Tras unos años en los que únicamente ha habido óperas en versión de concierto, esta temporada Pamplona está de enhorabuena en lo que a la lírica se refiere, ya que a la representación escénica de L’Elisir d’Amore de hace unos meses le sigue ahora otra representación escénica con el Otello de Verdi y la presencia en el personaje que da título a la ópera del que para muchos – entre los que me cuento – es el mejor intérprete actual del personaje. Me estoy refiriendo, obviamente, a Gregory Kunde. No se está acostumbrado en Pamplona a la presencia de grandes divos, excepto en forma de concierto o recital, y, por tanto, se puede decir que podemos felicitarnos por la nueva situación y desear que la cosa continúe en las temporadas próximas.
Hemos asistido a una buena representación de la obra maestra de Giuseppe Verdi, en la que han destacado de manera indudable el protagonista y la dirección musical, habiendo contado con una adecuada producción escénica.
Mis lectores saben que en mis crónicas siempre hago referencia al precio de las localidades. Debo decir que asistir a un Otello como el que nos ocupa y a los precios que aplica El Baluarte es un auténtico privilegio. Simplemente, diré que en los últimos 10 años he asistido a distintas representaciones de Otello en nuestro país en ciudades como Valencia, Sevilla, Peralada, Bilbao, Barcelona y Madrid. En las cuatro últimas señaladas la butaca de platea pasaba de 200 euros, mientras en las dos primeras el precio venía ser el doble del practicado en Pamplona, que ha sido de 74 euros. Me parece justo reconocerlo y destacarlo.
La producción escénica ofrecida se debe a Alfonso Romero y se estrenó hace 5 años en Palma de Mallorca, habiéndose repuesto en varias ocasiones en distintos teatros españoles. Se trata de una producción simple y que funciona de manera adecuada. Lo más brillante de la misma es el arranque de la ópera con la famosa tempestad, ofreciendo la producción imágenes del mar embravecido tanto en las paredes laterales de la sala como en el techo de la misma. La escenografía se debe a Miguel Massip y ofrece en todos los actos una nave en distintas posiciones y unas velas al fondo, dejando un espacio libre por delante. Es en el casco de la mencionada nave donde tiene lugar tanto la llegada de los venecianos como el acto final con la muerte de los protagonistas, Otello y Desdémona. El vestuario de María Miró es muy clásico y sin mayor importancia, siendo las mencionadas proyecciones obra de Philipp Contag-Lada.
La dirección escénica resulta adecuada en lo que se refiere a los solistas, mientras que la dirección de masas resulta un tanto corta, ya que las escenas con la presencia del coro son como si de una versión de concierto se tratara. Me refiero especialmente a los actos I y III.
En conjunto, se puede decir que es una producción simple y adecuada. La dirección musical corrió a cargo del valenciano Ramón Tebar, cuya lectura me ha resultado muy convincente, convirtiéndose en uno de los puntos fundamentales de esta representación. Su dirección tuvo fuerza y también delicadeza, controlando perfectamente el sonido que salía del foso. Es una de las mejores direcciones de las que he podido disfrutar saliendo del foso del Baluarte. Es bien conocido que Ramón Tebar ha colaborado en varias ocasiones con Gregory Kunde y esto ha sido un valor añadido para el resultado. Buena y mejor de lo que yo esperaba la prestación de la Orquesta Sinfónica de Navarra. En cuanto a Coro de la AGAO diré que hubo voces frescas, especialmente en las mujeres, aunque su empaste dejó que desear en el primer acto de la ópera.
Volvía a ser el Moro de Venecia el tenor americano Gregory Kunde, que se ha convertido en los últimos años en el protagonista de referencia de esta ópera desde que lo debutara hace 7 años en La Fenice de Venecia. No es la voz de Kunde la que a priori se identifica con el personaje, ya que no tiene el color baritonal de otros grandes intérpretes de la historia, pero su interpretación vocal y escénica resulta siempre brillante. A pesar de que el mes próximo cumplirá los 65 años se mantiene en una forma envidiable y sigue siendo un Otello de todo respeto. Acabo de volver a ver en el personaje a Jonas Kaufmann y me sigue pareciendo una interpretación más lograda en todos los sentidos la de Kunde.
Desdémona fue interpretada por la soprano rusa Svetlana Aksenova, cuya actuación queda naturalmente por debajo de la del protagonista. Su centro resulta adecuado a las exigencias del personaje, aunque el timbre no es particularmente atractivo. Las notas altas resultan excesivamente metálicas y además se encuentra bastante apretada. Por otro lado, su canto me resultó un tanto monótono.
El barítono catalán Ángel Ódena volvía a interpretar al malvado Iago y su actuación ha estado en línea con la de la última vez que le vi en el personaje en el Teatro Real hace un par de años, en una interpretación matizada y sin excesivos alardes que no tienen sentido en este personaje. Iago no tiene que hacer alardes canoros, sino cantar y expresar siempre con intención y eso es lo que siempre han hecho los grandes intérpretes de Iago. Ódena nos ofreció una buena interpretación, controlando su volumen vocal, aunque no siempre lo consiguiera.
Francisco Corujo hizo una buena interpretación de Cassio. Hacía tiempo que no tenía oportunidad de verle en escena y le he encontrado mejor vocalmente que lo que yo recordaba.
En los personajes secundarios Mireia Pintó fue una Emilia un tanto modesta. Correcto el Ludovico de Jeroboam Tejera. Lo hizo bien Manuel de Diego como Roderigo. Adecuado también Gerard Farreras que doblaba como Montano y Heraldo.
El Baluarte ofrecía una ocupación próxima al 90 % de su aforo, estando los mayores huecos en el piso superior. El público se mostró cálido con los artistas, siendo las mayores ovaciones para Gregory Kunde.
La representación comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas, incluyendo un intermedio y unas breves paradas entre actos. Duración musical de 2 horas y 25 minutos. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 74 euros, costando 25 euros la más barata. Así da gusto.
José M. Irurzun