Gustav Mahler pasa por ser uno de los compositores del siglo XX que despiertan una mayor empatía en su escucha; su proyecto sinfónico es un prodigio desde su sinfonía Titán (la primera de ellas) hasta la épica-minimalista Sinfonía de los 1000 (la octava), y sus lieder son igualmente excepcionales. Es fácil escucharle y emocionarse al mismo tiempo, su obra evoluciona hacia la modernidad pero no se deja invadir por ella, hay jugueteo total pero siempre se mantiene las formas, de ahí su carácter popular.
Curiosa propuesta la que nos ofrece Cordelia en su sello de paladares al respecto de la figura de Mahler; la argentina Norma Sturniolo, escritora y profesora en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires y en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, es la artífice de un ejercicio que mezcla diversas aproximaciones como ella misma comenta en su introducción:
“Este libro no es un ensayo ni una biografía. La escritura de lo que viene a continuación empezó como un juego o quizás tuvo que ver con un sentimiento de gratitud. El origen remoto está en la escucha de las composiciones de Gustav Mahler, en la posterior lectura de libros sobre la creación mahleriana y, principalmente, en la lectura apasionada de biografías sobre el compositor.
A partir de entonces, unas veces de forma voluntaria y otras, inesperadamente, he recordado muchos momentos de la vida del creador de La canción de la tierra así como algunas de sus afirmaciones rotundas.”
A medio camino del ensayo y de la biografía, Sturniolo pretende imaginar, desde la gratitud que tiene por la música de Mahler y todo lo que ha leído de él, y, al mismo tiempo, presentar hechos de su vida comprobados con otros que son simples especulaciones. Todo ello en conjunto, sin lugar a dudas, es el desarrollo de su pasión por Mahler. Teniendo clara esta base podemos encontrar conclusiones obtenidas por la observación de los fenómenos que le han acontecido como es el caso del siguiente párrafo, donde se afirma su capacidad de trabajo y su lucha infatigable por unos valores entre los que se encontraba el esfuerzo y la resistencia ante la desidia:
“El conocimiento de su biografía me conectó con la idea de lo heroico no asociado a heroicidad de los superhéroes provistos de poderes sobre naturales, sino con lo heroico humano. Lo que concierte a un hombre, a una mujer que, al enfrentarse a una tarea que parece imposible, no se dan por vencidos, no huyen ni escatiman ningún esfuerzo y, si experimentan la derrota, no se dejan vencer por el desánimo y siguen insistiendo hasta conseguir llevar a cabo su tarea.
Mahler luchó infatigablemente por hacer realidad sus ideales en una sociedad donde muchos se oponían a sus innovaciones como compositor y como director. Es admirable su firmeza frente a la resistencia de quienes se amparaban en la comodidad de la rutina, de la desidia o la intriga.
Nunca dejó de combatir la pereza ni atenuó sus críticas hacia la negligencia.”
El siguiente, en cambio, es un ejemplo claro de lo que comentaba inicialmente, utiliza un hecho para, a continuación, especular (“He querido imaginar…) sobre el posible momento en que descubrió la historia de los hermanos Grimm:
“Mahler empezó a componer la música y el texto de la cantata llamada La canción del lamento (Das Klagende lied) a los dieciocho años, en 1878. Se basó en diversas fuentes, una de las cuales es Der Singende Knochen (El hueso cantor) de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm. Leí el texto de Mahler traducido al español por José Luis Pérez de Arteaga primero, en un programa de mano y luego, en el libro de Pérez de Arteaga sobre Mahler y me sorprendió la belleza del mismo. No sabemos cuándo escuchó por primera vez esas narraciones ni cómo tomó contacto con esas fuentes. He querido imaginar a un Mahler niño, rodeado de otros niños, escuchando por primera vez el cuento de los Grimm de boca de Nanny, la niñera de la familia de su amigo Theodor y también imaginé su reacción desolada. Asimismo, reelaboré una versión del cuento de los hermanos Grimm, que coincide en lo fundamental y difiere en algunos motivos con el texto de la cantata de Mahler.”
La escritora tiene muy claro cuál es el final de este pequeño libro y da la impresión de organizar sus imaginaciones para llegar a ese fin, lo volvemos a ver en el siguiente momento en el que su hipotética huida de una discusión de sus padres le sirve a la autora para presentar esa unión entre esperanza y tragedia:
“Quince años después, Sigmund Freud se refirió a la conversación que mantuvo con el compositor en una carta dirigida a la psicoanalista Marie Bonaparte. Entre otras cosas, contó en esa carta que en el transcurso de la conversación, Mahler aseguró haber entendido por qué su música nunca había podido alcanzar la perfección en los pasajes nobles, los inspirados por las más profundas emociones, sino que quedaban frustrados por la intrusión de alguna melodía banal. La explicación la encontró en un hecho vivido en la infancia, cuando se produjo una escena violenta entre sus padres, tan insoportable para él que decidió marcharse de casa. En su huida, oyó una alegre música de organillo de una canción vienesa popular, Ach Du lieber Agustin. Mahler consideró que la conjunción de la tragedia y la diversión estuvieron, a partir de entonces, unidas en su mente, de modo que un estado de ánimo lleva inevitablemente al otro.
Me gustó imaginar que la huida angustiosa de casa de los padres, después de ciertas vacilaciones, acababa desembocando en un momento esperanzador relacionado con la potencia creativa del compositor.”
De ahí que escoja un período muy corto de su vida, el de la infancia, como originador de lo que habría de ser la verdadera personalidad y el leitmotiv con el que regiría su vida; encontrar un piano olvidado en el desván de su abuelo parece un recurso conveniente para demostrar su pasión por la música desde que era pequeño:
“Después de un largo recorrido, ¡encontró el tesoro!: Descubrió un viejo piano en el desván.
¡Un piano!¡Eso sí que era un tesoro para alguien que amaba la música!
Se puso de puntillas. Levantó los brazos por encima de su cabeza hasta que consiguió que sus manos se posaran en el teclado y arrancaran sonidos de aquel piano olvidado.
Los familiares y amigos, que seguían en la planta baja sentados alrededor de la gran mesa, elevaron sus ojos hacia el techo.
-¡No puede ser! –exclamó el abuelo. ¡El piano, el piano! –y no dijo nada más.
[…]
Cuando llegaron al desván vieron a Gustav, de puntillas esforzándose en tocar el desafinado piano.
[…]
El abuelo estaba perplejo. Finalmente reaccionó, subió las escaleras y cuando estuvo junto a su nieto, le preguntó si le gustaría tener ese piano en su casa. La respuesta afirmativa del niño no se hizo esperar.”
En su parte final encontramos una frase atribuida al compositor y director que supone el fin al que toda la narración se dirige; supone la justificación de la utilización de la música como elemento aglutinador de todos los contrastes que encontró Mahler en una vida llena de dicotomías:
“Convertiré el dolor en música, y no sólo el dolor. Crearé un mundo musical en el que todo tenga cabida, la noche y el día, la luz y la oscuridad, la risa y el llanto, el helado invierno y la alegre primavera, el ardiente verano y el melancólico otoño, el amanecer, el crepúsculo. La alegría y el sufrimiento se convertirán en música.”
La música lo ayudaría a integrar ese mundo de violentos contrastes.”
Indudablemente el texto es consistente en cuanto a lo que nos dirige y busca la empatía del lector que se quedará con un buen sabor de boca por su lirismo; otra cosa es que el camino escogido para llegar a ello sea tan deliberadamente previsto, se queda a medias de todos los géneros sin llegar a mostrar todas las posibilidades del ensayo o de la biografía; además, desgraciadamente, resulta muy limitado centrarse en un período tan escaso de tiempo, ¿acaso el resto de su vida, la pubertad por ejemplo, no sirvió para configurar su carácter igualmente?, ¿sólo la infancia es reseñable para esta formación de vida?
Aun con las limitaciones comentadas, el breve texto se lee con gusto y nos muestra facetas interesantes. Es una lectura aconsejable si te interesa la música y, en especial, Mahler.
Mariano Hortal