El joven pianista británico Benjamin Grosvenor (Southend-on-Sea, 1992) presenta su quinto álbum en el sello Decca afrontando la interpretación de los dos conciertos para piano de Fréderic Chopin acompañado por la Royal Scottish National Orchestra a las órdenes de Elim Chan, principal directora invitada de esta formación.
Grosvenor ha demostrado ser uno de los más talentosos pianistas de su generación y uno de los más brillantes nacidos en las islas británicas. Desde que con 11 años ganó la final de la BBC Young Musician Competition, su ascendente carrera lo ha llevado a tocar con las más prestigiosas orquestas de todo el mundo en las principales salas de concierto. Su sensibilidad musical la ha demostrado en sus anteriores trabajos para el sello de la Universal, y de nuevo en estas dos interpretaciones chopinianas hace gala de sus más que elevadas capacidades expresivas e intuitivas para penetrar sabiamente en la magia de estos pentagramas que acusan la deuda de Chopin con el belcanto italiano y confiesan el amor a su Polonia natal en el tiempo de danza de sus movimientos finales. Estaba programada una gira en la primavera de 2020 con el Concierto nº 1 op. 11 por Europa y Estados Unidos, pero la pandemia mundial la ha impedido.
El intérprete británico exhibe en esta grabación un fraseo intimista y de gran exquisitez, con su punto adecuado de rubato, y a la sutil pincelada tímbrica une un perfecto juego de dinámicas. Grosvenor presenta con esmerada y delicada digitación las amplias filigranas y soliloquios melódicos del compositor polaco, desplegando con encanto, elegancia y distinción esas largas y cadenciosas líneas cantabiles. Su virtuosismo tiene el toque de urgencia preciso, que sin llegar a ser explosivo, tiene arrebatos pasionales mesurados y sumamente equilibrados.
A todo ello hay que añadir el juego de ralentandi y accelerandi que consigue el pianista, ejemplificado en los movimientos iniciales de sendos conciertos, para lo que cuenta con la complicidad de la no menos joven directora china, que, por medio de un acompañamiento discreto y tempi vivos pero no apresurados, cede todo el protagonismo a Grosvenor, acoplándose en todo instante a su discurso, en lecturas de suma ligereza y agilidad orquestal, con algún soplo de impulso beethoveniano. Merecen especial atención los tiempos lentos, auténtica alquimia sonora, dechados de encanto poético en el piano y de evanescencia por parte de la orquesta escocesa. Estamos sin duda ante una nueva referencia discográfica de los conciertos de Chopin, que exhalan auténtica frescura y despiertan un gran interés tanto por la consolidada técnica como por el resultado expresivo de Benjamin Grosvenor, un pianista que ya ha alcanzado la madurez interpretativa en toda su plenitud.
Germán García Tomás