Gianni Schicchi. Puccini. Woody Allen en el Real. Opera World

Gianni-Schicci.-Woody-Allen

Sin duda uno de los platos fuertes de la Temporada 2014-2015 del Teatro Real será el programa doble que reunirá Goyescas, la obra maestra de Enrique Granados, en lectura escénica del pintor Eduardo Arroyo, con el montaje de Gianni Schicchi, tercera de las óperas cortas que forman el célebre Trittico de Puccini, que traerá al coliseo madrileño nada menos que al hipermediático Woody Allen. Tras el Così fan tutte visto por Haneke, de nuevo otra vaca sagrada de la dirección cinematográfica se acerca por el Real para mostrar su particular afinidad con la ópera; pero, en esta ocasión, lejos de las densidades psicológicas del cineasta austriaco, el público de Madrid se las verá con el delirio urbanita de quien viene siendo durante las ultimas décadas el indiscutible rey de la comedia en el cine.

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Sin embargo, no se trata en este caso de un estreno absoluto como lo fue el Mozart de Haneke, y aún está por ver el grado de implicación del director neoyorquino en la preparación de las funciones madrileñas. El Schicchi de Woody Allen se estrenó en la Ópera de los Ángeles en 2008 por encargo de quien en Madrid defenderá el rol titular, el tenor Plácido Domingo -reconvertido aquí en barítono- , quien era y es director artístico de la institución californiana y que apostó por un Trittico cinematográfico, confiando las otras dos óperas de la trilogía pucciniana al veterano Wlliam Friedkin. director de cintas como El Exorcista o French Connection.

Durante las semanas que precedieron al estreno Allen manifestó que ‘no tenía ni idea de lo que estaba haciendo’, pero que ‘la incompetencia nunca le había impedido lanzarse con entusiasmo sobre cualquier proyecto’. Finalmente, y en contra de quien pensaba que ambientaría la trama en una familia judía de Nueva York, Allen traspuso la comedia medieval de los Donati (a su vez extraída de la Divina Comedia de Dante) a una ruidosa familia italiana del Brooklyn de la ley seca, confiando a su inseparable Santo Loquasto una escenografía en blanco y negro que remeda los clásicos del cine negro hollywoodiense.

‘Gianni Schicchi me parece más divertida que Tosca, pero menos que Sopa de Ganso‘, había dicho Allen en alguna entrevista anterior al estreno. De ahí que decidiera llenar la escena de gags visuales cuya pertinencia acabó dividiendo a la crítica. ‘Como si no confiara plenamente en la eficacia de la historia y del libreto de Puccini, Allen llena en demasía la escena con chistes visuales’ escribió el crítico del New York Times Anthony Tommasini, quien sin embargo reconoció ‘la inteligencia y la inventiva de la puesta en escena, así como la sutil coreografía  de las maniobras cómicas del nutrido cast (dieciséis personajes, de los cuales una docena están permanentemente en escena) extrayendo de los cantantes vívidos y enérgicos retratos’. Por su parte, Rupert Christiansen, del Telegraph, después de alabar el ‘impresionante diseño escénico de Loquasto’, se deshizo en elogios sobre el trabajo de dirección de actores de Woody Allen, ‘quien logra dibujar de manera vívida a todos y cada uno de los personajes -incluyendo el cadáver de Buoso Donati- y la perfecta interacción del conjunto logra que el espectáculo rebose de gracia y encanto. La diversión que nace de la escena salpica al patio de butacas, y es una sensación más que agradable el ver reír y aplaudir a un auditorio con un entusiasmo tan poco fingido’.

En lo que la crítica sí pareció ponerse de acuerdo es en la censura del ‘gag’ final de Allen, quien decide enmendar la plana a Puccini  y ‘asesinar’ al personaje principal a manos de uno de los parientes, la pérfida Zita, que asesta una puñalada al astuto Schicchi mientras éste se dirige al público para pedir el aplauso final. Pero Allen es Allen, y de alguna manera tenía que dejar su impronta.

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