
Con las representaciones de Götterdämmerung de Wagner se cierra en este mes de marzo la segunda tetralogía de Wagner del nuevo Liceu bajo la dirección de Josep Pons, titular musical del teatro y con la dirección artística de Robert Carsen, y con la sobrehumana Iréne Theorin en una fabulosa Brünnilde.
La idea de la destrucción, suciedad y podredumbre de este mundo fruto del egoísmo de los dioses y de los hombres que enmarca esta tetralogía de Carsen culmina esta temporada con escenografías ya vistas en los anteriores episodios y que aquí se revisualizan en su mayoría.
Si hay un aspecto a destacar de esta producción es la rapidez y versatilidad de la escenografía y la elegancia y adecuación del vestuario de Patrick Kinmonthes como se ha visto en los cambios de caja escénica sin retrasar en absoluto el ritmo musical y permitir con equilibrio y minimalismo situarnos en los diferentes actio locus tan cambiante en esta tercera jornada del Anillo de los Nibelungos.
Una mansión en plena mudanza abre el prólogo donde las tres Nornas se convierten en limpiadoras que rodean con sus cuerdas objetos de los dioses y hombres. Musicalmente este prologo que abre la ópera poseyó bastante calidad en las voces empastadas de Cristina Faus, Pilar Vázquez y Jaqueline Wagner.
Lance Ryan e Irene Theorin retoman su Siegfried y Brünnilde de la anterior jornada en esta misma tetralogía y cierran este prólogo con ese dúo eterno de presentación-despedida que anticipó la suprema calidad de esta soprano y la resistencia de este tenor de voz no excesivamente agradable pero absolutamente entregado en ese rol tan difícil de parecer joven e inocente cuando no se es y cantando sin parar en un registro durísimo.
Wagner al igual que Verdi fue un gran conocedor de las exigencias teatrales de ahí que para esta obra de más de cinco horas que culmina toda su visión de la dinastía mitológica nórdica escribiera grandes interludios orquestales que Josep Pons supo hacer brillar cuidando los detalles, los planos, los muchos y variados leitmotivs que construyen el universo sonoro de esta obra con mayúsculas.

El primer cuadro del acto primero se desarrolla en un salón de corte hitleriano y nos ofreció el trío de la dinastía de Gibich donde brillaron las voces graves del Gunther de Samuel Youn con una buena línea de canto y Hans Peter König un potente Hagen que produjo escalofríos por su maldad contenida, por su arte manipulador que le acerca al Yago shakesperiano no solo con el gesto sino con una manera de decir el texto como demostró en su intervención tanto de este acto como sobretodo en el segundo acto con un visión casi onírica y escalofriante del dúo con su padre Alberich “Släfst du, Hagen, mein Sohn” con el veterano Oskar Hillebrant como su padre. Y alcanzando el punto culminante en el concertante “Rüstet euch vohl” con la participación de un coro en estado de gracia.
La nota un poco discordante de este reparto sin ser escandalosa fue la Gutrune que doblaba papel como tercera Norna de Jaqueline Wagner, correcta en el trío inicial pero escasa de proyección como hermana de Gunther.
Todo lo contrario a la Waltraute de Michaela Schuster voz carnosa, expresiva en la escena y con un empaste muy positivo en todo el largo dúo con Brünnilde, especialmente en su poderoso monólogo “Höre mit Sinn”.
Existe la tradición entre los wagnerianos de medio pelo de que ante la larga duración de esta tercera jornada normalmente se va al prólogo y primer acto, y se aprovecha el segundo para una cena opípara e incorporarse al tercero.
Sería una lástima este planteamiento en este montaje y con estos cantantes pero lo que nadie se debería perder es precisamente el último acto con las buenas prestaciones del trío de Hijas del Rin que cantaron Isabella Gaudi, Anna Alàs y Marina Pinchuk, el relato que precede al asesinato de Siegfried “Mime hieb ein mürrischer Zwerg” donde a pesar del agotamiento el tenor Lance Ryan se mostró más expresivo y musical que en el resto de la obra.
Y como pasa con la muerte de Isolda, el final de la ópera fue un momento de magia perfecta, de conjunción de las artes y la belleza con la soprano Iréne Theorin cantando a telón bajado “Starke Scheite” con un canto que estremecía que se fusionaba con una orquesta en un momento de gracia y que ayudado por la idea de purificación a través del fuego y del agua acaba la ópera en la nada más absoluta donde el orden se recupera, donde se abre todo a una esperanza nueva.
Esta tetralogía de Carsen-Pons ha tenido un final apacible, donde se ha demostrado una vez más que Wagner puede tener muchas lecturas y miradas pero que lo que no puede tener son cantantes mediocres y en eso el Liceu ha acertado con este Götterdämmerung.
Robert Benito
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