El director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel se ha convertido en el director más joven en acompañar a la orquesta Filarmónica de Viena en su tradicional felicitación del año nuevo. La cita ha supuesto un nuevo hito en la fulgurante carrera del músico de Barquisimeto. Por su parte, la formación vienesa ha querido introducir con Dudamel un elemento novedoso en lo estilístico, que resaltara al mismo tiempo el carácter universal (y no sólo europeo) del concierto, así como atraer a la legión de seguidores que, principalmente en América, siguen al maestro venezolano con especial fervor. El resultado, no obstante, no ha sido tan brillante como muchos de los aficionados a la música de los Strauss esperaban.
Durante la primera parte del concierto, Dudamel no encontró el tono positivo y humano que lo ha hecho famoso, y parecía querer compensar a falta de interés de un programa flojo con cierta afectación de rubatos, que le daban a las piezas un aire de afectación. Sin embargo, su conexión con la orquesta hacía que esta se mostrara más dúctil y receptiva que con otros directores, lo que dio lugar a sonoridades novedosas, como en el vals de Johann Strauss II «La llamada infernal de Mefisto».
La segunda parte fue creciendo de a poco en brillantez. Las polcas Pepita, Galop indio y Tic-tac fueron ejemplares por su factura y por la naturalidad con las que incluyeron interesantes pinceladas étnicas en el programa, únicos guiños a los orígenes del joven director venezolano. También sobresalieron el vals Las mil y una noches de la opereta Índigo y los cuarenta ladrones, así como las tres propinas, la polca Con mucho gusto y los consabidos Danubio Azul y Marcha Radetzky, que combinaron de manera sorprendente la finura musical con la jovialidad del fin de fiesta.
En cuanto a la producción televisiva, cuya audiencia mundial se estima en más de cincuenta millones de espectadores, incluyó pocas novedades, más allá del alambicado juego de cámaras y planos en alta definición que permiten explorar la Sala Dorada de la Musikverein palmo a palmo; o el abigarramiento de los adornos florales, que este año tenían hasta frutas. Demasiadas flores, dispuestas con dudoso gusto, creaban una insufrible saturación de cursilería. La asignatura pendiente para el año próximo es recuperar una mayor sencillez en la presentación, en línea con la elegancia clásica europea y más centrada en lo musical.
Sin ayuda de la partitura, y con una seguridad técnica que roza lo milagroso en un director de su generación, Dudamel ha hecho historia. Parece claro que este tipo de música no es el que mejor le viene al maestro venezolano, cuyo desparpajo, aunque contenido, se antojaba algo fuera de contexto. El programa tampoco contó con el interés de otras citas, pero el concierto ha sido una inmejorable manera de dar la bienvenida al 2017.
Carlos Javier López