis de La traviata.

Germán García Tomás